Un Renault con todos los lujos
En sintonía con las tendencias americanas, la filial Saprar de la Régie Renault creó un abundante catálogo de accesorios, destinados a embellecer los Renault 4 CV. Presentamos uno de los escasos supervivientes, restaurado por un aficionado español.
Además de dotarle de accesorios, Saprar descapotó el 4CV.
Antes de que en 1953 se comenzase a fabricar el Renault 4/4 en Va l ladol id, el si mpát ico todo atrás tenía a sus espaldas seis años de producción francesa. Además de venderse en un mercado con una demanda muy superior a la oferta, los primeros 43 ejemplares Renault 4 CV de preserie que salieron en 1946 de la factoría parisina, situada en la isla de Seguin, tenían ventanillas traseras fijas y un equipamiento austero. De hecho, la mayoría de aquellas primeras unidades estaban pintadas en color amarillo arena, cuya pintura procedía del botín de guerra tomado al Afrika Korps y expresaba la forzosa necesidad inicial de escatimar en gastos.
Por suerte, la situación fue mejorando y en el Salón de París de 1948 la gama de berlinas 4 CV se ampliaba para estar formada por las versiones Normal y Luxe, esta última dotada de paragolpes con topes verticales metálicos, cerquillos cromados alrededor de los faros, cantoneras de aluminio en las aletas traseras y def lectores exteriores en las ventanillas delanteras. Asimismo, en el interior incorporaban un guarnecido que cubría todo el techo, un antirrobo Neiman que bloqueaba la dirección y un cenicero.
Por su parte, Saprar mostraba en ese mismo certamen un Renault 4 CV especialmente llamativo, que en aquella edición se convirtió en la estrella del stand de la firma del rombo. Dicha compañía, cuyas iniciales corresponden a la Société Anonyme, Pièces, Réparation et Accessoires Renault, expuso un ejemplar creado a partir de la versión Luxe, aunque dotado de una carrocería abierta y provisto de un techo de lona impermeable. Además del equipamiento propio de las variantes Luxe, en el Saprar destacaban los parachoques delanteros de mayor grosor, las llantas cromadas y la luneta trasera de plexiglás, rodeada por un contorno cromado. En buena lógica, el cometido de esta versión no era sólo el de aportar por arriba mayor variedad al único turismo Renault de la época, sino también promocionar unos accesorios que cualquier usuario de un 4 CV podía instalar en su propio automóvil.
El protagonista de estas páginas, perteneciente a la serie R-1060, fue estrenado por el noble francés PierreGuy de Lunaret y corresponde a una partida enviada a
Argelia, concretamente a la ciudad de Constantina. Al fallecimiento del primer dueño, el coche quedó en manos de su chófer, quien a su vez se lo vendió a un aficionado que residía en Chamonix, en los Alpes galos. Después, por circunstancias desconocidas, este coche terminó en un taller gerundense.
Su poseedor actual, Juan Carlos Martín, viajó en octubre de 2013 desde Madrid a la búsqueda de dicho ejemplar, acompañado por Enrique Martí, presidente del Club Amigos del Renault 4/4. Y aunque la pintura de color burdeos ocultaba parcialmente la corrosión, su estado general era lamentable y tenía numerosas piezas distintas a las de origen, tomó la decisión de comprarlo. Cinco meses después inició su restauración en el garaje de su casa, para la que aprovechó la información que había recogido de antemano en libros, revistas e Internet. El proceso de rehabilitación concluyó hace poco más de medio año, con la llegada de la documentación como vehículo histórico y la instalación de ambas placas de matrícula.
Al mirarlo de frente, junto a los seis bigotes de aluminio pulido brilla al lado izquierdo el claxon Mixo, suministrado por Saprar y de sonido idóneo para hacerse oír en la carretera. A su derecha y alterando la simetría, el faro antiniebla único, de la marca Cibié, en tanto que sobre sendas aletas delanteras hay unos embellecedores cromados que casi llegan hasta el hueco de cada rueda anterior. El paragolpes delantero, ante la imposibilidad de encontrar el original Saprar de 1949, corresponde a un tipo más ancho que se comercializaba desde 1948 y que impide instalar los topes característicos de los 4 CV Luxe.
Y al contemplarlo de lado, las cerraduras de las puertas cuentan con sus respectivos salvauñas cromados, mien-
TERMINADO EN DICIEMBRE DE 1949, SU PRIMER DESTINO FUE LA CIUDAD ARGELINA DE CONSTANTINA
tras que las llantas también están revestidas de cromo, al igual que las cinco tuercas que las sujetan. En contraste, la zona central de las llantas tipo estrella está pintada en el mismo tono crema que la capota. Igualmente, las cantoneras Saprar de aluminio son más grandes que las empleadas en los 4 CV Luxe, pues además de proteger en mayor superficie la zona anterior de las aletas traseras incluso se extienden más allá de las rejillas de aireación. Por su parte, en la zaga encontramos un portalámparas Saprar en el centro de la matrícula trapezoidal, una placa de nacionalidad que también distribuía la firma francesa y un embellecedor cromado en el escape, en este caso procedente del productor de accesorios galo Robri.
Al abrir las puertas delanteras suicidas, el interior da la impresión de ser más amplio, debido a los tonos marfil y crema del interior de las puertas y a los vivos colores verde y marfil del similcuero que tapiza los asientos y guarnece los pasos de rueda y las vestiduras de las puertas. Sobre el piso, el material de goma marrón procede también de Saprar, en tanto que el volante negro de tres brazos es el que corresponde a los 4 CV Luxe fabricados hasta terminar 1949, siendo esta unidad una de las construidas en diciembre de ese año. Sin embargo, Juan Carlos persevera en conseguir un volante traslúcido Aplex, ofrecido por Saprar en su catálogo de accesorios.
En el salpicadero pintado en color marfil resalta en el centro la instrumentación en forma de herradura, que sólo incluye un velocímetro graduado hasta 120 km/h, el nivel de gasolina en el depósito y los testigos de baja carga de la batería, presión de aceite y exceso de temperatura del líquido refrigerante. A su derecha, esa especie de hongo gris es el cenicero y más a su derecha reluce la carcasa cromada de la radio Philips, todo un lujo en la época.
Después de activar el contacto con un giro a la llave, hay que tirar del mando del arranque, situado junto a la base de la palanca de cambios. Se comienzan a escuchar las primeras explosiones, aceleradas por la acción de un estrangulador que ayuda a templar el motor durante unos tres minutos. Desde los primeros metros se nota que el 4 CV es ligero, lo que ayuda a que el volante tenga un manejo suave, y el motor dispone de una notable elasticidad que compensa su reducida potencia de 17 CV a 3.500 rpm. Eso sí, atrás hay poco cristal y es necesario acostumbrarse a la limitada visibilidad trasera, porque tampoco tenemos retrovisores exteriores.
A 40 km/h se puede rodar ya en tercera, la marcha más larga, que se puede mantener de continuo en carretera incluso cuando haya que superar pendientes ligeras. Mientras tanto, esa misma ligereza en compañía de unos neumáticos radiales de 15 pulgadas favorece la marcha en zonas de curvas, pues este modelo tiene un comportamiento sano en conducción turística, por mucho que sobre la mitad trasera gravitan casi dos tercios de su masa. Cuestión aparte será cuando rodemos en mojado y a ritmo vivo, porque en esas circunstancias saldrá a relucir su tendencia a sobrevirar.
A su vez, las 4,5 vueltas de la dirección entre cada tope obligan a volantear rápido o a continuar a paso más tranquilo. Por su parte, los cuatro tambores poseen suficiente capacidad de frenada, sin olvidarse por ello de la precaución de guardar pedal en los descensos de los puertos.
De todas maneras, el mayor estímulo que distingue a este modelo tan singular se centra en su techo de lona. Cuando se procede a plegarlo deja a la vista el travesaño de madera barnizada y una terminación a la altura de descapotables bastante más lujosos. En ese momento crece la luminosidad del habitáculo, penetra el aire y a bordo del 4 CV aumentan la euforia y el deleite de conducir a cielo abierto. De hecho, así lo debieron sentir en Renault, porque desde mayo de 1950 fue la propia marca la que se encargó de fabricar el Renault 4 CV Découvrable, aunque en una versión más sencilla que los rutilantes Saprar.
En definitiva, un clásico olvidado y de cuya rehabilitación nos alegramos. Además, porque pone en evidencia que en aquellos tiempos de posguerra la Régie Renault tuvo gran habilidad, ya que con su único modelo supo desarrollar una gama variada, que incluía desde una variante industrial hasta este exquisito descapotable. mc
A través de estas páginas, Juan Carlos Martín expresa su agradecimiento a Enrique Martí, Celedonio de María, Ricardo Esteban y al jefe de los imposibles, Gerardo Núñez.