Motor Clásico

Falacias contra los eléctricos

COCHES ELÉCTRICOS Están en plena actualidad. Son los coches que van a revolucion­ar la movilidad del mañana más inmediato. No contaminan ni hacen ruido. Pero, ¿de verdad es un invento de hoy día?

- V. CHRISTIAN MANZ (TEXTO). ARCHIVO MANZ, FORD Y MANUEL GARRIGA (FOTOS)

Quizá el coche eléctrico sea la panacea a los problemas medioambia­ntes y energético­s que hoy plantea el automóvil tradiciona­l con motor de combustión interna. Y, además, en cua nto estos veh ícu los sea n autónomos, ya no será necesario el concurso del ser humano al volante. Los vehículos podrán rodar solos. Incluso, aunque suene a ciencia ficción, podrán reunirse en algún lugar y preparar el ataque definitivo contra la humanidad.

Dejando la imaginació­n al margen, lo cierto es que no nos cuentan actualment­e toda la verdad. Parece que se ha olvidado por completo de la Historia de la Automoción el capítulo concernien­te al coche eléctrico. Ya existía antes, si cabe, de la invención del motor de explosión, y nunca nos ha abandonado. Siempre ha estado ahí cuando más lo necesitába­mos.

El coche eléctrico data del milenio anterior, pero no del siglo X X, sino del XIX, ofreciendo desde entonces su capacidad de movimiento silenciosa y no contaminan­te. Entender la complejida­d de la electricid­ad, según los expertos una energía inagotable y además libre Ð si se quiereÐ fue y sigue siendo una ardua labor de unir conceptos, ideas y entendimie­ntos: primero, producirla; después, poder almacenarl­a y luego, utilizarla como fuente energética para un motor, con suficiente potencia para mover con soltura un pesado automóvil.

Ingenieros y científico­s, pero también monjes y artesanos, todos ellos se enfrascaro­n en el estudio para resolver esos complejos problemas. El resultado fue muy digno. El primer motor eléctrico montado sobre un carro con cuatros ruedas funcionó ya en 1828. Era una maqueta, sí, pero también un principio.

El primer triciclo eléctrico de tamaño real se presentó en 1881 en la Feria de la Electricid­ad en París, de la mano de Gustave Trouvé. Un año más tarde, los británicos William Edward Ayrton y John Perry demostraro­n el uso del motor eléctrico en un vehículo de tres ruedas, y ya en 1887 hay constancia de que Magnus Volk, de Brighton, utilizó su «auto-móvil» eléctrico a diario. El sultán de Turquía le compró dos unidades y circulaba con ellos también todos los días. En la década siguiente (1890/1891), el americano William Morrison construyó doce unidades de su carruaje eléctrico, de 4 CV de potencia y baterías de 58 voltios y 112 amperios; todo un bólido para aquel entonces.

El coche eléctrico fue el primero en alcanzar los 100 km/h. Ya en 1899, el duelo deportivo entre el francés Gastón Chasseloup-Laubat y el belga Camille Jenatzy en su lucha por ser el hombre más rápido sobre la tierra, culminaron cuando el belga cruzó la mágica barrera, alcanzando 105,85 km/h al volante de su cigarro-puro «Jamais Contente», el 29

de abril de aquel 1899. El coche de gasolina tardó muchos meses más en alcanzar esta velocidad.

Aquellos artefactos eléctricos de antaño no eran lentos, ni tan limitados por la autonomía ni tampoco imperfecto­s. Tuvieron sus problemas, sí; pero no más que los coches con motor de explosión, que precisaban de muchos componente­s y mecanismos para transmitir a las ruedas la fuerza producida por la combustión del derivado del petróleo. Los eléctricos eran más simples, tenían muchas menos piezas. Su coste era ligerament­e superior al de los coches a vapor y a explosión. De hecho, fueron considerad­os como los automóvile­s de lujo del momento y, además, el vehículo ideal para la movilidad en las grandes y pequeñas urbes. Ya en 1902, el bólido eléctrico de Baker alcanzó los 160 km/h, y el Krièger en la misma fecha batió el récord con una autonomía de 307 km.

En Austria, en 1900, un joven ingeniero Ferdinand Porsche construyó un automóvil equipado con un sistema de motores eléctricos implantado­s en los bujes de las ruedas. Una ventaja del invento era que no precisaba compo- nentes intermedio­s para hacer rodar el vehículo y además podía ofrecer automóvile­s con tracción a las cuatro ruedas. Porsche también creó los coches híbridos, al combinar su avanzado sistema de motores en los bujes con un motor de explosión convencion­al, aminorando lastre de baterías.

En 1906 se creó en París la empresa Mercedes-Electrique, propiedad de Ludwig Lohner, Ferdinand Porsche y Emil Jellinek, que ofrecieron toda una serie de elegantes modelos Mercedes equipados con motores eléctricos, bien en los bujes de las ruedas delanteras o traseras. Dos años más tarde la empresa vendió sus derechos a Austro-Daimler, que durante años continuó fabricando vehículos eléctricos, tanto turismos como autobuses, entre ellos un modelo grande con remolque que circuló durante muchos años en Viena.

En relación a los coches eléctricos e híbridos también hay antecedent­es históricos en España, ya que Emilio de la Cuadra, en su catálogo de 1900, ofrecía tanto coches eléctricos puros como híbridos, combinan los anteriores con motores Benz de explosión. También se han encontrado informacio­nes que hablan el primer autobús eléctrico de De la Cuadra, vendido a la ciudad de Barcelona. Tuvo sus problemas en la primera demostraci­ón en agosto de 1900, como narran muchos libros, pero cuatro meses después realizó otra salida demostrati­va que fue un éxito rotundo y todo el mundo quedó entusiasma­do con el invento (esto no lo cuentan los libros).

El uso como taxi urbano fue una de las primeras aplicacion­es prácticas del coche eléctrico. Los taxistas de todo el mundo estaban encantados con estos vehículos

EN 1912 SE FABRICARON EN ESTADOS UNIDOS UNOS 34.000 COCHES ELÉCTRICOS

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Apuesta inicial. Antes del modelo T, Ford vio en el coche eléctrico (arriba) la primera opción para motorizar a la clase media. A la izquierda, un taxi berlinés SiemensSch­uckert, 1906. Y a la derecha, dos anuncios de los fabricante­s STAE y Baker.

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