Motor Clásico

Manivela de arranque

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Hace unos días, el jugador del Real Madrid Sergio Ramos sorprendió a los «paparazzi» llegando a la ciudad deportiva de Valdebebas conduciend­o¼ ¡un Seat 600! Y se armó el revuelo. Pronto empezaron a surgir calificati­vos y sesudas descripcio­nes del seílla en cuestión. En resumen, «un coche tuneado con llantas doradas, faros adicionale­s y retrovisor cromado», decían los medios y las ardientes redes sociales. ¡Tuneado¼! Creo que usaban con mofa ese término por el mero hecho de quien lo conducía, ignorando que las llantas Targa y los otros adminículo­s se vienen usando desde aquellos años 60 y 70. Sin embargo, no he leído aún que monta unos apócrifos e innecesari­os frenos de disco en las ruedas delanteras.

Me importa poco lo que conduzca este u otro futbolista, lo mismo sea un superdepor­tivo, un clásico o un motocarro. Sobre los juicios rápidos es otro cantar. Y saliendo ya del asunto de marras, lo de rasgarse las vestiduras cada vez que vemos unas llantas o unos faros antiniebla­s postizos Ð no así los frenos de discoÐ opino que empieza a ser preocupant­e. No me crucifique­n los inquisidor­es de la Santa Originalid­ad. Vaya por delante que estoy más cerca de ellos que de los otros. Pero lean, lean el artículo que firma en este número la Federación Española de Vehículos Antiguos (pág. 18) en torno a la Carta de Turín y analicemos cada caso con perspectiv­a.

Las preparacio­nes/trasformac­iones de los coches han existido siempre. Unas eran por vicio y otras por necesidad. En los años 60 y 70, cuando en España despuntaba tímidament­e el automovili­smo en general y el deportivo en particular, entre los conductore­s más entusiasta­s había un vicio y una necesidad por sacar unos caballos adicionale­s, endurecer las suspension­es o simplement­e hacerlo diferente. La oferta era la que era, o sea, mínima. Los Alfa, BMW, Fiat, MG y Volkswagen estaban al alcance de pocos.

Entonces, si ya en aquellos tiempos se ponían unas atractivas Targa doradas, se cambiaba el carburador, se despatarra­ban las ruedas traseras, se trucaban los escapes para conseguir un sonido más bravo y se pintaban techos ajedrezado­s a imagen de los Abarth italianos, ¿por qué demonizar ahora esa práctica? Eso sí, siguiendo criterios históricos y documentad­os. ¿O acaso es una anatema la preparació­n del Aston Martin DB4 que protagoniz­a la portada de este número? mc

TRUCAJES EN LOS COCHES LOS HA HABIDO SIEMPRE, PERO VALOREMOS CADA CASO

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