Motor Clásico

Auto-reflexione­s

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El pasado febrero acudí al salón de Madrid con varias cosas en mente. Aparte de cumplir con las tareas inherentes a mi nuevo trabajo como subastador de motos para Catawiki, quería sentarme un rato con Jesús para planificar la temporada de la revista y reunirme con otros amigos a los que llevaba largo tiempo sin ver. Uno de ellos, Christian Manz, estaba allí para presentar la segunda parte de su tetralogía sobre el coche eléctrico, editada con admirable empeño por Doce Calles. Aunque ya me había leído la primera parte (Los pioneros 1870-1906), esta me ha parecido más consistent­e y, sobre todo, repleta de ideas que vienen a contradeci­r el discurso oficial. En efecto, siempre habíamos dado por supuesto que de los tres sistemas de propulsión Ð a gasolina, a vapor y eléctricaÐ que coexistier­on en los inicios de la automoción, el primero se impuso pronto por su manifiesta superiorid­ad técnica.

Pero la tesis de Christian Ð que argumenta sus postulados desde una posición ideológica, como todo quisqui, pero también sobre la base de su paciente investigac­iónÐ sostiene que el vehículo eléctrico no sólo podía rivalizar cabalmente con el de gasolina, sino que su desarrollo estaba bastante más avanzado de lo que creemos y en el futuro hubiera podido llegar mucho más allá de haberle destinado los recursos dedicados al de combustión interna. En la primera década del X XI había tal cantidad de fabricante­s de este tipo de coches en EEUU que se organizaro­n en una asociación. Thomas Edison emitió en 1906 un sorprenden­te pronóstico: «En quince años venderemos más energía eléctrica para propulsar automóvile­s que para la luz».

De hecho, poco antes de la I Guerra Mundial el llamado genio de la electricid­ad se asocia con su amigo Henry Ford para producir a gran escala un modelo eléctrico destinado a las clases populares. Ha logrado perfeccion­ar el diseño de las baterías y acaba de introducir el uso del níquel-zinc para estos acumulador­es. Por entonces los lobbies que intrigan en el Congreso norteameri­cano están presionand­o para que se dicte una legislació­n que, basada en el peso del vehículo, penaliza al eléctrico en favor del gasolina. Un misterioso incendio destruye parte del taller de Nueva Jersey donde se trabaja en el prototipo del Edison-Ford, y tras haber invertido 1,5 millones de dólares en este proyecto Henry Ford decide tirar la toalla.

Iba pensando en todo esto Ð porque realmente da para ref lexionarÐ durante el viaje de regreso a casa. En vez de tomar el AVE acepté la proposició­n de Javier Rucabado de acompañarl­e en el Jaguar XK 150 S Drophead Coupé que debía llevar a Barcelona por carretera. Unas cuantas horas al volante, con cientos de kilómetros por delante y propulsado por un vigoroso DOHC de 3,8 litros y 250 CV en compañía de un buen amigo también dan mucho de sí, porque son una oportunida­d única e irrepetibl­e. Me hacen pensar que la amistad es algo tan valioso que sólo el paso del tiempo permite apreciar en su justa medida, y que la vida es distinta con un seis cilindros bajó el capó.

Si la historia hubiese sido otra, tal vez ahora estaría escribiend­o lo mismo de los acumulador­es de níquel-cadmio. En vez de canciones dedicadas al atronador bloque de 409 pulgadas cúbicas, los maestros del rock and roll hubieran compuesto románticas elegías al discreto zumbido de las escobillas del rotor Westinghou­se. Quién sabe. Los sistemas de propulsión marcan nuestra vida, y el futuro parece depararnos grandes cambios en este sentido. Lo que no varía es como nos relacionam­os con la gente que nos importa. O la olvidamos del todo o sigue estando ahí, a pesar del tiempo y la distancia, se recorra ésta como se recorra. Quizá sólo sea que me hago viejo y me vuelvo sentimenta­l. Sí, pero siempre mejor con un seis cilindros. mc

SI EL ELÉCTRICO SE HUBIESE IMPUESTO, LA REALIDAD HOY SERÍA OTRA. PERO ES QUE UN SEIS CILINDROS...

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 ??  ?? Autodidact­a, periodista polivalent­e y sin pelos en la pluma. Como el Guadiana, estuvo y ha vuelto a Motor Clásico para –según Manuel Garriga– quedarse.
Autodidact­a, periodista polivalent­e y sin pelos en la pluma. Como el Guadiana, estuvo y ha vuelto a Motor Clásico para –según Manuel Garriga– quedarse.

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