EL TIMO DE LAS ETIQUETAS
No hay duda de que la lucha para reducir el nivel de contaminación y mejorar la calidad del aire que respiramos en nuestras ciudades debe ser una prioridad absoluta para cualquier gobierno. De hecho, nos va nuestro futuro en ello. Incluso el de quienes tenemos vehículos que puedan verse afectados por las medidas a tomar. Ahí no valen cuentos chinos de «los intereses ocultos del ecologismo» ni delirantes argumentaciones como las que a veces se han oído o leído: «Los verdes simplemente tienen envidia de nuestros coches» (sic). Hay que ser serios. Ahora bien, otro asunto es cómo se está llevando adelante en determinados ámbitos, y ahí sí que cabe cuestionar los métodos empleados.
El ejemplo más claro es de las etiquetas ambientales adoptadas por los ayuntamientos de Barcelona y Madrid, mediante las cuales clasifican el parque automovilístico en función de la homologación de emisiones que recibieron durante sus años de producción. Así, la Dirección General de Tráfico establece una frontera en los turismos impulsados por motor de gasolina Euro3 (normativa que entra en vigor a partir del 2000) y en los que llevan motor diesel Euro4 (normativa que entra en vigor a partir del 2006). Si su planteamiento inicial puede parecer una buena idea —de hecho lo es—, lamentablemente su aplicación práctica acaba desvirtuándola porque el resultado final dista mucho de corresponderse con la realidad.
El motivo es porque esta línea divisoria crea un serio problema, discriminando los vehículos en función de su antigüedad y no según su potencial contaminante. De ahí la paradoja de que un mismo modelo matriculado en diciembre de 2005 no podrá circular pero otro matriculado en enero de 2006 sí, llevando ambos el mismo motor, catalizador y sistema de filtros.
Abundando en ello podemos encontrar algún iluminado que justifique que si se ha reglamentado en función de estas homologaciones es porque fijan un baremo de contaminación más estricto conforme pasan los años. Cierto, pero la realidad es que hay numerosos vehículos que emiten menos de lo que dicen sus homologaciones, y por su mera clasificación administrativa en el grupo Euro2, por ejemplo, ya están condenados a no poder circular, incluso emitiendo menos contaminación que un Euro3 o Euro4, en algunos casos.
A eso se le llama pagar justos por pecadores... Y para terminar de liarla, también hay una gran cantidad de vehículos que emiten más de lo que su homologación establece, como el caso de los diésel afectados por el escándalo VW, que en su inmensa mayoría no se verán afectados por las medidas restrictivas.
¿Adónde nos conducirá esta chapuza reglamentaria? Fácil: a no reducir la contaminación. ¿Y cómo lo hacen en otros países europeos para resolver en esta cuestión? Muy sencillo: las ITV correspondientes son las encargadas de medir los niveles de emisión, y permiten modificar filtros, catalizadores e incluso motores para contaminar menos, algo que aquí es casi pecado mortal gracias al Leviatán del aparato administrativo español, rémora que vamos arrastrando desde el siglo XIX sin auténticas reformas estructurales. Como dice Jaume Carbó, impulsor de la iniciativa «No al veto de los vehículos sin distintivo ambiental» en la plataforma Change.org: «Basta mirar a Alemania, donde un Panda puede acceder al centro de Berlín, y en cambio un Touareg V10 tiene vetada la entrada. Aquí será al revés…»
La reflexión de Carbó es certera porque pone el dedo en la llaga y apunta a las verdaderas razones de todo este tinglado: «Sinceramente creo en la cultura de las reparaciones y en aprovechar al máximo los recursos; si no en mi casa no tendríamos un garaje con una edad media de 22 años, en los que todos y cada uno de los vehículos funcionan como el día en que salieron del concesionario. Pero, claro, esto no interesa. Interesa que te endeudes para comprar un diésel nuevo que contamina más que tu viejo gasolina y cuya obsolescencia programada hace que te vaya a durar entre 5 y 10 años y luego al desguace.» mc
PARADOJA DE LA NORMA ES QUE CONDENA O ABSUELVE A COCHES CON UN MES DE DIFERENCIA