Land Rover
El todoterreno por antonomasía celebra su 70 aniversario. Pero a la pregunta «¿Cuándo apareció el Land Rover?» a muchos se nos quedaría la mente en blanco. Existe de toda la vida, ahí estaba, circulando por las carreteras, los pueblos y la ciudades de nue
Aniversario y auge
La creación del Land Rover se remonta a los años que siguieron el final de la Segunda Guerra Mundial, aquel histórico momento de cambio y renacimiento en una Europa rota. El territorio inglés había sufrido poco comparativamente con el continente, pero el esfuerzo de guerra había sido tremendo y un nuevo panorama económico y tecnológico se dibujaba en el horizonte. Fue Maurice Wilks, un ingeniero de Rover, quien tuvo una idea simple y acertada, construir un Jeep británico¼
Wilks estaba literalmente subyugado por el Jeep Willys que el ejército americano había traído a Europa, un vehículo perfecto para circular por las carreteras de la época y sobre todo para tomar los caminos de ese país, tan poblado en un sus campiñas, y donde muchos habitantes eran granjeros. El propio Wilks tenía una propiedad familiar en Anglesey, Gales, donde había un depósito de material militar con numerosos Jeeps.
Ahí donde la historia demuestra que las casualidades no existen, es cuando resulta que el hermano de Wilks, Spencer, era uno de los dirigentes de Rover y que por supuesto compartía o se dejó influir por la pasión de su hermano. El caso es que Maurice Wilks usaba el Jeep encantado por su capacidad para cumplir con las necesidades de trabajo del campo, como todos cuantos podían disfrutar de un Jeep, hasta que se averiaba.
Obviamente desgastados por la guerra, los coches tenían repuestos nuevos extremadamente limitados, en general provenientes de donantes igualmente cansados. Como de Estados Unidos no iban a llegar piezas, fue una evidencia para Maurice Wilks que había que construir un Rover para el campo, el «Rover Campo», en versión original el Land Rover.
Ideado y puesto en marcha, el proyecto solo tardó un año, de 1947 a 1948, para que se materializara la versión inicial que rápidamente se convertía en el coche definitivo. Un chasis de dos vigas de acero completado con órganos Rover y vestido con una escueta carrocería de aluminio, un material de guerra usado para la aviación y sobrante en ese momento, barato en comparación con el acero.
El Land Rover fue concebido como un utilitario, en el sentido estricto de «útil», es decir, un vehículo de trabajo
que incluía enganche para llevar remolques e incluso toma de potencia para herramientas agrícolas. Inframotorizado al principio, el Land, en origen un cuatro ruedas motrices permanente, pasaría a tener un tren delantero desconectable, pero siempre con caja de cambios dotada de reductora y overdrive (Syncromesh), por lo que disponía de cuatro relaciones cortas, cuatro normales y cuatro largas, mientras el bloqueo de diferencial delantero era manual directamente en los bujes de rueda.
Eficiente, duro y absolutamente indiferente hacia la comodidad de los humanos subidos a su bordo, el Land Rover pronto se hizo indispensable y conquistó el mundo. Después de 68 años de existencia, el parecido del Defender con su antepasado era patente cuando llegó el final de su producción en 2016, después de más de dos millones de unidades producidas.
El Land Rover que tenemos en estas páginas está impecable, quizá mejor que nuevo. Lo ha restaurado Jacobo Ramírez cerca de Antequera, provincia de Málaga, bastante cerca de Linares, Jaén, donde se sitúa la planta de Santana (hoy cerrada) en la que fue construido este ejemplar español en 1967. Santana Motor S.A. empezó a producir el Land Rover bajo licencia en 1958 (como ya se hacía en Bélgica y Alemania), un recurso que no podía venirle mejor a Rover, desbordada por el éxito e incapaz de hacer frente a las necesidades del mercado, ya entonces, casi global.
La producción española debutó con el Serie II, que pronto equipó a las fuerzas de seguridad, a organismos oficiales, a grandes empresas y por supuesto fue adquirido por quienes poseían fincas privadas, agrícolas o de caza.
Este Serie IIA es la antítesis del Halcón Milenario de Han Solo y Chewbacca, aunque quien lo conduce también
DOS VIGAS DE ACERO, ÓRGANOS ROVER Y UNA ESCUETA CARROCERÍA DE ALUMINIO: ASÍ ES UN LAND ROVER
es un héroe en cierto modo. Al subir al Land Rover se nota como el tiempo cambia, se ralentiza, se siente como una fuerza influye nuestro ánimo y templa nuestras prisas, conforma nuestras prioridades. En cuanto empieza a moverse el coche, la mayor preocupación es agarrarse, sujetarse fuerte porque la banqueta protege nuestro fundamento y poco más. Ir de pasajero es ir sufriendo y evitando darse un golpe contra el interior bruto, de chapa, del coche. Y no estoy hablando de pasar por una zona trialera, sino simplemente circular por el asfalto con sus baches y sobresaltos cotidianos¼
Olviden cualquier concepto relacionado con la comodidad y descubran el universo de la eficacia total. La velocidad tampoco es un aliado. En cambio, la resistencia y la capacidad para sortearlo casi todo son las garantías que les llevarán a buen puerto, invirtiendo los esfuerzos y el tiempo necesarios. Si el camino es una pista, cada pasajero Ð y pueden ser muchos porque en la caja podía haber dos banquetas corridas longitudinalesÐ irá interpretando un verdadero baile de «break dance» de intensidad proporcional a lo roto que esté el camino. Aunque se puede usar perfectamente a diario como hace Jacobo, que dice haber alcanzado 120 km/h ±de marcador- yendo a Málaga¼, por algo fue piloto de carreras.
Al volante la cosa cambia y uno se deja seducir oscuramente por el placer de guiar esta tosca mecánica. El placer de la conducción en su versión sin filtros y más lúdica, con esa sensación infantil de estar a los mandos de un monstruo, y un inconfesable orgullo de saber dominarlo. La percepción del conductor no borra el trato que el coche nos inflige, que se nutre de su capacidad como todoterreno. Uno entiende perfectamente hoy en día la fascinación que Maurice Wilks sentía a los mandos de un Jeep en los años 40, un vehículo que en aquella época literalmente abría horizontes. De hecho los británicos, que entienden el automóvil como nadie más, pronto empezaron a utilizar el «Land» para ocio y en competiciones deportivas, anticipándose a futuras tendencias y demostrando su ingenio tan peculiar.
Este ejemplar equipa el motor de gasolina de 2,86 l y 67 CV, y se mueve al ritmo pausado que le impone su fisonomía y sus más de 1.400 kilos, con mucho ruido y, por
A SU VOLANTE SE TIENE LA SENSACIÓN INFANTIL DE PILOTAR UN MONSTRUO
supuesto, con las corrientes de aire propias de un descapotable. Su manejo no es complejo pero necesita cierta entrega física, la suspensión se asemeja a un estacazo, aunque sorprende la dirección suave, sin puntos duros. Y es que en lugar de ir anillada con plástico como originalmente venía, Jacobo monta la columna con rodamientos¼ El coche está rutilante de aspecto y funciona a las mil maravillas, es verdaderamente bonito y llama la atención. Es en cierto modo fascinante por su aspecto y simplicidad y nos conmueve un poco como si fuera un superviviente de una época muy remota.
Su encanto intacto y unas cualidades tan perfectamente acertadas desde el principio tuvieron un impacto mundial, creando una nueva especie de automóviles, lo que probablemente explique parte de su éxito como clásico hoy en día y la formidable cotización que alcanza. mc