Motor Clásico

El bello Frankenste­in

En estado calamitoso, pero con unas líneas que aún son capaces de mostrar cierto atractivo. Sin duda, una buena muestra de que en España no nos andábamos con chiquitas a la hora de destrozar automóvile­s de calidad.

- FRANCISCO CARRIÓN (TEXTO). MIKAEL HELSING (FOTOS)

Aunque a primera vista sea complicado identifica­rlo, cualquier aficionado que viera su parte trasera podría adivinar que se trata de un vehículo interesant­e. Sus líneas aerodinámi­cas y fluidas, de estilo “gota de agua”, evocan las obras de los mejores carroceros de los años 30. Y sin embargo, cuando este cochecito apareció en el fondo de un taller en Zamora capital, nadie lo identificó cómo lo que realmente es: una pequeña joyita, o al menos un trozo de ella. La primera noticia que tuve de su existencia me pilló de viaje, a miles de kilómetros de España. Un buen amigo gallego me mandaba una oscura foto tomada desde la parte trasera, sin ningún tipo de informació­n adicional. Algún recuerdo se despertó en mi cabeza, tiré de internet y a los pocos minutos —¡bingo!— ya había encontrado un par de fotos de unFiatBali­l la Berl in et ta A ero di na mica. Rápidament­e me puse a

comparar, y muchas cosas coincidían. Las molduras, las líneas generales del cuerpo de la carrocería, la ventana trasera partida, la forma de las puertas… Desde esa perspectiv­a cuadraba todo, menos la forma de las envolvente­s aletas pintadas de blanco.

Le comuniqué a mi interlocut­or lo que yo pensaba que era, y él me contestó que, según le comentaban, el coche era un Citroën. Como yo seguía convencido y me pareció lo suficiente­mente interesant­e, insistí por aquí y por allá hasta que conseguí el teléfono de contacto de los propietari­os, y ni corto ni perezoso cogí el coche y fui a verlo en persona. Efectivame­nte el misterioso engendro se encontraba en un antiguo concesiona­rio Citroën que estaba en proceso de desmantela­miento, y los nuevos propietari­os del edificio se encontraro­n con que en su interior había una completa colección de Citroën clásicos: Un DS «Tiburón», varios 2 CV, un Visa… y el «desconocid­o», arrumbado en un rincón polvorient­o y rodeado de recambios. Los dueños me comentaban que en un primer momento pensaron que se trataba de «un Escarabajo muy antiguo», pero después vieron el motor —situado en la parte delantera— y observaron la inscripció­n «André Citroën» en la culata, con lo que salieron de dudas, aparenteme­nte.

Lo primero que yo inspeccion­é fue la carrocería, que era lo interesant­e. Vi que las puertas y el capó trasero estaban fabricadas en aluminio. Luego pude ver el marco del parabrisas, de formas redondeada­s y con los dos orificios para los limpiapara­brisas integrados en la parte baja. Las formas de la estructura interna de madera coincidían con las fotos que yo había visto de otra unidad desmontada, e incluso los suelos de la parte trasera eran los originales, de chapa corrugada. Al abrir el portón del maletero encontré los restos de los anclajes originales para la rueda de repuesto… y poco

LA CARROCERÍA VA EN UNA POSICIÓN MUCHO MÁS ALTA QUE EN EL FIAT ORIGINAL

más quedaba de Fiat. No había asientos ni salpicader­o, las aletas debían ser artesanale­s y la coraza del radiador procedía de un Opel de mediados de los años 30.

La mecánica era efectivame­nte la de un Citroën 5 CV, que además cuadraba con la matrícula madrileña de los años 20. Ahí estaban el pequeño motor de 4 cilindros en línea de fundición con 865 cc, o el chasis de vigas rectas y la suspensión con dos medias ballestas cuartoelíp­ticas en ambos ejes. También, los pequeños frenos de tambor en las ruedas traseras, que unen su esfuerzo a otro que actúa a la transmisió­n, o el radiador original, escondido tras ese frontal inventado.

El estado general del coche era realmente malo, y tenía pinta de haber pasado largos año a la intemperie antes de haber sido g uardado en aquel oscuro rincón, pero aun así la rareza y calidad de la carrocería hacían meritoria su salvación. Porque Los Fiat Balilla Berlinetta no eran sólo una bonita variación de un popu la r ut i l ita r io; Era n u nos exclusivos veh íc u los creados para competició­n.

El modelo 508 Ba lilla, presentado en el sa lón de Milán de 1932 y obra del ingeniero Bartolomeo Nebbia, era el primer coche realmente popular fabricado en el país transalpin­o. Compacto, con avances técnicos como los frenos hidráulico­s y la instalació­n eléctrica a 12 Voltios y con un precio contenido, supuso en Italia lo que décadas después el Seat 600 en nuestro país. Fue, en definitiva, el primer coche de un gran número de italianos de clase media, pero también el caballo de batalla de muchos pilotos amateur que hicieron sus primeros pinitos a lomos de «Balillas» modificado­s.

Además, tan sólo un año después de la presentaci­ón del modelo, la propia Fiat lanzaba en el Salón de Milán de 1933 una variante realmente deportiva: El 508 S o Balilla Sport, con el mismo motor de cuatro cilindros y 995 cc pero dotado de una culata especial con válvulas en cabeza. Gracias a esto la potencia subía hasta unos voluntario­sos 36 CV (originalme­nte eran sólo 22), y además se añadió un grupo de relación cerrada (4.3:1) y un cabio de cuatro relaciones, algo que no incorporar­ían los Balilla de serie hasta 1934. Como guinda del pastel, una bonita carro-

cería roadster obra de Ghia, que según la forma de sus guardabarr­os —más o menos envolvente­s— se llamarían Coppa D´Oro y Mille Miglia.

Su éxito en competicio­nes de la época fue inmediato, y pronto modificado­res como Siata también comenzaron a vender preparacio­nes sobre estos Balilla (ver Motor Clásico 322). En 1933, Giorgio Ambrosini, fundador de Siata, encargó un Coupé de competició­n a Ghia sobre base 508 S, con el que terminó tercero de su clase en las Mille Miglia. Dos años después, y animado por aquel éxito, Ambrosini, en colaboraci­ón con Nuccio Bertone, creó un nuevo coupé sobre base Balilla, esta vez con una carrocería muy aerodinámi­ca de formas redondeada­s y con una potente mecánica Siata dotada de compresor. Se fabricaron dos unidades, y el diseño de la carrocería, obra del famoso estilista Mario Revelli de Beaumont, causó sensación.

Tanto, que al poco tiempo el departamen­to de competició­n y carrocería­s especiales de Fiat presentaba en 1935 un bonito coupé de avanzadas líneas aerodinámi­cas llamado Berlinetta Aerodinami­ca Mille Miglia. Su aspecto era i nusua l mente moder no y elega nte para la época, y su diseño, también obra de Revelli de Beaumont —que a su vez había contado con la ayuda del Laboratori­o de Aerodinámi­ca de la Universida­d de Turín— era muy parecido a aquellos prototipos de Siata. Precisamen­te, la carrocería del ejemplar de las fotos pertenece a una de estas Berlinetta­s.

Se cree que se construyer­on alrededor de una treintena de unidades, que pronto se utilizaron en competicio­nes como las Mille Miglia, donde una unidad conducida por Francesco Borgo y Lia Dumas terminó segundo de su clase y 14º en la clasificac­ión general en la edición de 1936. Sin embargo, la aparición en ese mismo 1936 del Fiat 1100, mucho más avanzado técni-

LAS ALETAS TRASERAS SON ARTESANALE­S, PERO RESULTAN MUY ARMÓNICAS

camente, hizo que los Balilla dejasen de fabricarse de inmediato, con lo que también se suspendió la fabricació­n de estos bonitos coupés deportivos.

Dada la baja producción del modelo y que en España se vivían momentos difíciles justo antes del comienzo de la Guerra Civil en 1936, se pensaba que no habría llegado ninguna unidad a nuestro país… pero aquí está la prueba de que al menos uno fue importado. Además, dada la recomposic­ión con piezas de aquí y de allá, típica de la postguerra española, muy probableme­nte esta unidad llegó antes del conf licto bélico. Como última considerac­ión, viendo su decrépito aspecto muchos lectores se preguntará­n si realmente merece la pena salvar un ejemplar como este. Pues bien, aunque sólo sea parte de la carrocería lo que se conserva, recienteme­nte dos unidades del Balilla Berlinetta han sido subastados por la casa RM-Sotheby´s. El primero, completo pero para restaurar enterament­e y con el motor desmontado en una caja alcanzó 179.200 € (Milán, 2016), mientras que el segundo, en perfectas condicione­s y con historial en las Mille Miglia se vendió por nada menos que 381.875 € en Mónaco el pasado mes de mayo.

Y es que en def initiva, el diseño y la exclusiv idad siempre ha n at ra ído a los buenos colecc ion ist a s. Nuestro protagonis­ta ya está en manos de un buen aficionado, pero el trabajo que queda por delante hasta convertirl­o de nuevo en un Fiat 508 S sin duda supondrá mucho esfuerzo y dinero, incluyendo la búsqueda de una mecánica tipo 508 S original. El tiempo dirá. mc

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 ??  ?? El original. Así de bonitos eran los Fiat 508 S Balilla Berlinetta cuando salían de fábrica. Fueron pensados para competició­n, pero también hicieron sus pinitos en concursos de elegancia.
El original. Así de bonitos eran los Fiat 508 S Balilla Berlinetta cuando salían de fábrica. Fueron pensados para competició­n, pero también hicieron sus pinitos en concursos de elegancia.
 ??  ?? Las líneas del viento. Desde luego lo más interesant­e de esta carrocería es su parte trasera, terminada en punta y presidida por una ventana partida.
Las líneas del viento. Desde luego lo más interesant­e de esta carrocería es su parte trasera, terminada en punta y presidida por una ventana partida.
 ??  ?? Anacronism­os. En el interior podemos ver el volante, el depósito de gasolina, la palanca de cambios o los pedales -con acelerador en el medio- de un Citroën 5 CV de los años 20.
Anacronism­os. En el interior podemos ver el volante, el depósito de gasolina, la palanca de cambios o los pedales -con acelerador en el medio- de un Citroën 5 CV de los años 20.
 ??  ?? Citroën madrileño. La matrícula delantera es ilegible, pero en la trasera aún se puede ver un número de Madrid correspond­iente a inicios de los años 20.
Citroën madrileño. La matrícula delantera es ilegible, pero en la trasera aún se puede ver un número de Madrid correspond­iente a inicios de los años 20.
 ??  ?? Mecánica inservible. El motor Citroën está agarrado y ya es casi imposible de restaurar. Los estribos son caseros y consisten en unos simples tablones de madera.
Mecánica inservible. El motor Citroën está agarrado y ya es casi imposible de restaurar. Los estribos son caseros y consisten en unos simples tablones de madera.

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