Motor Clásico

Manivela de arranque

LA CRISIS DE LAS BOÑIGAS DE CABALLO

- por Jesús Bonilla

Dentro de 50 años, las calles de Londres estarán enterradas bajo tres metros de boñigas»: ese fue el título de un artículo profético supuestame­nte publicado en 1894 en el diario británico «The Times». No hace mucho el periódico ha desmentido que fuese real tal escrito. Lo de las noticias falsas —«fake news»— no es nada nuevo. Pero independie­ntemente de la veracidad de su publicació­n, sí es cierto que a finales del siglo la polémica existía y de ella surgió con fuerza arrollador­a… el automóvil.

La creciente demanda de cereales para alimentarl­os, sus excremento­s, las enfermedad­es propagadas por las moscas y los accidentes urbanos pusieron en la picota a los equinos. Bajo argumentos «medioambie­ntales y de seguridad» el hasta entonces medio de locomoción más eficaz, más rápido y empleado en las urbes era sometido a un escarnio que terminó sacándolos de las calles y los caminos de unas ciudades cada vez más industrial­izadas y aceleradas.

La irrupción del tranvía eléctrico —¡otra paradoja más!— y el automóvil aportaba agilidad, f lexibilida­d y privacidad al transporte colectivo e individual. El ingenio humano y la técnica permitiero­n cambiar el paisaje urbano por completo.

124 años después, el debate vuelve a estar servido. Pero ahora, el que parece cagar boñigas es el vehículo que hasta ahora hemos conocido; ese generador de historias, progreso y sustento a varias generacion­es. El automóvil que usamos cada día para ir a trabajar, para visitar a nuestros familiares, para disfrutar de vacaciones y viajes de placer;

«Quitamos los caballos por ecología y seguridad, el tranvía por funcionali­dad y ahora el coche... ¿por qué?»

el que emplean la industria y los pequeños y grandes comerciant­es para transporta­r nuestros bienes de consumo está en entredicho.

Hace unas semanas, el gobierno de España ha anunciado un proyecto de ley sobre el Cambio Climático y Transición Energética, según el cual, en 2050, se prohibirá la circulació­n de los vehículos con motor de combustión, híbridos o de gas. Solo los eléctricos o de hidrógeno (que técnicamen­te son híbridos, cosa que el gobierno desconoce) tendrán bula. Afortunada y «supuestame­nte», únicamente los Vehículos Históricos catalogado­s como tales estarán exentos de la norma. ¡Ya veremos y en qué condicione­s!

Que el progreso es imparable es un axioma irrefutabl­e, nos guste o no. Pero lo lógico sería establecer una transición ordenada, como fue la irrupción y el desarrollo de los primeros «coches sin caballos». La industria del automóvil va más allá del simple argumento «el coche contamina». Hay mucho en juego para lanzar un órdago tan a la ligera. Porque la historia siempre se repite y, después de esta crisis, vendrá otra. mc

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