RETRO TUNNING
He tenido el placer de asistir últimamente a varios eventos de clásicos en estos meses de otoño. En dos de ellos, especialmente en uno celebrado en cierto circuito madrileño, asistí horrorizado a lo que se supone que es la entrada de nuevos miembros a esta nuestra afición; a la supuesta democratización de la misma. De los varios cientos de vehículos presentes, digamos que el 90% eran modelos populares, la mayoría de fabricación española… y casi todos modificados con dudoso gusto. Llantas, alerones, pegatinas, faros antinieblas, pinturas chillonas, etc, etc. Sus propietarios exprimían sus sufridos motores hasta la extenuación en el circuito, siendo evidente que en casi todos los casos estas mecánicas carecían de preparación real alguna. En definitiva, un «quiero y no puedo».
No es que yo tenga manía a la competición, ni a la preparación de automóviles, pero se supone que la verdadera afición a la velocidad y los automóviles clásicos debería basarse en modificar como se hacía en la época. Colores de época, coches sin paragolpes ni tapacubos, llantas deportivas, pero no modernas, accesorios de la época, modelos que corrían en su tiempo… creo que se entiende lo que quiero decir. Lo otro es destrozar coches. Porque lo que se ve en ciertos eventos españoles, además, son generalmente vehículos mal tratados/conservados, sucios, utilizados como simple mesa para la lata de cerveza y el bocata.
Y llegados a este punto, creo que esa es una afición muy relativa al vehículo clásico, que se confunde con la verdadera afición de ese público, que es el tunning. El porqué España es el único país europeo donde por algún inexplicable motivo se está mezclando cada vez más la afición al tunning con la afición al coche clásico es algo que debería estudiarse, pues, además, en algunos salones como el de Bilbao se puede ver que ya hasta la mitad del contenido va por esos derroteros.
Quizá, habría que mirar otra vez fuera de nuestras fronteras, y hacer como en Francia, por ejemplo, donde existen -o existíanpublicaciones especializas en el tunning de clásicos, e incluso salones temáticos. Es más, viendo la notable querencia del público español por la modernización burda e inmisericorde de todo tipo de clásicos, lo que más me extraña es que a nadie se le haya ocurrido aún organizar un salón temático. Sería un éxito asegurado —siempre que los precios de entrada sean bajos, claro está—, y quizá permitiría diferenciar de una vez a esas dos aficiones que en realidad tan poco tienen —tenemos— en común.