Motor Clásico

Berlinas de viaje

La palabra «exclusivo» aplicada al automóvil a veces tiene un significad­o equívoco. Se podría entender que son productos para minorías, pero la mayoría de los que quieren algo exclusivo compran lo mismo. En su día estos cuatro modelos eran alternativ­as a

- BLAS SOLO (TEXTO). J.F. PACHECO (FOTOS)

Audi 200 Turbo / Cadillac De Ville / Ford Scorpio Ghia / Renault 25 Baccara

Empecé de niño a leer revistas de coches aunque no entendía nada de lo que contaban. Las usaba principalm­ente para recortar fotos y pegarlas en la carpeta y los libros del colegio. Cuando podía, compraba la francesa Sport Auto; no sabía ni una palabra de francés pero daba igual, en español tampoco me enteraba. Las fotos y los posters de Sport Auto eran muy buenos, me fijé en que las hacía DPPI, un tío que debía ser un fiera porque mandaba fotos de carreras distintas que se corrían el mismo fin de semana.

Con el tiempo, me fui enterando de alguna cosa. Resulta que, en un motor, el distribuid­or no tenía nada que ver con la distribuci­ón (a quién se le ocurre ponerle esos nombres) y que el tal DPPI no era un señor sino una agencia. Otras se me resistían. Por ejemplo, no sabía qué era eso del «acabado» (me imaginaba piezas sin montar). Pero lo que más me costó fue lo del «prestigio». Confieso que ya había empezado a escribir cosillas en una revista y seguía sin entenderlo. Alguna vez saqué el tema con los compañeros pero, como no lo preguntaba abiertamen­te para no hacer el ridículo, no me sacaron de la duda comentario­s como «un BMW es un BMW», afirmación tan incuestion­able como inútil para mí.

Después conduje un Renault 25 y me pareció un cochazo (era el Turbo). Un Ford Scorpio también, aunque muy distinto. Por algún libro de Marvin Harris me enteré del concepto de «objeto suntuario». Como tal, un BMW servía para que se supiera que el dueño se podía gastar el dinero en un BMW. Pero, además, sí se notaban diferencia­s entre un Audi 200 y un Ford Scorpio o un Renault 25. Algo había aparte del «prestigio», que también tenían un BMW Serie 5 E35 o un Mercedes-Benz Clase E W124. La apariencia y el tacto de algunos elementos interiores de la carrocería daban otra impresión y una inspección de la mecánica mostraba que también estaban hechos de otra manera.

Aunque Audi en España aún no se percibía al nivel de BMW y Mercedes-Benz, ya tenía una condición para conseguirl­o: un precio alto. El 200 costaba entre un 20 y un 30 por ciento más que un Scorpio o un 25, más aún si se igualaba el equipamien­to porque el de serie era escaso. Si esa diferencia de precio justificab­a la de calidad no se podía afirmar de manera objetiva, dependía de cómo se valorase el dinero y la calidad. Los defensores de las berlinas alemanas argumentab­an, además, que conservaba­n mejor el valor de reventa a corto plazo.

Los tres modelos europeos tienen en común que estuvieron en el mercado durante un periodo relativame­nte largo. El Audi 100 C3, del que se deriva este 200, llegó en 1982 y duró hasta 1991 con una remodelaci­ón en 1988. Ford presentó el Scorpio en 1985 con la carrocería de cinco puertas, hizo cambios en ella y añadió este cuatro puertas en 1990 y, en 1994, puso a la venta la segunda serie, de controvert­ido aspecto (había quien lo llamaba «el espantomóv­il»).

Renault lanzó el 25 en 1993, hizo una remodelaci­ón en 1988 (esta unidad correspond­e a ese periodo) y lo reemplazó por el Safrane en 1992. Seguir la pista al Cadillac es más

POR PRECIO Y CALIDAD, ESTE AUDI 200 ESTABA AL NIVEL DE SUS COMPETIDOR­ES ALEMANES

difícil porque las modificaci­ones eran anuales (lo normal en el mercado americano) y las denominaci­ones, confusas. Esta es la sexta generación, que apareció en 1985, y tuvo carrocería sedán como esta, un cupé de batalla más corta y una versión con más equipamien­to que no se llamaba De Ville sino Fleetwood, aunque era mecánicame­nte igual. La sexta generación del De Ville duró hasta 1993.

Del Cadillac les puedo contar algunas cosas sobre cómo era. El «cómo iba» se lo dejo a mi compañero Francisco Carrión, que es quien lo conoce y lo ha conducido. En casi todos los sentidos es muy distinto a los modelos europeos, pero hay algo en común con el Audi y el Renault: es un tracción delantera. No se trata de una rareza, Cadillac lanzó su primer tracción delantera en 1966, el cupé Eldorado, y la utilizó en otros modelos, como la segunda generación de Seville (1980) o el Allanté (1986), junto con otros modelos americanos de General Motors.

Una diferencia del Cadillac con el Audi y el Renault es la orientació­n del motor. Estas dos marcas europeas mantenían una disposició­n longitudin­al, heredada de modelos anteriores. Por un lado, todos los Audi tenía motor longitudin­al desde el relanzamie­nto de la marca con el 100 (C1) en 1968, que a su vez tomaba esa configurac­ión de los DKW de los que se derivaba. Por otro, Renault seguía aún con el motor longitudin­al para coches de tracción delantera, una disposició­n que estrenó con el 12 e implantó en el 17, el 20 y el 30.

Un motor delantero longitudin­al en un tracción delantera queda muy adelantado con relación al eje, entre otras razones porque tras el motor está la transmisió­n. Que el motor esté ahí colgado afecta a las reacciones del coche, cuesta más cambiar de dirección si el peso está en el extremo frontal (cosa que se puede experiment­ar fácilmente con el carrito del supermerca­do). Cadillac, con un V8 relativame­nte grande, prefirió colocarlo transversa­lmente y así su masa quedaba más cerca del eje. No obstante, la caja de cambios no estaba al lado del motor (como es normal en coches de motor delantero transversa­l, salvo excepcione­s), sino paralela y detrás de él. Por esa razón el V8 quedaba más adelantado que en otros modelos de motor delantero transversa­l.

El Scorpio seguía con la configurac­ión de motor delantero y tracción trasera. De hecho, su chasis cambiaba muy poco con relación al del modelo al que reemplazó, el Granada (que llegó al mercado en 1972). Ford consideró que lo importante era la carrocería y cambió las formas clásicas rectilínea­s de un cuatro puertas de tres volúmenes por una futurista con cinco puertas. No tuvo esta carrocería de cuatro puertas hasta la remodelaci­ón de la gama, en 1990.

La carrocería era lo mejor del Scorpio. Lo que más destacaba era su amplitud, con un espacio en las plazas traseras mayor que el de coches que lo superaban en longitud. Tanto es así que, la primera vez que se llevaban pasajeros, al mirar hacia atrás sorprendía lo lejos que estaban. Los asientos eran cómodos y el equipamien­to, abundante. Uno de los elementos curiosos era un soporte lumbar neumático que se hinchaba bombeando con una pera. Hoy parecerá rudimentar­io, en su día era una de las cosas que el orgulloso propietari­o enseñaba si quería presumir de coche. Otra era el asiento trasero con respaldo ajustable, un detalle que hacía aún más cómodas esas plazas.

El Renault 25 no era tan amplio pero sí confortabl­e, aunque para algunas personas los asientos resultaban algo blandos en viajes largos. También tenía un equipamien­to abundante, especialme­nte en las versiones superiores, en el que destacaba el equipo de sonido Phillips. Sonaba bien y tenía un ecualizado­r, de moda en aquella época dentro de la alta fidelidad aunque generalmen­te inútil. Lo más llamativo era de su equipamien­to era el sintetizad­or de voz; en aquella época un coche que hablaba era algo realmente impresiona­nte, algo casi de coche del futuro, del año 2000. El sistema avisaba si se encendía algún testigo y al pulsar el botón del check-control. Lo gracioso es que pronunciab­a mal las erres, decía «los cigcuitos funcionan coguectame­nte». En la sesión de fotos me dio un susto. Se

Pasa a pág.

EL SCORPIO ERA EXCEPCIONA­LMENTE AMPLIO, CÓMODO Y MUY BIEN EQUIPADO PARA SU PRECIO

ve que el aceite estaba un poco bajo y, al tomar una curva soltó «atención: pague el motog». Si uno ve parpadear un testigo se puede imaginar qué pasa, pero que el coche saliera hablando resultaba inquietant­e. No pasó nada, al volverlo a arrancar ya estaba todo «coguectame­nte».

Esta unidad del 25 tiene el motor V6 atmosféric­o y es la versión Baccara. Se distinguía porque su equipamien­to era el máximo posible y tenía detalles de estilo, como el pomo de madera. El interior estaba decorado con tonos marrón y beis. También había versión Baccara en otros modelos de Renault, como el 5.

Comparado con este 25 Baccara, con el De Ville e incluso con el Scorpio, el interior del Audi 200 resulta sobrio por diseño, materiales y colores. Según el gusto particular, en vez de sobrio puede parecer pobre. Lo cierto es que, salvo por la textura de algunas superficie­s, el interior del 200 viene a ser como el de un Volkswagen Golf grande. Lo más llamativo son los mandos del climatizad­or automático, algo novedoso en aquel momento, opcional y muy caro. Puede parecer chocante que en un coche de ese precio fueran opcionales elementos como el retrovisor derecho, la luneta térmica o los cristales tintados. No era solo Audi, BMW y Mercedes-Benz tenían larguísima­s listas de opciones con elementos que eran de serie en coches mucho menos costosos.

Todos tienen en común algo que se echa de menos en los coches actuales: ergonomía. Por mucho que las marcas quieran vender ahora las ventajas de las pantallas táctiles, los mandos de estas berlinas permitían manejar la ventilació­n o la radio al tacto, sin mirar. Esto es especialme­nte visible en el Scorpio, con sus mandos de la ventilació­n cerca del volante y de concepto «analógico». Es decir, la propia posición del mando indicaba la magnitud de la temperatur­a y de la velocidad del ventilador escogidas.

A lgo que también se ha perdido es la preocupaci­ón por la aerod i ná mica ca rac ter íst ica de los 80. Ciertament­e, hoy es normal un coeficient­e de penetració­n (Cx) que en aquel momento era de récord. Pero, con tanto SU V, la superficie frontal media es mucho mayor hoy que entonces. El Audi 200 es producto del trabajo que hizo Audi a principios de los 80, con cristales enrasados, sin vierteagua­s y los bajos parcialmen­te carenados. Su Cx era 0,31, un valor bueno para la época. El Renault 25 también tenía un coef iciente Cx bajo (0,31) e incluso el del Scorpio de 5 puertas (0,32) era un avance notable con relación al Granada. En el Cadillac la aerodinámi­ca no era una prioridad, algo común en los fabricante­s americanos incluso después de las dos Crisis del Petróleo (1973 y 1979).

La diferencia dinámica era tan grande como la aerodinámi­ca. Los coches americanos estaban hechos para otro tipo de carreteras y de conductore­s. Entre los tres europeos también hay diferencia­s sensibles, aunque naturalmen­te están más próximos. Los tres europeos tienen en común lo agradables que resultaban para viajar por el confort de suspensión y, especialme­nte en el caso del Audi 200, también por silencio. Eran coches de los que se decía eso de «bachean muy bien»; es decir, apenas trasladaba­n a los pasajeros las irregulari­dades de la carretera.

Quizá por su larga distancia entre ejes, el Scorpio resultaba particular­mente confortabl­e. Y puede que eso también tuviera inf luencia en sus reacciones, era el menos ágil de estos tres. Cuando hacíamos las fotos de las pruebas comparativ­as teníamos la oportunida­d de coger sucesivame­nte varios coches y resultaba fácil compararlo­s. En una donde enfrentába­mos a varias berlinas de este tipo, recuerdo la buena impresión que me dio el Peugeot 605; por agilidad, era casi como un 405 grande. El Renault 25 no era tan ágil, le costaba más girar. Me monté en el Scorpio, del que no me acordaba mucho porque llevaba años sin conducirlo, tomé la misma curva a la misma velocidad que con los otros dos y casi no entro. Durante el arrastrón de morro me

LA MECÁNICA DEL 25 ERA MUCHO MENOS VANGUARDIS­TA QUE SU DISEÑO, PERO ERA UN BUEN COCHE PARA VIAJAR

dio tiempo a acordarme de los que afirmaban categórica­mente que un tracción delantera subvira y un trasera sobrevira.

El Audi 200 tampoco era particular­mente ágil en cur vas lentas, pero no como el Scorpio. Además, en ese tipo de carretera tenía la ventaja de un motor con mucha fuerza, lo que perdía en la entrada de la curva lo recuperaba en cierta medida al salir de ella. Siempre y cuando el suelo tuviera un cierto agarre porque en esta versión con turbocompr­esor y tracción delantera era fácil llegar al límite de la motricidad si se pisaba el acelerador en curva sin el debido cuidado.

Otros comentario­s relativame­nte comunes entonces eran «cuantos más cilindros, mejor» y «donde esté la cilindrada que se quite lo demás». Sin embargo, el mejor de este grupo es el del Audi 200, que es también el que tiene menos cilindros y cilindrada. Su potencia máxima es alta en esta versión de 10 válvulas (182 CV sin catalizado­r y 165 con él) y aumentó con el 20 válvulas lanzado en 1989 (220 CV). Con la versión de 185 CV era más rápido que cualquier berlina de potencia semejante y motor atmosféric­o, incluidos coches con un motor relativame­nte grande como el Mercedes 300 E o el Rover Vitesse (3,0 y 3,5 l, respectiva­mente). De hecho, las únicas berlinas de su tamaño y potencia que lo superaban en prestacion­es también tenían turbocompr­esor, como el propio Renault 25 Turbo o el Saab 9000 (con el motor de 2,3 l). Aunque no era particular­mente económico, sí permitía viajar a ritmo normal con un consumo inferior a 10 l/100 km. Con un ritmo rápido estaba en torno a 15, mucho en términos absolutos pero no comparado con coches de prestacion­es semejantes.

Ninguno de estos dos V6 atmosféric­os es una maravilla de rendimient­o. El del Ford es el tipo Colonia, un V6 a 60º con bloque de hierro cuyo diseño básico es de mediados de los años 60. En el Scorpio tuvo inicialmen­te 2,8 l de

EL DE VILLE RESPONDE A LOS DESEOS Y LAS NECESIDADE­S DEL AUTOMOVILI­STA AMERICANO

cilindrada y 150 CV sin catalizado­r. Desde 1987 hubo dos versiones, un 2,4 de 130 CV y, para reemplazar al primero, un 2,9 con el mismo diámetro, una carrera algo más larga y la misma potencia máxima sin catalizado­r (145 CV con él). Era un motor suave pero con poco empuje comparado con V6 europeos, como el de Alfa Romeo, y con modernos V6 multiválvu­la japoneses, como el del Honda Legend o el del Mazda 929. Tampoco estaba a la altura de los seis cilindros en línea de Mercedes-Benz o BMW, más potentes con una cilindrada semejante.

El motor PRV (Peugeot Renault Volvo) también tenía sus años. Inicialmen­te iba a ser un V8 pero, debido a la Primera Crisis del Petróleo, decidieron quitarle dos cilindros aunque manteniend­o el ángulo de 90º, apropiado para ocho cilindros pero no para seis. Por esa razón, inicialmen­te tenía un funcionami­ento irregular, algo que se resolvió desde la aparición del 25 Turbo. La V seguía a 90º, pero la muñequilla­s del cigüeñal tenían un decalaje de 30º en cada par de cilindros, con lo que las carreras de trabajo comenzaban a intervalos regulares (también es así en esta versión del V6 atmosféric­o). Con todo, la versión atmosféric­a de 2,8 l y 160 CV que lleva esta unidad tampoco sobresalía por su rendimient­o. Con los años, en cambio, sí ha demostrado ser un motor duradero y fiable.

El motor del Cadillac es el V8 americano típico de aquella época: grande y con baja potencia específica. El De Ville tuvo inicialmen­te un 4,5 l de 183 CV y, desde 1991, este 4,9 l de 203 CV; no obstante, esas cifras de potencia son según la norma SAE y no son por tanto comparable­s a las de los modelos europeos. Con la norma DIN que se usaba entonces en Europa, las cifras del Cadillac serían menores. Si en un extremo está el motor de Audi con 88 CV/l de potencia específica, en el otro está este Cadillac, que medido en las mismas condicione­s no llegaría ni a 40 CV/l. La verdad es que incluso parece mucho si tenemos en cuenta que el régimen de potencia máxima es 4.100 rpm.

No es que los ingenieros americanos no supieran hacer motores, es que su mercado demandaba otra cosa. En los 80 no tanto pero, en los 50 y 60, era común en aquel país recorrer grandes distancias por zonas despoblada­s. Quizá por eso una de las cualidades apreciadas de un coche era que no se parase, aunque funcionara mal. Incluso en el Siglo X XI, General Motors ha hecho motores que podían seguir en marcha si se sobrecalen­taba e incluso si se quedaba sin líquido refrigeran­te. Para ello, el motor entraba en un modo de protección con el que actuaban solo los cuatro cilindros de un lado, con limitación de potencia y durante un cierto periodo;

después, esos se desactivab­an y entraban en funcionami­ento los del otro lado (y así sucesivame­nte). Eso no se le ocurre a un ingeniero europeo; aquí, si un motor se queda sin agua, o se hace un apaño o se llama a la grúa.

La transmisió­n también supone una diferencia entre el americano, solo disponible como automático, y los europeos en los que había las dos posibilida­des. La caja de Cadillac (Turbo-Hydramatic 4T60-E) tiene cuatro relaciones (tres relaciones con sobremarch­a) y un desarrollo final de 64 km/h; es decir, a 100 km/h en la relación más larga, el motor gira a menos de 1.600 rpm. De estos tres europeos, el Ford va un poco largo de desarrollo, el Renault está casi ajustado para que la velocidad máxima coincida con el régimen de potencia máxima y el Audi a su velocidad máxima lleva el motor 400 rpm por encima del régimen de potencia máxima.

En su día, el Scorpio fue el primer modelo con ABS de serie en toda la gama, algo que no tenían ni las más costosas berlinas alemanas y americanas. Con ello arrastró un poco a la competenci­a, lo que fue una suerte, aunque los primeros ABS no son como los de ahora. Si se conducía deprisa por una carretera bacheada había que tener presente que la frenada se podía alargar, sobre todo si los amortiguad­ores habían empezado a perder eficacia. Precisamen­te un sustito con un Audi 100 fue lo que me lo hizo saber. El Cadillac tiene un ABS de Teves y no sé cómo irá. Los coches europeos con Teves no frenaban tan bien como los que tenían un ABS de Bosch. El Cadillac, además, podía tener opcionalme­nte control de tracción. mc

Agradecimi­entos a Francisco Heredia, Antonio y Javier Márquez, Antonio Vich (padre e hijo) y Francisco Carrión.

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