Motor Clásico

Lancia D50

En los 50, después de los éxitos conseguido­s por los D23 y D24 de Sport en las durísimas carreras de largo recorrido como La Panamerica­na, Targa Florio o 1000 Millas, Lancia quiso probar en la categoría reina, la Fórmula 1.

- MARIO CHAVALERA (TEXTO). M.CH./MPIB (FOTOS)

El sueño de Gianni

La presencia de Lancia en las grandes pruebas de carretera había sido un primer paso de Gianni Lancia y Vittorio Jano. En la mente de ambos estaba el proyecto final y más ambicioso: la Fórmula 1. Lancia buscaba afirmar su marca en la máxima especialid­ad deportiva frente a los rivales más prestigios­os. Por eso decidió aprovechar la experienci­a de sus éxitos deportivos y crear su propio monoplaza. El interés de Gianni tenía un doble componente sentimenta­l y comercial. A favor del proyecto estaba el apoyado técnico del Vittorio Jano, un ingeniero con talento creador de los inolvidabl­es Alfa Romeo P2 y P3.

En el segundo semestre de 1953 comenzó el trabajo que Vittorio bautizó con las siglas D50, y en febrero del año siguiente ya tuvieron lugar las primeras pruebas del coche, en los circuitos de Monza y Ospedalett­i.

Hasta entonces, los Lancia habían sido reconocido­s por su personalid­ad y originalid­ad, inconfundi­bles con otros, tal y como le gusta a Vicenzo. El D50 constataba esa premisa fundamenta­l. Era el monoplaza más bajo (0,92 m), compacto, corto (3,33 m) y ligero (608 kg) de su época. Las formas muy personales y equilibrad­as escondían una mecánica de alta precisión, que contrastab­a con los coches convencion­ales, más altos, con grandes

VITTORIO JANO DISEÑÓ UN MOTOR V8 Y UN BASTIDOR MUY AMBICIOSOS, MÁS QUE LA COMPETENCI­A

capós y voluminoso­s depósitos de combustibl­e en la popa del coche. Precisamen­te, una de las caracterís­ticas que más llamaban la atención del D50 eran sus depósitos laterales, que dejan la línea más compacta y agradable a la vista. Los dos tanques Ð de 100 l cada unoÐ iban carenados y encajados entre las ruedas Borrani de 16 pulgadas. De este modo, al ir vaciándose durante la carrera, la distribuci­ón del peso no se descompens­aba.

En la versión inicial, la toma de aire de los carburador­es la constituía un hundimient­o en el capó, mientras que los radiadores de aceite quedaban colocados en la parte delantera exterior de los pontones laterales. En versiones posteriore­s, la entrada de aire para la admisión fue sustituida por una protuberan­cia superior. Por último, una rejilla en el morro del coche protegía el radiador principal y los de aceite fueron retrasados, entre los depósitos y la carrocería. Era caracterís­tico el remachado de las piezas de la carrocería.

Debajo, de ese traje, la técnica del D50 reunía principios avanzados. El chasis lo configurab­a un entramado tubular; y el bloque-motor y el cambiodife­rencial eran solidarios a ese esqueleto. Así ganaba rigidez y reducía peso, estimado en 100 kg respecto al Mercedes-Benz W193, el modelo a batir en la pista.

El dibujo de la suspensión delantera tenía triángulos tubulares paralelos, amortiguad­ores hidráulico­s, una ballesta transversa­l y barra estabiliza­dora. El tren trasero incorporab­a un puente De Dion combinado con un paralelogr­amo longitudin­al, amortiguad­ores hidráulico­s y la ballesta transversa­l. En cuanto a los frenos, eran de tambor Ð aleteadoÐ en las cuatro ruedas; y el volante se podía regular lateralmen­te a gusto del piloto.

Vittorio Jano diseñó un motor resistente y compacto de 8 cilindros en V a 90 grados. Tal configurac­ión rompía los cánones habituales. La norma era cuatro, seis u ocho cilindros en línea, con algún V12 o V6. El bloque de aleación ligera disponía de camisas húmedas y cigüeñal de cinco apoyos, con un arquitectu­ra interna netamente cuadrada: 73,6 x 73,1 mm y una cilindrada de 2.488 cc. La distribuci­ón contaba con cuatro árboles de levas en culata, dos por cada bancada de cilindros, mandados por cadena dúplex, dos válvulas por cilindro en ángulo de 85 grados y cámara de combustión hemisféric­a. Cuatro carburador­es Weber de doble cuerpo se encargaban de alimentarl­o debidament­e. El resultado era una potencia de 260 CV a 8.100 rpm.

Este motor recordaba por sus caracterís­ticas y diseño al V8 del Pegaso Z-102, que había nacido dos años antes, salvo en el mando de los árboles de levas, que en el deportivo español se efectuaba por piñones. Realmente, los grandes ingenieros de aquella época ya coincidían en sus ideas.

La elevada potencia de este propulsor se transmitía a través de un embrague bidisco y un cambio de cinco relaciones, que forma bloque con el diferencia­l. A su vez, todo conjunto estaba suspendido transversa­lmente por delante del eje trasero, logrando con ello un buen reparto de masas y, por ende, una excelente dinámica. El motor iba situado en la parte delantera y ligerament­e en diagonal con respecto al eje longitudin­al del chasis, permitiend­o que el árbol de transmisió­n pasese por el lado izquierdo del asiento. De esta manera, el conductor podía ir más bajo que en los monoplazas convencion­ales, solución parecida a la que adopto Mercedes.

A principios de 1954, Alberto Ascari y Luigi Villoresi abandonaro­n la Scuderia Ferrari para firmar un contrato con el nuevo equipo Lancia. Al mismo tiempo, el director deportivo Attilio Pasquerell­i contrató al prometedor Eugenio Castelloti. Desgraciad­amente, el periodo de puesta punto del D50 resultó mucho más laborioso de lo previsto y su debut se postergó hasta la última carrera de la temporada: el G.P. de España, organizado por la Penya Rhin en el circuito de Pedralbes, en Barcelona.

Allí tuve la oportunida­d de poder admirar por primera vez este fabuloso monoplaza, enfrentánd­ose a los Mercedes, Ferrari, Maserati y Gordini. Durante los entrenamie­ntos, el tándem Ascari-Lancia mostraron su superiorid­ad y lograron el mejor tiempo. Al día siguiente la carrera empezó con una salida impresiona­nte de Harry Schell y su Maserati, que se colocó en cabeza. En la tercera v uelta, Ascari c on s e g u ía adela nt a rle, registrar la vuelta rápi

da de la carrera y

lograr sumar dos segundos por vuelta a sus inmediatos contrincan­tes. Por desgracia, tuvo que abandonar cuando había conseguido una ventaja de veinte segundos con respecto a Mike Hawthorn (Ferrari), a la postre, ganador del gran premio. Una filtración de aceite en el embrague había sido el detonante que evitó el triunfo de Ascari y el nuevo D50. Villoresi también se vio apeado de la competició­n con un fallo en los frenos.

Si bien la suerte no acompañó a los Lancia en su puesta de largo, estaba claro que el D50 era un coche a tener en cuenta. Durante el invierno de 1954 continuaro­n las pruebas a fondo. Los hombres de Lancia trabajaban sin descanso para eliminar aquellas pequeñas pegas típicas de un modelo recién nacido. En enero, el equipo se inscribió en el G.P. de Buenos Aires. Lancia mandó cinco coches Ð a los cuales se les había modificado el circuito de lubricació­nÐ y tres pilotos: Ascari, Villoresi y Castelloti. El calor sofocante durante durante la carrera permitió sólo a Fangio y Mieres. habituados a las condicione­s locales, terminar la carrera sin tener que descender de sus respectivo­s Mercedes y Maserati, consiguien­do la 1ãy 4ãposicion­es. A pesar de todo, mientras estuvo en carrera, Ascari se mantuvo en cabeza durante las 20 primeras vueltas. En la 22, hacía un trompo que terminaba con el Lancia D50 fuera de la pista y de la competició­n. Los comisarios no avisaron a tiempo de la presencia de aceite en el asfalto.

Por su parte, después de la rotura de una conducción de aceite de su coche, Villoresi cogió el Lancia de Castelloti,

FERRARI NECESITABA UN BUEN COCHE Y LANCIA NO TENÍA RECURSOS: LA UNIÓN FUE INEVITABLE

detenido en boxes por insolación. Pero por la misma causa que Ascari, el italiano también se salía de la pista y ponía fin a su participac­ión.

La consagraci­ón del Lancia D50 iba a llegar el 27 de marzo en el G.P. de Turín, disputado en el Parque Valentino de la ciudad italiana. La carrera inauguraba la temporada europea, y aunque no era puntuable para el campeonato del Mundo de Fórmula 1, sí acudieron sus principale­s rivales Ferrari y Maserati.

El Lancia estaba ante su público y no podía defraudar. Y así sucedió. Ascari consiguió la victoria, que se veía venir desde hacía tiempo. Villoresi fue tercero y Castelloti cuarto. Los espectador­es asistentes saludaron la victoria de «su» coche con el máximo entusiasmo. El Lancia era un coche puntero y lo volvía a demostrar en las dos carreras siguientes.

En el G.P. de Pau demostraro­n una vez más su fiabilidad, aunque ni Castelloti ni Villoresi ni Ascari pudieron con Behra (Maserati). Los D50 se clasificar­on 2ë, 4ë y 5ë, respectiva­mente. Los laureles volvieron en el G.P. de Nápoles, donde participar­on solo dos coches. Ascari ganó y Villoresi ocupé el tercer escalón del podio.

Pero el reto seguía siendo una victoria en una prueba del campeonato mundial. Y dónde mejor que en Mónaco. Los Lancia de Ascari, Villoresi, Castelloti y Chiron se enfrentaro­n en el Principado a tres Mercedes, cinco Maserati, cuatro Ferrari, tres Gordini y el solitario Vanwall. Tras el banderazo de salida se desencaden­ó una feroz bata-

lla entre los Mercedes y los Lancia. A media carrera, al Mercedes de Fangio se le rompió la transmisió­n, y poco después fue un pistón del motor del coche de Moss el que dejó fuera de juego al británico.

Ascari se colocaba líder. Sin embargo, sólo lo disfrutó media vuelta. Al llegar a la chicane, el D50 derrapaba, salía volando Ð literalmen­teÐ y caía al mar. Alberto salía ileso de milagro. Nuevamente, Castelloti iba a salvar el honor de la marca, al clasificar­se segundo, por detrás de Trintignan­t (Ferrari). Villoresi y Chiron terminaban en 5ë y 6ëlugar. Decididame­nte, la fortuna no estaba a favor de Ascari ni de Lancia.

El golpe de mala suerte definitivo llegaría cuatro días después. Probando un Ferrari de sport en el circuito de Monza, Ascari se salió de la pista y fallecía a consecuenc­ia de ello. Las razones del accidente nunca llegaron a conocerse.

Lancia decidió retirarse, pero antes confió a Castelloti, como «canto del cisne», un D50 para el G.P. de Bélgica. El alumno de Ascari consiguió el mejor tiempo en los entrenamie­ntos y se mantuvo en carrera en tercer lugar, a poca distancia de los Mercedes de Fangio y Moss. Pero en la vuelta 17 la caja de cambios del Lancia se rompía yéndose su carrera al traste.

Para entonces, la situación económica de Lancia era precaria. Los esfuerzos del proyecto de Fórmula 1 habían costado mucho dinero y el momento era difícil. La trágica desaparici­ón de Ascari llevó a Gianni Lancia a tomar la decisión de abandonar las carreras. Sin embargo, iba a ocurrir uno de los hechos más curiosos de la historia del automovili­smo deportivo. Ferrari pasaba por un trance no menos complicado. Sus coches no eran en absoluto competitiv­os y el «Commendato­re» no disponía de los medios para enmendar la situación. Económicam­ente andaba mal.

Ferrari necesitaba un buen coche, y el Lancia lo era. Además, también serían bienvenida­s las liras de Vittorio Valleta, consejero delegado de Fiat. Todo ello se consiguió gracias a la buena voluntad del príncipe Caracciolo, hombre clave del Automóvil Club de Italia. Él convenció a Gianni Lancia para que cediera su equipo a su máximo competidor, en lugar de ponerlo a la venta.

El 26 de julio de 1955, Gianni transfería a Enzo Ferrari los Lancia D50, los motores y los medios técnicos para ayudarle en la conquista del título. Por un golpe de fortuna, Ferrari se encontraba con los medios suficiente­s para alcanzarlo. Incluso Vittorio Jano pasaría a formar parte del equipo técnico la «Scuderia» de Maranello, junto con el ingeniero Massimino.

No era un adiós, sino un hasta pronto, pues en la temporada de 1956, los Lancia-Ferrari, con leves modificaci­ones exteriores pero conservand­o todas sus caracterís­ticas generales del D50, se adjudicaro­n sin discusión el título del Campeonato del Mundo, con el argentino Juan Manuel Fangio como punta de lanza. mc

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 ??  ?? Prototipos. Sobre estas líneas, imágenes de las pruebas del D50 realizadas en el circuito de Monza, en 1953, con Ascari al volante. Arriba, salida del G.P. de Mónaco de 1955.
Prototipos. Sobre estas líneas, imágenes de las pruebas del D50 realizadas en el circuito de Monza, en 1953, con Ascari al volante. Arriba, salida del G.P. de Mónaco de 1955.
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 ??  ?? Alianza Lancia-Ferrari. A partir de 1956, el D50 luciría el logotipo del «Cavallino». Lancia traspasó a la «scuderia» de Maranello el coche y el equipo técnico. Fangio (abajo y a la izquierda) lograría con él su cuarto título mundial.
Alianza Lancia-Ferrari. A partir de 1956, el D50 luciría el logotipo del «Cavallino». Lancia traspasó a la «scuderia» de Maranello el coche y el equipo técnico. Fangio (abajo y a la izquierda) lograría con él su cuarto título mundial.

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