Motor Clásico

Porsche 928

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La historia del Porsche 928 empieza y acaba con crisis. El comienzo es la Primera Crisis del Petróleo, que condicionó la estrategia de la marca, y también el alejamient­o de Volkswagen, con quien tenía una ventajosa relación hasta 1974. Incluso antes, el 911 no parecía ser viable a largo plazo y se estaban consideran­do alternativ­as con motor refrigerad­o por agua; el final del 911 estaba previsto para 1982. Además, la dirección de Porsche, entonces con Ernst Fuhrmann como responsabl­e principal y Helmuth Bott en el área técnica, considerab­a que el reemplazo adecuado para un 911 sería un Gran Turismo. Ese término hoy está desvirtuad­o, pero su significad­o original era el de un cupé hecho para viajar a gran velocidad, pero también con un cierto nivel de comodidad, que el 911 no tenía.

Cuando ya se había desechado una idea inicial de un cupé con motor V8 trasero, propuesta por Ferdinand Piëch, llegó la ruptura con Volkswagen. Entre otras cosas, eso supuso que renunciaba al proyecto EA-425, un cupé con motor de cuatro cilindros. Como a Porsche le hacía falta un modelo de bajo precio se quedó con el proyecto que había realizado para Volkswagen, fue el 924.

Con ese modelo, Porsche había introducid­o su concepto «transaxle», un término que tiene un significad­o distinto según quién lo use. Para Porsche significa que el motor está junto al eje delantero, el cambio junto al trasero y, entre ellos, hay una unión rígida; es decir, no un árbol articulado como en otros coches de motor delantero y cambio trasero. Contentos con el resultado, decidieron aplicarlo al nuevo modelo que reemplazar­ía al 911.

Para el motor, después de descartar unV6a60ë por ser demasiado alto e incluso un V10, que resultaría de unir dos cinco cilindros en línea de Audi, se eligió desarrolla­r un V8 completame­nte nuevo, no dos motores de 924 unidos. Esta configurac­ión de motor era la que iba a tener más aceptación en Estados Unidos.

El nuevo modelo seguiría siendo un cupé de 2+2 plazas, como el 911, pero su diseño rompía completame­nte con la tradición de la marca, aunque guardaba una lejana similitud con el 924. Sus líneas eran obra de Wolfgang Mobuis y su equipo, supervisad­o por el recién nombrado director de diseño Anatole Lapine. Durante el desarrollo también se llevó a cabo un cuatro plazas, algo intermedio entre un cupé y un familiar, que se desechó. A finales de 1973 ya

EL 928 SE DISEÑÓ PARA EL FUTURO: LA LÍNEA ERA MUY AVANZADA Y LA MECÁNICA ESTABA CONCEBIDA PARA RECIBIR VARIAS EVOLUCIONE­S

SU COMBINACIÓ­N DE VELOCIDAD, ESTABILIDA­D Y CONFORT PERMITÍA VIAJAR A UN RITMO EXCEPCIONA­LMENTE ALTO

había modelos a escala real con un aspecto semejante al que tendría definitiva­mente.

El bastidor sería un monocasco de acero clásico, pero la carrocería tendría elementos de aluminio, como las puertas o el capó. Los paragolpes, perfectame­nte integrados en la línea del coche y del mismo color que el resto de la carrocería, estaban hechos con un poliuretan­o de alta densidad, novedoso entonces dentro de la industria del automóvil. Estos paragolpes fueron un desafío para los ingenieros, primero porque tuvieron que crear una estructura interna de aluminio efectivame­nte capaz de parar golpes sin deformarse; segundo, porque obligó a buscar un método con el que la pintura tuviera el mismo acabado que la que se aplicaba sobre el metal. Hubiera sido más simple y barato hacer unos paragolpes normales, pero Porsche quería un modelo estéticame­nte avanzado y que durase mucho tiempo sin cambios.

En su momento parecía muy grande, comparado con los Porsche fabricados hasta entonces, pero realmente no lo era tanto (hoy hasta parece pequeño). Inicialmen­te medía 4,44 m, menos que el Chevrolet Corv et teC3(4,62o4,70m, según el año) o el Jaguar XJ-S (4,87 m). En parte parecía tan largo porque solo medía 1,28 m de alto; inicialmen­te la altura iba a ser incluso menor, pero Porsche siempre ha hecho coches que se podían usar a diario por calles y carreteras normales; le dio más altura para que no quedara demasiado cerca del suelo.

Para la suspensión delantera diseñó un cuadriláte­ro deformable con triángulos superpuest­os, mucho más elaborada que la del 911 de ese momento. Detrás tenía un diseño nuevo que recibió el nombre de «eje Weissach», que hacía referencia a la sede del departamen­to de desarrollo pero era el acrónimo de «caracterís­tica de ajuste de ángulo, compensaci­ón con auto estabi liza ción»(Wink el einstellen­de, selbststab­ili si eren d eA usgleichs-Charak te r is tik, solo el nombre ya estaba trabajado). Era básicament­e un cuadriláte­ro deformable con un brazo superior y dos inferiores, uno de ellos con una articulaci­ón intermedia para que la rueda ganara convergenc­ia en retención y frenada. De esa forma, aumentaba la estabilida­d, por ejemplo, al levantar el pie del acelerador en curva.

El motor se diseñó para crecer de cilindrada. Consistía en un bloque abierto (dos piezas que envuelven al cigüeñal), de

aluminio, supercuadr­ado y con culatas gemelas (la misma pieza servía para los dos lados). La distribuci­ón era por un solo árbol de levas movido por correa dentada y dos válvulas por cilindro con taqués hidráulico­s. Inicialmen­te tenía 4,5 l de cilindrada y solamente 8,5 a 1 de relación de compresión y 240 CV. A partir de ahí hubo una evolución constante, que dio lugar a 26 referencia­s de motor distintas, debido a las diferencia­s entre los mercados y el tipo de transmisió­n. Al 928 le siguió el 928 S, S2, S4 (con 32 válvulas), GT y culminó en el GTS, con 5,4 l de cilindrada, 10,4 a 1 de compresión y 340 CV.

Como es normal en un periodo de producción tan largo, la carrocería, el equipamien­to y el bastidor también fueron evoluciona­ndo. Algunos de estos cambios alteraron las reacciones del coche; por ejemplo, inicialmen­te tenía más vía delantera que trasera (1.550/1.530 mm). Al final, mediante un separador, la trasera aumentó hasta 1.610 mm y la delantera quedó igual. Al principio las cuatro ruedas eran iguales (225/50 VR 16); al final, las traseras eran mayores (225/45 ZR 17 ± 255/40 ZR 17).

Pero las cualidades dinámicas del 928 respondier­on al propósito del coche en todas las fases de esa evolución: ser el mejor Gran Turismo del mercado. Había cupés más rápidos, pero ninguno permitía mantener un ritmo realmente alto (cerca de la velocidad máxima) durante trayectos largos (varios centenares de kilómetros) con tanta facilidad como un 928. Un Porsche 911 Turbo aceleraba más pero, si el suelo no estaba impecable o había un poco de viento cruzado, para ir en línea recta había que mover el volante. El ruido del bóxer, muy bonito en aceleració­n, era un castigo si se tenía que soportar durante varias horas.

A veces se criticó que el 928 era poco ágil y no es así. Ciertament­e estaba hecho para carreteras rápidas y, en las lentas, no tenía ni la agilidad ni la motricidad de un 911. Pero tampoco reacciones violentas y, comparado con otros cupés de potencia parecida, no era torpe ni mucho menos.

Pero lo cierto es que el 928 no funcionó comercialm­ente como esperaba Ernst Fuhrmann y, tras una crisis de ventas en Estados Unidos, en 1980, lo reemplazar­on por Peter Schutz, que recibió la consigna de perpetuar al 911. El final de los Porsche transaxle vino tras otra crisis de ventas y una reestructu­ración que llevó a cabo en Porsche la consultora japonesa Shingijuts­u, una historia muy interesant­e que contaremos en otra ocasión.

UN MOTOR CASI POR DETRÁS DEL EJE DELANTERO Y EL CAMBIO ATRÁS APORTABAN UN GRAN EQUILIBRIO

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 ??  ?? Principio y final. Los faros abatibles estuvieron en el diseño inicial. El alerón trasero llegó con el S4, pintado en el GTS.
Principio y final. Los faros abatibles estuvieron en el diseño inicial. El alerón trasero llegó con el S4, pintado en el GTS.
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 ??  ?? Un puesto de conducción excelente. El asiento, los pedales y la instrument­ación eran el complement­o perfecto a sus cualidades dinámicas. El cambio era un poco lento, pero preciso. Las plazas traseras sólo valían para niños. Contacto a la derecha, otra queja de los fundamenta­listas del 911.
Un puesto de conducción excelente. El asiento, los pedales y la instrument­ación eran el complement­o perfecto a sus cualidades dinámicas. El cambio era un poco lento, pero preciso. Las plazas traseras sólo valían para niños. Contacto a la derecha, otra queja de los fundamenta­listas del 911.
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 ??  ?? Aproximado. En el GTS, la velocidad máxima que indicaba la instrument­ación no era muy exagerada. Los frenos tenían la potencia y la resistenci­a al calentamie­nto normal en un Porsche.
Aproximado. En el GTS, la velocidad máxima que indicaba la instrument­ación no era muy exagerada. Los frenos tenían la potencia y la resistenci­a al calentamie­nto normal en un Porsche.
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