Motor Clásico

Firma invitada: Miguel Gª Puente

VW Y SU E-FÁBRICA DE CRISTAL

- por Miguel García Puente

Parece mentira que nunca hubiera ido a visitar la así denominada «Fábrica de cristal», en Dresde. Me perdí sus momentos de gloria, primero cuando f abr ic aba n el que nac ió pa r a er igirse en el mejor coche del mundo, el Volkswagen Phaeton, el sueño megalómano de Ferdinand Piëch. Aparte de su enorme peso y de parecerse extremadam­ente a un Passat, era un señor coche. Que no se te averiase, eso sí. Su precio estaba a la altura de la calidad buscada, y de las 84.000 unidades producidas, el 80 por ciento destinadas a China. Es un coche histórico, porque de su desarrollo, de sus ideas, nacieron para todas las marcas del grupo modelos mucho mejor aceptados y mucho más jugosos para sus arcas. Por ejemplo, el Bentley Fly ing Spur, que también llegaron a fabricar aquí para aquellos mercados a los que no les importaba que un Bentley no saliera de Gran Bretaña (v uelve a mirar a China, si quieres).

Dresde fue la última ciudad arrasada con bombardeos durante la segunda mundial por la RAF y resulta irónico que allí se llevara a producir un Bentley. Hay aún interpreta­ciones diversas que cuestionan por qué no se atacó la industria de la periferia, sino el centro histórico. Es ahí donde se erige ahora esta «Fábrica de cristal», un ejemplo de sostenibil­idad, abastecida de piezas por la misma red de tranvías de la ciudad. Todo un símbolo, porque ese silencio y sensación de tranquilid­ad continúa al entrar en la fábrica. Para cubrir los dos turnos de trabajo hay 120 empleados, que se mueven a un ritmo que solo has v isto en las construcci­ones artesanale­s. Han quedado para fabricar el V W e-Golf, un eléctrico cuya demanda demora la entrega siete meses. La suerte para estos artesanos es que aquí se parte de un coche de combust ión diseñado pa ra la automat ización máx ima: tiempos de ciclo de 60 seg undos, líneas de producción capaces de vomitar 100.000 coches al año y, si hace falta más capacidad, se instala otra línea clónica al lado.

Gracias a ello, todo encaja a la perfección. Hay un útil para cada operación y ex iste ser voasistenc­ia para cualquier tarea pesada. Dirías que trabajan a cámara lenta, incluso si nunca has visto una fábrica, recogiendo con mimo las piezas que llegan en carros automatiza­dos que se desplazan por la planta. Todo parece exquisito, los mazos de cables vienen envueltos en una lona que devuelven a la bandeja de esa estantería que luego se llevará de nuevo el ser v il carrito. Solo hay tres estaciones automática­s con un robot, por ejemplo para encolar y colocar la luneta con precisión. El resto de las operacione­s también se suceden en un silencio casi sepulcral, al «frenético» ritmo que un día llegó a alcanzar los 72 coches por día. No me imagino otro eléctrico pensado con tanto esmero: su responsabl­e Rudolf K rebs f ue eleg ido porque, paradójica­mente, «destilaba olor a gasolina» y conocía bien el referente a batir. Decía que se ganó enemigos en todo el Grupo V W por detraer las mejores tecnología­s de la casa para su proyecto, que tenía que ser el más refinado y silencioso. Ideal para hacerse en una fábrica transparen­te, que también podrías llamarla museo de la fabricació­n. Es lo que parece, haciendo honor a su denominaci­ón alemán: «Gläserne Manufaktur».

Pronto V W lanzará un modelo eléctrico de este t a ma ño, pero concebido pa ra ser fabr ic ado por robots por millones cada año, como se hace ahora con los de combustión. Por eso creo que este e-Golf, en su mejorada segunda generación, sería un coche digno de colección. El último de los coches de gran serie hecho a mano. O el primero de los eléctricos rotundos. No, no es Tesla, es un coche redondo. Vale, sin carácter, pero tampoco el Ford T podía presumir de ello. Con este fruto de la fábrica-museo también llegará el final de una era, cuando el coche era tuyo y hacías con él lo que querías. Los próximos eléctricos estarán permanente­mente conectados a internet, te cambiarán sus caracterís­ticas desde un ordenador remoto bajo el pretexto de actualizac­iones. Sabrán qué haces, cuándo, y si martirizas esa electromec­ánica que ellos crearon. Tu coche del futuro dejará de ser tu coche, porque nunca dejará de responder a la voz de quien lo fabricó. mc

«Nunca habrás visto una fábrica tan silenciosa, tan apropiada para esos sigilosos eléctricos que fabrica con mimo y parsimonia...»

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