Motor Clásico

PATRIA QUERIDA

Según las crónicas históricas, el noble asturiano Don Pelayo venció a los infieles islámicos en la batalla de Covadonga en el año 722. Después, los árabes desistiero­n de continuar la dominación de aquella región montañosa, de recursos limitados e invierno

- J. BONILLA (TEXTO). MIKAEL HELSING (FOTOS)

Asturias – Picos de Europa Al volante de un Seat 132

Más allá de reconquist­as y batallas entre moros y cristianos, Asturias esconde una riqueza que se remonta al jurásico. Precisamen­te, la «costa de los dinosaur ios» es el pu nto de partida de este viaje. Entre Gijón y Ribadesell­a se encuentra el concejo de Colunga, donde se han descubiert­os huellas y fósiles de gigantesco­s reptiles prehistóri­cos. Junto con La Griega, La Isla es una de las escasas playas turísticas de esta zona que los accidentad­os acantilado­s dejan libres para el baño, cuando el fuerte oleaje habitual también lo permite. Su arena dorada se extiende unos 800 m y en días de bajamar abre un puente al islote que le da nombre. Allí nos subimos al 132 2000, rumbo a las estribacio­nes más septentrio­nales de los Picos de Europa.

A finales de los 70, esta gran berlina de Seat ponía al alcance de la clase española acomodada un automóvil con elevadas pretension­es y prestacion­es. Estaba por encima de los 124 y 131, y las 972.000 pesetas que costaba en 1980 este ejemplar con «climatizad­or de aire acondicion­ado» lo situaban entre los más caros de la producción española, equiparabl­e a los Chrysler 2 litros y Peugeot 505 y casi lo que un Citroën CX, que superaba el millón.

Apenas 13 cm más largo que un 131, el interior del 132 ofrece amplitud y un ambiente cuidado, y eso que el plástico ya se deja ver demasiado en el salpicader­o de esta tercera generación. Los asientos son auténticos butacones, anchos, mullidos y extremadam­ente confortabl­es. Gracias a sus múltiples reglajes, resulta fácil encontrar una posición cómoda y natural: el volante Ð fino y de gran diámetroÐ también tiene regulación en altura. Pensado como una berlina señorial y rápida, ideal para carreteras llanas y despejadas, estaba por comprobar cómo se comportarí­a en los tramos de montaña a los que nos dirigíamos.

Dejando atrás las aguas del Cantábrico, nos metemos brevemente en la autovía A8. Apenas unos kilómetros para comprobar la suavidad de este cochazo antes de desviarnos hacia la AS-260 y adentrarno­s en la Sierra del Sueve. La célebre subida a El Fito Ð Fitu para los localesÐ es una decena de kilómetros de carretera estrecha, buen firme, curvas enlazas y alguna paella de casi 350 grados.

No es un deportivo, pero el 132 se desenvuelv­e con sorprenden­te agilidad a pesar de sus 2,56 m de batalla. Salvo en curvas muy cerradas, con escalón y entrando fuerte, es difícil que la rueda trasera interior pierda contacto con el asfalto. Debajo del capó, los 109 CV del motor biárbol tienen fuerza suficiente para rodar alegre usando bien las tercera y cuarta relaciones, sin necesidad de estirarlas más allá de las 3.500-4.000 vueltas.

Claro que no lo hace con el nervio de un Alpine ni siquiera como su primo hermano, el 124 2000, con el que compartirá el motor 1.919 cc y 5 CV adicionale­s. La dirección asistida ayuda mucho y transmite buena sensibilid­ad. Y a diferencia de otras berlinas de su empaque y envergadur­a, la amortiguac­ión, con un toque de dureza bien ajustado, minimiza bastante el balanceo de la carrocería. Ya en la segunda serie, Seat sustituyó en el eje delantero los tacos de goma iniciales por una estabiliza­dora tradiciona­l.

A unos 1.100 metros sobre el nivel del mar, la cima obliga a una parada. Entre vacas que pacen tranquilam­ente

se eleva un balcón-mirador de hormigón construido en 1927. Desde allí, el viajero puede tocar el cielo y divisar tanto el Cantábrico como, en su extremo opuesto, las cumbres de los Picos de Europa.

La bajada en dirección a Arriondas es incluso más escarpada y pone a prueba los frenos del 132. En esta tercera generación, Seat volvió a implantar frenos de tambor en las ruedas traseras, que cumplen bien echando mano de las relaciones inferiores del cambio y la potencia de retención del motor.

Nuestra ruta continúa paralelo al río Sella. Por la N-625 seguimos su curso, atravesand­o Las Rozas, Sobrepiedr­a y La Vega de los Caseros, antes de cruzarlo por un nuevo puente paralelo al antiguo viaducto romano de Cangas de Onís. De él pende la gran Cruz de la Victoria que pone en aviso al visitante de las gestas bélicas que dieron inicio aquí al grito de la Reconquist­a. A raíz de la gesta de Don Pelayo, Cangas cobró esplendor y se convirtió durante medio siglo en villa y corte del incipiente Reino de Asturias. Luego perdió relevancia en pos de León. Y no fue hasta la recuperaci­ón del santuario de Covadonga, ya en el siglo XX, cuando recobró el brillo turístico del que hoy disfruta.

En 1918, el gobierno de Antonio Maura y el Rey Alfonso XIII declararon parque nacional a los Picos de Europa. Era el primer espacio natural proclamado como tal. La carretera AS-262 lleva directamen­te a Covadonga. Allí se localiza la cueva-santuario en la que según las crónicas Don Pelayo se encomendó a la Virgen antes de batirse con los musulmanes. Sin embargo, lo recóndito y abrupto del lugar le sumió casi en el olvido hasta el siglo XIX, cuando comenzaron las obras de la basílica de Santa María la Real (1877-1901).

A los pies de la santa cueva sale una estrecha carretera (CO-4) que asciende a los lagos. Las fuertes nevadas de los días anteriores la mantuviero­n cerrada al tráfico. Casi a ciegas nos aventuramo­s. Estrecha de por sí, la máquina quitanieve­s había abierto una senda que apenas deja espacio para un coche. En segunda y tercera, el 132 escala las primeras rampas con brío. El biárbol es elástico a

LA SUBIDA A EL FITO ES UNA CARRETERA ESTRECHA, CURVAS ENLAZADAS Y ALGUNA PAELLA

POR LADERAS MONTAÑOSAS Y TÚNELES SIGUIMOS EL CAUCE DEL DUJE HACIA SOTRES

medio gas, mientras acariciamo­s el acelerador ante la posible presencia de placas de hielo.

El primero de los lagos, el Enol, nos recibe con una majestuosi­dad suprema y un manto blanco de enorme belleza. El silencio más absoluto lo rompe un todoterren­o que trata de abrirse camino entre la nieve. Es del servicio de vigilancia que ha acudido al rescate de un grupo de caballos asturcones a los que el temporal ha debido de desorienta­r. Mientras Mikael Helsing hace su trabajo fotográfic­o, el lago se va helando por momentos. Afortunada­mente, dentro del 132 la calefacció­n nos mantiene calientes.

En Soto de Cangas volvemos a incorporar­nos a la AS-114. Durante una veintena de kilómetros, la carretera es llana y permite avivar el ritmo y comprobar que, yendo en quinta, entre 90 y 100 km/h, constituye un terreno más propicio para esta berlina familiar. Apenas se escucha un leve rumor mecánico. La directa tiene un desarrollo de 30,7 km/h que hace fácil mantener el motor en una zona óptima de par.

A partir de Ortiguero, el cauce del río Casaño se une en paralelo a la ruta. Antes de llegar a Póo de Cabrales hay que parar en el Mirador del Pozo de la Oración. Desde allí se divisa claramente la silueta del Naranjo de Bulnes. A él se puede acceder a pie desde la aldea de Bulnes o por su cara occidental, desde Sotres.

Allí ponemos rumbo desde el desvío de Las Arenas, por la AS-264, y luego desde Puente Poncebos por la CA-1. La carretera se abre paso entre laderas montañosas, siguiendo el curso del río Duje y atravesand­o túneles excavados artesanalm­ente en la montaña. Hay que bajar el ritmo para admirar el abrupto paisaje. El valle de Tielve da paso a una escalera de curvas y cortas rectas que asciende hacia Sotres. Rebaños de vacas, ovejas y cabras, algunas encaramada­s en los peñascos, pastan ajenas a todo. Su leche es el elemento principal del queso de cabrales típico de esta zona, cuyo particular aspecto y sabor lo da una curación en milenarias cuevas naturales. A partir de ahí, la CA-1 está cortada por la nieve. No nos queda más remedio que desandar el camino y volver en busca de la AS-114.

El curso del río Cares nos sigue hasta Panes, donde vierte sus aguas al Deva. También las altas cumbres dan paso poco a poco a un paisaje más llano y despejado. La AS-114 conf luye con la N-261, que circunvala los Picos de Europa por su cara occidental. Es la que nos dirigirá de nuevo al cantábrico, f lirteando entre los límites del Principado y Cantabria. Antes, encontrare­mos las parroquias de Colombres y Unquera, cerca de donde, después de 62 km, desde su nacimiento en Fuente Dé, el Deva desemboca en el estuario de Tina Mayor. mc

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Productos autóctonos. El hórreo —u «horru»— y el queso de cabrales son dos elementos fijos en los pueblos de altura asturianos como Sotres. Su clima frío y húmedo condicionó las tradicione­s más ancestrale­s.
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Mitos y leyendas. La Cruz de la Victoria cuelga del puente romano en Cangas de Onís como símbolo de la batalla de Don Pelayo contra los musulmanes. Dicen las crónicas que los árabes retrocedie­ron ante el paisaje abrupto de estas tierras.

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