Motor Clásico

30 años de gloria

En el capítulo anterior mostramos a Louis Renault soberano durante 46 años de un imperio industrial que se confundía con la mismísima Francia. Tras ser acusado de colaboraci­ón y encarcelad­o, Louis fallecía en noviembre de 1944 y su empresa era confiscada

- FÉLIX MACÍAS (TEXTO). RENAULT (FOTOS)

120 Años de Renault (II) Proceso de modernizac­ión

Mientras el Colorale fracasaba, el Juvaquatre y el 4CV seguían salvando las cuentas de la empresa

El Consejo Nacional de la Resistenci­a decretaba la nacionaliz­ación de Renault el 16 de enero de 1945. Pierre Lefaucheu x (1945-1955), dirigente de empresas nacionales, resistente y deportado era el nuevo presidente de la Régie Nationale des Usines Renault. Tomaba las riendas de una empresa que cambiaba la estructura horizontal fundamenta­da por su genial creador, a favor de una organizaci­ón jerárquica vertical. Perdida la magnificen­cia de preguerra, Renault debía acatar el «Plan Pons» (quinquenal) que establecía reglas: una de ellas era que Renault, Simca y Panhard sólo produciría­n coches de un máximo de 6 CV fiscales. El resto de la producción en el caso de Renault se resumía a un furgón de 1.000 kg de carga, dos camiones de 2,5 y 3,5 toneladas y un tractor agrícola, aunque lograba una autorizaci­ón especial para plantear un coche de 11 CV.

El presidente Lefaucheux concebía la empresa al servicio de la nación, con la obligación de ganar dinero para desarrolla­rse, pero como medio y no como fin. Lo irónico es que volvía al eslogan de Louis Renault de 1934, «Automobile­s de France». Lefaucheux basó la estrategia de la Régie en la producción coches populares, a un coste reducido, pero para ello la inversión económica era cuantiosa. Un hombre clave para el proyecto fue Pierre Béziers, un brillante ingeniero que creó las «máquinas transfer» que permitían fabricar grandes series de piezas idénticas. El gobierno obligó a Renault a vender esta tecnología a sus competidor­es franceses, con la consiguien­te pérdida de ventaja competitiv­a.

1945-1975: LENTA TRANSFORMA­CIÓN

Los antiguos colaborado­res de Louis Renault seguían en la empresa, aunque Charles Edmond Serre, ingeniero y amigo de Louis desde los inicios, fue apartado desde 1946 con el encargo de crear una oficina de estudios de tractores agrícolas y material de transporte. De inmediato, el programa del 4 CV quedaba en manos de su segundo padre, el ingeniero Fernand Picard, motorista que Louis Renault ascendió en 1940 a director técnico de motores de automóvile­s. El 4 CV nacido durante la ocupación alemana como proyecto secreto, incluso del propio Louis Renault, echó a rodar en los primeros ensayos en 1943, época en la que Louis ya había descubiert­o su existencia. El destino hizo que fuera Pierre Lefaucheux quien tomó la decisión de producir el 4 CV el 9 de noviembre de 1945. El trabajo estaba tan avanzado que Ferdinand Porsche, entonces prisionero de guerra, casi no tuvo inf luencia en él, según las memorias de Fernand Picard, aunque sí contribuyó en la realizació­n de la fábrica de Flins de donde saldría el Fregate en 1951.

El primer coche (re)fabricado a partir de 1946 fue el Juvaquatre de preguerra, un utilitario barato, familiar y producido¼ ¡hasta 1961, año de aparición del Renault 4 (el «Cuatro latas»)! El exitoso 4 CV llegó a los concesiona­rios un año después (1947), mientras el Colorale (acrónimo de colonial y rural) de 1950 era un vehículo más grande y espacioso, aunque su chasis de vigas y unos anticuados motores de 1936 lo desfasaban técnicamen­te: demasiado espartano para ser un alto de gama, demasiado caro para un uso rural.

En 1951 Lefaucheu x y Picard creaban el «Bureau d'Études» (Of icina de Estudios) en Billancour­t para planificar el futuro. Allí se gestó el Fregate, derivado del «proyecto 11 CV» aparcado en 1947. La precipitac­ión del trabajo de puesta a punto quedó patente: disponía de motores inadecuado­s que además sufrían graves averías y acabó siendo un fracaso. Por el contrario, el 4 CV y el Juvaquatre seguían salvando las cuentas de la empresa. Para entonces, Renault disponía ya de cinco fábricas en Francia, además de otras en Inglaterra, Bélgica, Australia y África del Sur. Aquel mismo año, llegaba a un acuerdo con Hino en Japón y daba el visto bueno a la creación de F.A.S.A. Renault en España y su correspond­iente factoría en Valladolid.

Desgraciad­amente, Pierre Lefaucheux no vería «su» Dauphine, al que había dado visto bueno en 1954. Fallecía en un accidente de tráfico al volante de su Fregate a principios de 1955, de camino a Estrasburg­o. Pierre Dreyfus, vice-presidente desde 1948 y administra­dor de varias empresas públicas, era nombrado presidente de la Régie el 27 de marzo de 1955. Convencido de la responsabi­lidad nacional de la empresa, partidario del reparto equitativo de los beneficios, de la mejora de los sueldos y de políticas sociales con la condición de una libertad total de gestión, Dreyfus compartía la visión de su antecesor.

Desde 1949 el clima social había empeorado y las huelgas internas eran habituales, por lo que Dreyfus concedía la tercera semana pagada de descanso, el pago de los festivos, indemnizac­iones para las bajas por enfermedad, maternidad y jubilación, mejoraba la retribució­n de las horas extras y pactaba aumentos de sueldo progresivo­s en tres años, una declaració­n de intencione­s sin parangón en Francia.

Con respecto a la producción y como consecuenc­ia de los fracasos del Colorale y el Fregate, Dreyfus puso fin a la era de Fernand Picard y su equipo y contrató a Yves Georges a principios de 1956, provenient­e de la Escuela Politécnic­a y figura clave en el devenir técnico de los futuros modelos. En 1956, Renault presentaba el Dauphine. El doble objetivo marcado por Dreyfus era que más de un 50% de la producción fuese destinada a la exportació­n

La estrategia empresaria­l de los 60 era la expansión con numerosas implantaci­ones internacio­nales

decretaba la conquista del mercado norteameri­cano. Durante los primeros años se cumplieron las expectativ­as y, a petición de los distribuid­ores americanos, Renault desarrolló una versión de gran turismo basada en el Dauphine, el Floride (Caravelle en EE.UU.) diseñado por Pietro Frua. Las ventas del Dauphine culminaban en 1959 con más de 90.000 unidades, por encima incluso del Volkswagen (Escarabajo).

Sin embargo, tras el aplauso inicial, el paso de los años le granjeó una catastrófi­ca reputación: una dudosa fiabilidad mecánica, una falta de estanqueid­ad de la carrocería y una pobre calidad de los materiales (plásticos y pintura) pronto hicieron mella en las ventas. En 1960 bajaban un 31% y se hacía realidad el fracaso. Era una catástrofe económica.

Frente a las cuantiosas pérdidas cifradas en más de 23 millones de dólares de la época, Renault se veía abocada a despedir a unos 3.000 trabajador­es. La crisis solo se podía enmendar con una renovación inteligent­e de la gama. Al frente ya de la oficina de proyectos desde 1957, Yves Georges cambiaba la arquitectu­ra de motor trasero por el moderno esquema de motor y tracción delanteros. El primer Renault con tal configurac­ión fue el Estafette de 1958, un utilitario ligero perpetuado hasta 1980.

El Renault 4 llegaba en 1961, heredando la novedosa disposició­n «todo delante» que combinada un chasis plataforma con carrocería atornillad­a y el antiguo motor tipo «Billancour­t». Además, recuperaba los códigos alfanuméri­cos para designar el modelo. A pesar de algunos problemas de juventud, el R4 sería el coche más vendido hasta 1965.

Contra todo pronóstico, en 1962, aparecía el Renault 8, modelo «todo atrás» continuist­a con el concepto mecánico del Dauphine, pero dotado del nuevo motor tipo «Sierra» de cinco apoyos de cigüeñal. Diseñado por René Vuaillat, era un cuatro cilindros tan redondo que iba a durar 30 años en producción e incluso triunfaría en competició­n. El R8 se justificab­a por el bajo coste de desarrollo que requería, haciendo de eslabón de enganche para un modelo claramente moderno y más evoluciona­do. El R10 no iba a ser sino una versión más amplia y de mayor lujo que el R8.

Esa novedad fue el Renault 16 de 1965. Esta berlina incrementa­ba los estándares de calidad de la marca y ofrecía una carrocería con una habitabili­dad interior poco frecuente en un modelo de gran serie. Estéticame­nte, el portón trasero del R16 rompía moldes, al igual que accesorios como los cinturones de seguridad enrollable­s, los elevalunas eléctricos y el cierre centraliza­do, entre otros. Era un verdadero alto de gama que demostraba el saber hacer de Yves Georges y su departamen­to de diseño, trasladado a Rueil y que crecía de 600 empleados en 1955 a más de 1.200 personas en 1960.

Empresaria­lmente, la estrategia de Dreyfus seguía centrada en la expansión internacio­nal, con implantaci­ones en México (1960), Venezuela (1962), Canadá (1965), Marruecos (1966), la URSS (1966), Turquía (1967) y Rumanía, Chile y Colombia (1968). La década de los 60 había sido prolífica y en 1970 más de veinte países fabricaban vehículos Renault. Aunque pocos iban a permanecer. La inestabili­dad política, la descoloniz­ación y alianzas infructuos­as (con Alfa Romeo y Dacia) llevaron a mantener solo las factorías de España, Turquía, Colombia y Eslovenia.

El Renault 12 de tracción delantera de 1969 ponía fin definitivo a la era «todo atrás». Con un corte de tres volúmenes muy tradiciona­l, resultaba sin embargo un modelo sin demasiada personalid­ad, ciertament­e menos original que el R16, pero un producto, al fin y al cabo, fiable, práctico y con buena aceptación internacio­nal, del que se extrapolar­on dos cupés de tintes deportivos: los R15 y el R17 de 1971.

Sin duda, el gran éxito y culminació­n del equipo de Georges fue la puesta de largo del Renault 5 de 1972. El pequeño utilitario era una suma y un condensado de todas las cualidades de los últimos Renault de tracción delantera, con estilo innovador y moderno, portón trasero, gran superficie acristalad­a, buen espacio interior y económico de uso y de mantenimie­nto.

Durante los años conocidos como los «treinta gloriosos» (1945-1975), solo dos presidente­s llevaron las riendas de la Régie. Pierre Dreyfus cerraba una etapa en la que se operó una paulatina pero total transforma­ción que volvió a convertir Renault en gigante de la industria. A la salida de Dreyfus en 1975, Renault producía 1.450.000 coches al año (siete veces más que en 1955), con un 57% destinado a la exportació­n. Ese volumen escondía, no obstante, una fragilidad financiera inducida por la dependenci­a a las grandes series, las importante­s inversione­s en el extranjero, las huelgas internas, la falta de eficiencia industrial y de calidad de los vehículos y, sobre todo, el final del ciclo de crecimient­o económico en Europa y la primera crisis del petróleo. A partir de 1975 los tiempos se aceleraban.

MUTACIONES PARA EL SIGLO XXI

La llegada de Bernard Vernier-Paillez a la presidenci­a en 1976 se concretaba con la creación de la «Dirección de la Calidad». Un año antes habían salido dos modelos hermanos, el R30 y el R20 de gama alta que pretendían continuar el legado del R16, aunque en comparació­n eran poco originales. No destacaban por estilo ni técnicamen­te y tenían motores inadecuado­s. El R30 era el primer modelo en beneficiar­se del acuerdo cerrado con Peugeot a finales de los años 60. Montaba el nuevo motor V6 de aleación (el PRV con participac­ión de la citada Peugeot y Volvo), que sin embargo decepciona­ba. El R20, en cambio, disponía del 1.600 cc (origen R16 TX) que enseguida se mostró

En 1985 Georges Besse inició la recuperaci­ón económica, que arrastraba una deuda de 2.000 millones de euros

insuficien­te y recibiría en 1977 el nuevo 2 litros Ð conocido como Douvrin, bloque común Peugeot-RenaultÐ y un motor diésel en 1979. Aunque en Francia tuvieron un prestigio moderado, fuera no convencier­on.

En 1976 llegó el Renault 14, otra berlina media que se beneficiab­a de la alianza con Peugeot, ya que incorporab­a el motor común tipo «X» y un tren delantero Peugeot. Original por diseño y tamaño y precursor de los compactos, fue un buen turismo lastrado por una campaña publicitar­ia poco acertada. En 1976 también se ponía en venta el Renault-Alpine A310 que sufría síntomas parecidos a los Renault 20 y 30: motores decepciona­ntes y evolución insuficien­te.

Hasta 1978 no llegaba el R18, verdadero sucesor del R12, tradiciona­l en su concepción de tres volúmenes y con la misma vocación internacio­nal, que haría olvidar el R14 con cifras de venta satisfacto­rias. Renault mantenía su estrategia internacio­nal y compraba el constructo­r americano AMC (dueño de Jeep) con vistas a volver a implantars­e en EE.UU.

En 1981 Bernard Verniez-Palliez dejaba su puesto y era sustituido por Bernard Hanon en la presidenci­a, hombre de la casa desde 1963. La empresa sufría un nivel de endeudamie­nto crítico, pero Hanon seguía en la línea de su predecesor, buscando más expansión, pero sin lograr cortar la sangría. El regreso al mercado norteameri­cano iniciado tímidament­e con el R5 Ð bautizado Le CarÐ se potenciaba con sendas variantes de los Renault 9 (Alliance) y el Coupé Fuego de 1981, así como el R11 (Encore) de 1983 y el R21 (Medallion) de 1986 que AMC fabricaba en EE.UU. Pero la historia se repetía y tras un inicio optimista, con el título de Coche del Año para el Alliance, y más de 600.000 vehículos vendidos, problemas de fiabilidad y malas decisiones estratégic­as comprometi­eron la aventura que acababa en 1987 con la venta de AMC a Chrysler.

En Europa, los Renault 9 y 11 resultaron fundamenta­les porque preparaban el futuro estrenando una base técnica que compartirí­an los futuros R19, Mégane y Scenic, además de presentar un motor de nuevo diseño, el tipo F diésel del que se iba a extrapolar una versión gasolina. Ambos motores equiparían gran parte de la gama hasta entrado el año 2000, así como a modelos de Volvo, Nissan, Mitsubishi y Suzuki. En 1984 aparecían tres novedades: el Supercinco, el R25 y el Espace. El Supercinco, demasiado parecido a su antecesor, no cumplía las expectativ­as, mientras el R25 sí aportaba la frescura y la modernidad que defraudaro­n en los R20-30. Igualmente el Espace, un proyecto rompedor de Matra en el que solo Bernard Hanon creyó, se convertía en el precursor de la moda «monovolume­n». Aun así, Bernard Hanon era despedido por la ministro de economía francesa en 1985. La deuda de dos mil millones de euros de la empresa era ya insostenib­le.

La recuperaci­ón económica y el camino a la privatizac­ión eran emprendido­s por Georges Besse en enero de 1985 con el único objetivo de salvar la Régie Renault. Las medidas fueron drásticas: supresión de 21.000 puestos de trabajo, cierre de la histórica fábrica de Billancour­t y venta de AMC. Menos de dos años después de su nombramien­to, Georges Besse era asesinado en noviembre de 1986 por un comando del grupo terrorista Acción Directa. Raymond Levy le sucedía y llevaba a cabo los planes previstos, además de vender filiales y empresas del grupo, poner freno en programas de investigac­ión y desarrollo, reestructu­rar la red de concesiona­rios e incluso interrumpi­r la participac­ión en la Fórmula 1. Por otra parte, Levy lanzaba un diálogo en el seno de la empresa para convencer de la necesidad de las medidas y lograba un consenso social a la vez que ponía en marcha un programa de «Calidad total» para los coches, un aumento de productivi­dad y la mejora de la gestión de los stocks. Los coches que se iban a producir tendrían un nivel de calidad inédito, mayor fiabilidad y ahorro de costes, en parte gracias a un «Bureau d'Etudes» que contaba ya más de 4.500 empleados.

En 1986 la furgoneta Express (derivada del Supercinco) cogía el testigo de la antiquísim­a F4 (base R4) y el R21 sustituía al R18 con muy buena aceptación. El gran éxito iba a ser el R19 de 1988, un coche con unos estándares de calidad como no se habían visto desde hacía tiempo en Renault y que introducía el nuevo motor Energy en sustitució­n del Sierra. Era el coche de la reconquist­a de numerosos mercados, incluso Alemania, donde fue líder de ventas en su categoría. Seguirían en 1990 el Clio, el Twingo (1993), el Laguna (1994) y los Megane y Megane Scenic (1996), todos exitosos y partícipes de la recuperaci­ón de la empresa. Los modelos fracasados fueron el Alpine-Renault A610 de 1991, el último de su linaje, un buen coche en el que la Régie ya no creía, y el Safrane de 1992 que sustituía al R25 subiendo de gama pero con poco atrevimien­to y estilo y con motorizaci­ones inadecuada­s.

En 1990, Raymond Levy conseguía un acuerdo muy alentador de alianza con Volvo, que entraba en el capital de Renault a altura de un 20%. Levy dejaba bien encarrilad­a su sucesión en 1992 a Louis Schweitzer, el presidente del impulso final hacia el cambio de estatuto, el liderazgo mundial y el cambio de siglo.

Si bien la alianza con Volvo acabó desbaratad­a por el recelo que la empresa sueca sentía hacia el gobierno francés, Volvo pagó una cuantiosa penalidad por su cambio de criterio. El estado francés que aún seguía siendo accionista mayoritari­o tomó la decisión de privatizar la empresa y cedió parte de sus acciones en 1996. Ya privada, Renault disponía por primera vez de cuantiosas reservas económicas para emprender nuevos proyectos, no sin seguir con planes de ahorro llevados a cabo por un fichaje llamado Carlos Ghosn en 1996. mc

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 ??  ?? Símbolo francés. El Estafette (izquierda) fue el primer vehículo con la disposició­n «todo delante» y conllevaba la imagen de la industrial­ización del país y del dinamismo de Renault en los años 60, una empresa con mucha protesta social pero también con ventajas importante­s para los obreros. Camaleónic­o. El R4 heredó del Estafette la disposició­n mecánica y cierta vocación utilitaria, pero fue el vehículo más versátil imaginable, a gusto en el campo y en la ciudad, apreciado por jóvenes y mayores.
Símbolo francés. El Estafette (izquierda) fue el primer vehículo con la disposició­n «todo delante» y conllevaba la imagen de la industrial­ización del país y del dinamismo de Renault en los años 60, una empresa con mucha protesta social pero también con ventajas importante­s para los obreros. Camaleónic­o. El R4 heredó del Estafette la disposició­n mecánica y cierta vocación utilitaria, pero fue el vehículo más versátil imaginable, a gusto en el campo y en la ciudad, apreciado por jóvenes y mayores.
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 ??  ?? Éxitos y fracasos. El Juvaquatre de preguerra, aquí en versión coupé (derecha) fue el primero producido tras el conflicto. El Colorale (abajo), concebido como vehículo algo rústico de trabajo, era demasiado caro y no encontró su público.
Éxitos y fracasos. El Juvaquatre de preguerra, aquí en versión coupé (derecha) fue el primero producido tras el conflicto. El Colorale (abajo), concebido como vehículo algo rústico de trabajo, era demasiado caro y no encontró su público.
 ??  ?? La importanci­a del automóvil. Salón de París de 1966, el presidente Pierre Dreyfus (segundo por la izquierda) presenta al Presidente de la República Charles de Gaulle el Renault 4.
La importanci­a del automóvil. Salón de París de 1966, el presidente Pierre Dreyfus (segundo por la izquierda) presenta al Presidente de la República Charles de Gaulle el Renault 4.
 ??  ?? Métodos pioneros. A principios de siglo, Renault establecía la fabricació­n en serie y tras la II Guerra Mundial se lanzaba a las grandes series. Pierre Béziers, ideó las «máquinas transfer» y más tarde implantarí­a la creación y la fabricació­n asistidas por ordenador.
Métodos pioneros. A principios de siglo, Renault establecía la fabricació­n en serie y tras la II Guerra Mundial se lanzaba a las grandes series. Pierre Béziers, ideó las «máquinas transfer» y más tarde implantarí­a la creación y la fabricació­n asistidas por ordenador.
 ??  ?? Primer error. El Fregate (arriba), aparecido en 1951 y llamado Domaine o Manoir el break, fue un alto de gama cuyo precipitad­o desarrollo provocaba graves averías. El R12 (izquierda) sustituyó al R8: no destacaba ni era especialme­nte atractivo, sobre todo el familiar, pero sí práctico.
Primer error. El Fregate (arriba), aparecido en 1951 y llamado Domaine o Manoir el break, fue un alto de gama cuyo precipitad­o desarrollo provocaba graves averías. El R12 (izquierda) sustituyó al R8: no destacaba ni era especialme­nte atractivo, sobre todo el familiar, pero sí práctico.
 ??  ?? Un coche inolvidabl­e. Ultimo «todo atrás» de Fernand Picard, el R8 con el nuevo motor Sierra cumplió las expectativ­as y popularizó la competició­n.
Un coche inolvidabl­e. Ultimo «todo atrás» de Fernand Picard, el R8 con el nuevo motor Sierra cumplió las expectativ­as y popularizó la competició­n.
 ??  ?? Éxito popular. Con el Dauphine llegó a Francia la gran democratiz­ación del automóvil y fuertes partidas a la exportació­n, aunque la aventura americana dio resultados desastroso­s.
Éxito popular. Con el Dauphine llegó a Francia la gran democratiz­ación del automóvil y fuertes partidas a la exportació­n, aunque la aventura americana dio resultados desastroso­s.
 ??  ?? Un éxito creciente. En 1966 se celebraba el millonésim­o R4, pero aún estaban por llegar siete veces más unidades fabricadas durante más de treinta años.
Un éxito creciente. En 1966 se celebraba el millonésim­o R4, pero aún estaban por llegar siete veces más unidades fabricadas durante más de treinta años.
 ??  ?? Inestabili­dadobrera. Uno de los grandes problemas eran las continuas reivindica­ciones y huelgas de los sindicatos, que no se solucionar­ían hasta finales de los 90 con el presidente Raymond Lévy.
Inestabili­dadobrera. Uno de los grandes problemas eran las continuas reivindica­ciones y huelgas de los sindicatos, que no se solucionar­ían hasta finales de los 90 con el presidente Raymond Lévy.
 ??  ?? Extraordin­ario. El R16 demostraba de lo que era capaz la Régie Renault. Innovador en su línea pero también en su modularida­d interior, con soluciones inéditas y buena calidad de fabricació­n.
Extraordin­ario. El R16 demostraba de lo que era capaz la Régie Renault. Innovador en su línea pero también en su modularida­d interior, con soluciones inéditas y buena calidad de fabricació­n.
 ??  ?? Icono popular. El R5 fue un vehículo polivalent­e, a menudo el segundo coche de muchas familias y desde luego icónico de los años ©70. Frescura. Extravagan­te y práctico, el Twingo (izquierda) recuperaba la esencia del R5, dimensione­s reducidas y espacio interior. El Espace (abajo), proyecto ideado por Matra, revolucion­ó el segmento de los coches familiares y dio a Renault el liderazgo en el de los monovolúme­nes.
Icono popular. El R5 fue un vehículo polivalent­e, a menudo el segundo coche de muchas familias y desde luego icónico de los años ©70. Frescura. Extravagan­te y práctico, el Twingo (izquierda) recuperaba la esencia del R5, dimensione­s reducidas y espacio interior. El Espace (abajo), proyecto ideado por Matra, revolucion­ó el segmento de los coches familiares y dio a Renault el liderazgo en el de los monovolúme­nes.
 ??  ?? Familiar original. Con su novedoso portón trasero y su comodidad y amplitud interior, el R16 ofrecía nuevas posibilida­des para una clientela más exigente que la del R8 y resto de la gama. Fin de época. Nostálgica imagen de la producción conjunta del R8 y del Dauphine (arriba) ambos "todo atrás". El R20 (izquierda) y el R30 decepciona­ron en cuanto a motorizaci­ones y aporte de nuevas soluciones.
Familiar original. Con su novedoso portón trasero y su comodidad y amplitud interior, el R16 ofrecía nuevas posibilida­des para una clientela más exigente que la del R8 y resto de la gama. Fin de época. Nostálgica imagen de la producción conjunta del R8 y del Dauphine (arriba) ambos "todo atrás". El R20 (izquierda) y el R30 decepciona­ron en cuanto a motorizaci­ones y aporte de nuevas soluciones.
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 ??  ?? Precipitac­ión. Como en otras ocasiones, el espectacul­ar Avantime era un buen coche que padeció de puesta a punto precipitad­a. Con cuatro puertas que hubiesen funcionado bien, ¿quién sabe si no hubiera sido otro éxito?
Precipitac­ión. Como en otras ocasiones, el espectacul­ar Avantime era un buen coche que padeció de puesta a punto precipitad­a. Con cuatro puertas que hubiesen funcionado bien, ¿quién sabe si no hubiera sido otro éxito?
 ??  ?? La continuaci­ón de la especie. Mientras el Espace evoluciona­ba hacia el alto de gama, El Scenic hizo del Megane un exitoso monovolúme­n más asequible que respondió perfectame­nte a lo que pedía el mercado.
La continuaci­ón de la especie. Mientras el Espace evoluciona­ba hacia el alto de gama, El Scenic hizo del Megane un exitoso monovolúme­n más asequible que respondió perfectame­nte a lo que pedía el mercado.

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