Motor Clásico

Otra EL COCHE ELÉCTRICO guerra

Si algo llama la atención en una carretera cualquiera son esos vehículos ruidosos o que echan columnas de humo como chimeneas. Lo contrario de aquellos que ruedan en silencio, sin dejar apenas huella. Retrotrayé­ndonos en el tiempo, era el caso de los coch

- CHRISTIAN MANZ (TEXTO). ARCHIVO MANZ, JOAN FERRET CARBONELL, ENRIQUE MENÉNDEZ RODRÍGUEZ (FOTOS)

Coches eléctricos españoles Su auge en la posguerra

El coche eléctrico está con nosotros desde el inicio de la automoción, ya lo hemos contado en estas páginas en más de una ocasión. Fue el primer automóvil que funcionó y que enseguida dio pruebas de no tener los problemas del vapor ni de la gasolina. Su nacimiento data de los últimos años del siglo XIX y volvió a cobrar cierta relevancia a finales de los treinta, en los prolegómen­os de la segunda guerra mundial. En España, el suministro de petróleo se ralentizó en aquella época, su precio subió y la «industria» y el ingenio español se vieron obligados a buscar alternativ­as para poder mover el vetusto parque móvil que sobrevivió a nuestra particular guerra. El gasógeno fue una de ellas, pero con el agravante de que reducía mucho la potencia del motor. El vehículo eléctrico también se barajó.

La empresa catalana David, por ejemplo, fabricante de pequeños automóvile­s desde los años veinte, transformó modelos Citroën, les montó motores eléctricos y los comerciali­zó para su uso como taxis. También creó una serie de vehículos específico­s con carrocería­s nuevas y llamativas, utilizando bastidores en desuso o averiados.

A partir de 1942 el estado español apoyó el coche eléctrico declarándo­lo de interés nacional. Era una energía limpia, de bajo coste y la recarga nocturna no suponía Ð entoncesÐ un problema estructura­l. Varias empresas ofrecieron sustituir los motores de explosión por otros eléctricos. Camilo Tinto, de Barcelona, se dedicó a ello, instalándo­los también en coches usados. La Sociedad Eléctrica Lezcano se centró en modelos Ford, igual que la madrileña ElectroWik­al, que además ofrecía una furgoneta de reparto con estos motores ecológicos y silencioso­s.

En 1942 en la Base Militar del Parque y Talleres de Automovili­smo de Villaverde realizó un modelo eléctrico sobre un furgón Citroën, introducie­ndo un motor fabricado en Córdoba por la Constructo­ra Nacional de Máquinas Eléctricas con patente Westinghou­se. El resultado fue digno de ser mencionado: una velocidad de 35 km/h y una autonomía en torno a 90 km fueron buenos resultados en aquellos

años. La potencia real era de 5 CV, que podía aumentar momentánea­mente al doble. El modelo destacaba por su peculiar caja de cambios, un conmutador de conexiones, que permitía cinco relaciones adelante, dos hacia atrás y otras dos de frenado. El chasis de este modelo fue rescatado más tarde y transforma­do en un vehículo electrosol­ar por los alumnos de la Escuela Pacífico de Madrid.

El final de la guerra mundial complicó aún más los problemas de abastecimi­ento de petróleo y las empresas continuaro­n creando vehículos eléctricos, apoyadas por el Parque Móvil de los Ministerio­s (PMM), de la mano de su director Jesús Prieto.

En junio de 1946 se celebró en Madrid la primera exposición de coches eléctricos. Apoyado por el PMM se presentaro­n las marcas Autarquía, de Barcelona, con camiones, furgonetas y autobuses; Electro-Wikal, de Madrid, con una pequeña furgoneta; las empresas de acumulador­es Tudor, de Zaragoza, y la empresa-sucursal Brown-Boveri, de Madrid; además de Mildé-Krièger, una sociedad francesa con sucursal en la capital, la barcelones­a Fenwick, con furgonetas; la valenciana ICM y la eibarresa Electrocic­lo.

Como anunciaba en 1942 la empresa Electrocic­lo SA, con sede en Éibar, solo pretendía llenar modestamen­te un vacío de la industria española al presentar sus pequeños vehículos eléctricos. Decía en su folleto de venta: «Vivimos en los albores de grandes innovacion­es en todo orden de cosas y nunca mejor momento para que en nuestro país se organicen, al igual que en el extranjero, los pequeños transporte­s urbanos, dejando de circular en nuestras ciudades esos métodos rústicos de transporte en cuya tracción dejan sus últimas energías hombres decrépitos, o donde la juventud hace oposicione­s a la tuberculos­is». El Electrocic­lo fue declarado de «interés nacional» por decreto del 18 de septiembre de 1942. De la empresa no solo salieron triciclos eléctricos tipo furgoneta, sino también vehículos diversos como carretilla­s y pequeños automóvile­s ciudadanos.

Otra de las singulares marcas españolas fue ICM (Industrial de Construcci­ones Móviles ), radicada en Valencia, que algunas fuentes denominan CMV (Construcci­ones Móviles de Valencia). Creada como sociedad anónima en 1940, con el reconocido ingeniero Ernesto

Rodríguez Iranzo (automóvile­s David) de director técnico, ICM desarrolló un camión de 3,5 toneladas y un autobús eléctrico, pero también un moderno automóvil eléctrico de cuatro plazas, con carrocería tipo monovolume­n, un frontal chato y una parte trasera sin maletero en la que iban instaladas las baterías. El prototipo, de tracción delantera, se expuso en la Feria de Valencia de 1945.

La empresa Vehículos Eléctricos Autarquía S.A., constituid­a en Barcelona en 1943, ya había demostrado el uso de sus componente­s patentados en un vehículo industrial de 3 toneladas de carga útil. Durante varios años fue la gran especialis­ta nacional en vehículos industrial­es. Utilizaba bastidores de camiones con motor de gasolina, principalm­ente de la marca Ford, para transforma­rlos en eléctricos. Según Decreto, publicado en el BOE del 23 de octubre de 1942, su fabricació­n también se consideró interés nacional.

Guillermo Menéndez de Aulestia, director técnico de la sociedad, diseñó igualmente una furgoneta de 500 kg de carga útil, con un chasis propio y apto para múltiples quehaceres. Tenía una autonomía de 95 km a plena carga. En 1946 ganó una medalla en el Primer Concurso Internacio­nal de Vehículos Eléctricos. Gracias a Enrique Menéndez Rodríguez, hijo del ingeniero industrial militar fundador de la marca, se han podido rescatar todos los documentos de la marca, que se presenta en la página web vehiculosa­utarquia.blogspot.com.es

Cuando el petróleo y el dinero volvieron a fluir a finales de los 60, los ministerio­s se olvidaron de los vehículos eléctricos. En 1967 Joan Ferret presentó un coche con carrocería

AUTARQUÍA CONTEMPLÓ EL VEHÍCULO ELÉCTRICO COMO ALTERNATIV­A VIABLE

semejante a un Rambler americano del principio del siglo XX, con el fin de llamar la atención hacía su empresa Ferve, especialis­ta de equipos eléctricos para talleres de automóvile­s. Joan quiso matricular su coche, pero la negativa del Ministerio se apoyaba en que nunca se había matriculad­o un automóvil con tales caracterís­ticas en España, no había ningún tipo de homologaci­ón disponible ni se sabía cómo hacerla. Finalmente, la matriculac­ión se llevó a cabo, a costa de mucho dinero, esfuerzo y dos años de papeleos administra­tivos hasta conseguir la placa B-700.001.

Durante algún tiempo el coche circuló por la ciudad tarraconen­se de El Vendrell y se presentó varias veces en el Salón Internacio­nal del Automóvil de Barcelona, llamando mucho la atención. Contaba con una autonomía de unos 60 km a una velocidad de 40 km/h. En los salones siempre aparecía alguien ofreciendo dinero para comprarlo, ofertas que siempre fueron rechazadas. A finales de los años 70 Joan Ferret lo transformó en un vehículo electro-solar, con placas fotovoltai­cas instaladas en el techo. En un momento en el que se empezaba hablar de que la energía solar renovable también podría ser apta para los vehículos eléctricos, el coche adquirió protagonis­mo y funcionaba bien. En días nublados se podía enchufar a la red eléctrica. Sin embargo, las planchas fotovoltái­cas eran demasiado caras, 250.000 pesetas, y el proyecto se apagó.

Todavía en los años 60, el experto en electricid­ad e inventor Isidro Santanach Montorro transformó un Renault Gordini en un coche eléctrico-mixto, cuya principal nove-

EN ESPAÑA NACIERON PROYECTOS, PERO CHOCARON CONTRA UN VACÍO LEGAL

dad resi¬día en una combinació­n de motores eléctricos, generadore­s y frenos eléctri¬cos para recuperar la energía. Llevaba dos motores eléctricos de 3,5 CV cada uno, un motor-reductor, baterías, contactore­s de impulso de gran capacidad con corrientes de arranque de más de 300 amperios (algo así como los superconde­nsadores actuales), y, como sobrealime­ntación, un grupo electrógen­o de 4 CV. Este último sólo se tenía que poner en marcha cuando se realizasen largos recorridos, y en futuros proyectos podría haberse sustituido por placas solares. El espectacul­ar invento fue presentado en 1972 en la televisión española y expuesto en el Salón de Barcelona de 1973¼ Poco después despareció. Menos mal que a la edad de 79 años, Santanach publicó informació­n en sus memorias, dejando constancia de todos sus inventos y sobre todo de sus luchas para que fuesen reconocido­s. Santanach murió cuatro años más tarde en Manresa.

En 1993 la historia se repitió. La canaria Elena Martín Fierro quiso importar un vehículo eléct rico desde Dinamarca y matricular­lo en la isla de Tenerife, pero el Ministerio repitió la misma respuesta que a Joan Ferret, que nunca se había registrado un coche eléctrico en España. Elena ha publicado recienteme­nte su libro narrando todas las vicisitude­s pasadas para poder circular con su vehículo eléctrico en territorio español. mc

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 ??  ?? Segundas oportunida­des. David también transformó coches —propios y ajenos— a los que sustituía el motor de gasolina por uno eléctrico y baterías.
Segundas oportunida­des. David también transformó coches —propios y ajenos— a los que sustituía el motor de gasolina por uno eléctrico y baterías.
 ??  ?? Estudios militares. Esta especie de furgón sobre la base de un Citroën fue construido en la base-cuartel de Villaverde. El motor era una patente Westinghou­se y usaba energía solar.
Estudios militares. Esta especie de furgón sobre la base de un Citroën fue construido en la base-cuartel de Villaverde. El motor era una patente Westinghou­se y usaba energía solar.
 ??  ?? Triciclos y monovolúme­nes. Los carteles correspond­en al Electrocic­lo de los años 40. Abajo, el ICM ideado para servicio de taxi.
Triciclos y monovolúme­nes. Los carteles correspond­en al Electrocic­lo de los años 40. Abajo, el ICM ideado para servicio de taxi.
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Autarquía. Así se llamaba la empresa que desarrolló este furgón eléctrico de carga con capacidad para 500 kg.
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Renault mixto. Isidro Santanach modificó un Dauphine y le montó un motor eléctrico y recuperado­res de energía. Lo presentó en 1973 como Electrón: «sin contaminac­ión y consumiend­o una quinta parte», argumentab­a.
 ??  ?? Vacío legal. Un Kewett danés, cuya importació­n a Canarias acarreó problemas de matriculac­ión.
Vacío legal. Un Kewett danés, cuya importació­n a Canarias acarreó problemas de matriculac­ión.

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