EL MITO DE LA FURGONETA PSICODÉLICA
NO HUBO TANTOS HIPPIES
Las dos primeras generaciones de la furgoneta se asocian a menudo con florecitas y psicodelia. Pero eran vehículos de trabajo y por eso se vendieron en tal cantidad. Al volante de cualquiera de ellas, quizá hubo más fontaneros que hippies.
En 1967, Volkswagen lanzó la segunda generación de su furgoneta. También ese año fue el «Verano del amor» (no el de 69, como cabría pensar), el apogeo del movimiento hippie. Al vehículo posteriormente conocido como T2 no le llegaría el reemplazo hasta 1979, con la conocida hoy como T3. Para entonces, las drogas habían matado a Janis Joplin o Jim Morrison y desquiciado a Syd Barret o Jerry García. Muchos de los hippies que no acabaron como ellos se transformaron en aburguesados oficinistas. Y se habían vendido casi tres millones de T2. Ni hubo tantos hippies, ni todos se compraron una Volkswagen.
Entre los vehículos pintarrajeados de aquella guisa, los más célebres seguramente son el Rolls-Royce Phantom V de John Lennon, el Porsche 356 C Cabriolet de Janis Joplin y el autobús de dos pisos Midland Red LD8 en la portada de «Magic Bus», de Los Who. En las fotos del «Sendero Hippie», la peregrinación de miles de niños-bien a la India o al Nepal en busca de iluminación y estupefacientes, se ve sobre todo autobuses y tantos Land Rover o furgonetas Bedford como Volkswagen T2. Los niños-menos-bien hacían auto stop.
En España, ni hippies ni furgonetas Volkswagen. Alguno apareció por Ibiza y Formentera, pero la producción nacional de melenudos eran los «yeyé». No tenían la faceta contracultural, eran melenudos dentro de un orden, melenudos del Régimen. Y aquí, igual que la cinta adhesiva era «el celo», la batidora «la minipimer» y el motor de arranque «el bendis», la furgoneta era «la DKW».