Motor Clásico

Mercedes-Benz 250 CE Un ex Beatles a subasta

- MANUEL GARRIGA (TEXTO) PERE NUBIOLA / ARCHIVO (FOTOS)

«Baby you can drive my car, and maybe I’ll love you», decía la canción que abre el álbum «Rubber Soul», lanzado por los Beatles en 1965. La primera frase de esa estrofa podría convertirs­e en realidad para el ganador de la subasta on-line en la que Catawiki ofrece —sin precio de reserva— este Mercedes que fuera de George Harrison, expuesto en el stand de Auto Storica del Salón Rétromobil­e de París.

Poco puede decirse que no se haya contado ya del grupo más famoso de la historia del rock. La vida y la obra de sus cuatro miembros han sido radiografi­adas hasta el más mínimo detalle, sin olv idar los diversos coches que pasaron por sus manos durante los diez años que la banda de Liverpool estuvo en liza; y es que aparte del famoso Phantom V con decoración psicodélic­a y los cuatro Mini personaliz­ados (ver recuadro), los Beatles fueron dueños de una larga retahíla de automóvile­s deportivos, lujosos y preferible­mente «Made in England», aunque no siempre.

Es sabido que a Paul McCar t ney le chif laban los Aston Martin (tuvo tres consecutiv­os DB 4, DB 5 y DB 6), que Ringo Starr se distinguía por sus gustos eclécticos (Facel-Vega II, Ford Mustang 289, Chevrolet Bel Air) y que John, pese a tener coches exóticos y potentes (como un Ferrari 330 GT 2+2 o ¡dos! Iso Rivolta Fidia S4) era un pésimo conductor. Menos conocida es la pasión de George Harrison, el más joven del grupo, por el mundo del motor y la competició­n.

Una vez dijo que su recuerdo más antiguo era la imagen de un Jaguar XK 120 compitiend­o con un Mercedes 300 SL en una carrera. Como seguidor de la Fórmula 1 trabó amistad con varios pilotos, incluido Jackie Stewart, al que había conocido en el Gran Premio de Mónaco de 1961. Tras la ruptura de los Beatles se hizo asiduo de los paddocks y dio fiestas para la gente de las carreras en su finca de Henley-Upon-Thames, a las que acudían James Hunt y Emerson Fittipaldi. En 1979 incluso se subió al

volante del Lotus 18 de Stirling Moss para tomar parte en una manga del Gunnar Nilsson Memorial Trophy, celebrada en Donington Park. Y a finales de los años 90 era frecuente encontrarl­e en el Festival de Goodwood.

Aunque a lo largo de su v ida tuvo vehículos muy interesant­es (Ferrari 365 GTC, Dino 246 GT, Porsche 930 Turbo), la inclinació­n de Harrison por las marcas inglesas siempre estuvo clara desde su primer coche, un Ford Anglia 105 E —entonces Ringo usaba un Ford Zephyr Zodiac Mk II cuyo gran maletero le permitía transporta­r la batería y McCartney tenía un sencillo Ford Consul Classic—, que iba a dar como entrada de un Jaguar Mk2 En los años 90 adquirió uno de los primeros superdepor­tivos McLaren F1 (chasis número 25) y un excéntrico monoplaza de calle LCC Rocket, fabricado por Chris Craft y diseñado también por Gordon Murray.

¿Y Mercedes? La marca de la estrella siempre fue especialme­nte amada por los miembros del cuarteto de Liverpool (y por los músicos en general). Ringo solía conducir un 280 SE 3.5 coupé (1962) que quedó destrozado tras perder el control del volante en una rotonda de

DURANTE DOS DÉCADAS ESTUVO EN MANOS DE LA FAMILIA HARRISON

Kingston; luego lo convirtió en un cubo de chatarra que tenía expuesto en su casa. Como propietari­o de un roadster 190 SL (1960), un sedán 190 E 2.3 AMG (1984) y un cupé CL500 AMG (2000) su fidelidad a Stuttgart no ofrece dudas. Lennon tuvo un 230 SL (1965) pero por su deficienci­a visual prefería no conducir y compró una limusina 600 Pullman (1970) que usaba con chófer. Cuando se fue a vivir a Nueva York con Yoko Ono le vendió este coche a Harrison (que tenía ya otro igual) y se hizo con un enorme y anodino Chrysler Town & Country (1972) verde para moverse con discreción entre Manhattan y su propiedad de Long Island. Ocho años más tarde lo sustituyó por un 300 TD (1979) nuevo. El W123 era el primer Mercedes familiar con motor diesel importado a EE UU. Este sería el último coche del autor de «Imagine» antes que muriera asesinado por Mark Chapman, delante del portal de su casa, el 8 de diciembre de 1980.

En cuanto a Harrison, aparte de las dos limusinas 600 poseyó diversos modelos, entre ellos un 560 E negro (1986) con el que se gastó una fortuna personaliz­ándolo en AMG y al final regaló a su amigo Jeff Lyne, líder de la Electric Light Orquestra, pero el primero de todos sus Mercedes fue este 250 CE de 1970. Según algunas fuentes, el autor de «Here comes the sun» se lo compró a su padre y lo tuvo solo durante un par de años, de 1979 a 1981, para cedérselo o vendérselo luego a su primo hermano Paul Harrison. Pero otras apuntan a que, en realidad, fuera el propio Beatle quien adquiriese el Mercedes nuevo y registrara como titular a su progenitor, Harold Heargraves Harrison, cuyo nombre figura en el libro de servicio.

SUBASTADO EN UNA FERIA DEL DISCO DE COLECCIÓN, LLEVA EN BARCELONA DESDE 1991

Varias anotacione­s en dicho libro indican que el 250 CE era mantenido por la propia compañía de George, Harrisongs Ltd, lo cual hacer pensar que se trataba de un apaño fiscal o contable más que de un verdadero vehículo de empresa. En 1990 Harrison fundó una nueva sociedad, Handmade Films, y este coche ya no figuraba entre sus activos. En agosto de 1989 había sido vendido en una subasta de Christie´s llamada Pop Sale por un precio estimado de entre ocho y diez mil libras esterlinas a un personaje también relacionad­o con el mundo de la música, Mark Hayward, director de Vinyl Experience.

Pero Hayward apenas lo tuvo poco más de un año, pues en otoño de 1991 el coche llegaría a Barcelona para la séptima Fira del Disc de Col·leccionist­a, celebrada en el antiguo mercado del Born (también sede del salón Auto Retro, entonces en su etapa más brillante) que organizaba el ya fallecido periodista musical Jordi Tardà. El Mercedes salió a subasta entre varios objetos de memorabili­a rockera y aunque no recibió ninguna puja al final fue adjudicado por su precio de salida (dos millones de pesetas) a otro empresario del sector, Manel Roures, propietari­o de las tiendas Nou Disc, quien iba a conservarl­o en su poder durante casi dos décadas.

Se trata, pues, de un vehículo en estado prácticame­nte original —sabemos que fue repintado al menos una vez en su tono original rojo metalizado— que ha tenido tres dueños, de los cuales solo el primero (la familia Harrison) lo utilizó con cierta regularida­d realizando la mayor parte de de las 89.000 millas que marca su odómetro. Ni Hayward ni Roures han usado el coche apenas aunque sí lo han mantenido en condicione­s. Tanto su motor seis cilindros en línea de 2,5 litros y 150 CV como su caja de cambios automática y sus frenos de disco servoasist­idos funcionan perfectame­nte. Dispone de dirección asistida, cierre centraliza­do, techo deslizante y antena eléctrica. Ahora en manos de Auto Storica, el Mercedes-Benz de George Harrison salta al mercado dispuesto a que un nuevo dueño se sienta conquistad­o por su estrella: «¡Beep beep yeah!». mc

CATAWIKI LO SUBASTARÁ SIN PRECIO DE RESERVA Y ESTARÁ EN EL RÉTROMOBIL­E DE PARÍS

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 ??  ?? «Ticket to ride». El primero de los diversos Mercedes que poseyó Harrison es este 250 CE (C114). Su historial es conocido al detalle y el estado actual cabe calificarl­o de casi perfecto.
«Ticket to ride». El primero de los diversos Mercedes que poseyó Harrison es este 250 CE (C114). Su historial es conocido al detalle y el estado actual cabe calificarl­o de casi perfecto.
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 ??  ?? Historial certificad­o. El libro de mantenimie­nto y otros documentos acreditan que el coche estuvo registrado a nombre de la empresa del propio George, Harrisongs Ltd.
Historial certificad­o. El libro de mantenimie­nto y otros documentos acreditan que el coche estuvo registrado a nombre de la empresa del propio George, Harrisongs Ltd.
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En las carreras. La pasión de George Harrison por el motor le llevó a trabar amistad con James Hunt, entre otros pilotos. Aquí le vemos en el Gran Premio de Mónaco, y con diversas figuras de la competició­n.
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«Baby you're a richman». Epítome del lujo en los años 70 para quien tenía un coche así. El MBtex de los asientos no es cuero pero lo parece. La bella madera del salpicader­o sí es totalmente auténtica.

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