En sus esculturas caricaturescas, el argentino Guillermo Forchino encontró una manera de hacer arte con sentido del humor.
Las esculturas de Forchino podrían haber salido de un cómic de Francisco Ibánez. Figuras aparentemente deformes y grotescas marcan el estilo de este artista argentino, al que de crío le gustaba hacer figuras con miga de pan.
ALord Richard Walter le gustaba pavonearse al volante de su bólido de carreras de doce cilindros. De pequeño, en la escuela, sus profesores solían reprenderle por su constante falta de atención, augurándole un futuro poco halagüeño de mantener esa actitud distraída y distante. Por eso, con el correr de los años y ya convertido en un «gentleman» de éxito, cada vez que conducía su coche de ruedas deshinchadas, adoptaba ese porte arrogante y orgulloso, dejando que la velocidad airease su generoso bigote…
Esta es la interpretación que Guillermo Forchino da a su obra titulada «El Gentleman», sobre estas líneas. Todas sus esculturas representan su particular forma de ver la vida y tienen una historia detrás. Los personajes y los vehículos que moldea con sus manos se debaten entre la crítica y la comicidad. Son seres y situaciones tragicómicas tratados con humor y descaro: «Considero un figura terminada cuando la miro y me hace sonreír».
Nacido en la ciudad de Rosario, en 1952, estudió en la Facultad de Bellas Artes de la ciudad y pronto viajó a Europa para continuar su aprendizaje en la universidad de La Sorbona, en París. Inicialmente se dedicó a la res- tauración de obras de arte y en los años ochenta empezó a crear una serie de personajes grotescos. Para darles forma, sigue usando distintas técnicas y materias primas: para las cabezas de las personas, por ejemplo, emplea papel maché o pasta Cernit; y para el resto del cuerpo, epoxi, plastilina o «clay», una mezcla de arcilla y cera. Después de dibujar un boceto, los coches los talla en un bloque de poliestireno extruido o directamente con arcilla. En los detalles también echa mano de alambre, tela, hojas de metal o lo que le inspire.
Desde hace unos años, Forchino es uno de los animadores de los pasillos de Rétromobile de París destinados a artistas internaciones de diferentes ámbitos: pintura, escul-
MÁS ALLÁ DE LA TÉCNICA, FORCHINO TRATA DE HACER ARTE CON UN ESPECIAL SENTIDO DEL HUMOR
tura, artesanía… Allí, en la capital de la luz, tiene un taller donde sigue haciendo crecer su familia de «Desafinados», título de su primera colección presentada a principio de los noventa. En aquella serie surgieron ya escenas automovilísticas que representaban a familias yendo de vacaciones en caravana, atiborrados de cachivaches y con las ruedas del coche desinf ladas, y parejitas en descapotables en actitud amorosa.
Forchino traslada la caricatura propia de los cómics a las tres dimensiones y da lugar a hilarantes héroes de pacotilla con formas graciosamente amorfas: chicas de curvas voluptuosas, jefes con cara de engreído, viejos de ojos saltones y desdentados o jipis barbudos con flores en el pelo y mirada ausente.
Aunque ha trabajado rostros y figuras de profesiones de diferente índole —abogados, cirujanos, enfermeras, ingenieros, cocineros…—, los automóviles le han inspirado muchas escenas. Unos son fácilmente identificables y otros parodian su finalidad, como el autobús repleto de gente o el camión de bomberos «que corre veloz a salvar al gatito Mimi de la encantadora Maria Alicia», según se lo pudo imaginar el propio Forchino.
En clara alusión a su compatriota Juan Manuel Fangio, realizó «El Fireball». La escultura es un biplaza rojo que representa al piloto argentino conduciendo lo que parece un Ferrari Testa Rossa, salpicado por el barro y las manchas de aceite. En «El Campeón» reproduce otro Ferrari de Fórmula 1 más reciente, con el morro del coche sujeto por correas y alambres y patrocinado por «Madburro». Y en «La Bohème», una pareja de jóvenes franceses viajan con su perro Aramis en un destartalado Citroën 2CV. Ella lleva encima una cesta de frutas y el limpiaparabrisas ha dejado huellas de su desgaste en el cristal. El cuidado por el detalle más ínfimo es una constante en el argentino.
AC Cobra, Porsche 356, Cadillac Eldorado, Ford Mustang, la Volkswagen furgoneta del grupo jipi, el Rolls-Royce de «La duquesa», un Jeep de patrulla, el coche de policía, la pickup de la mudanza o la ambulancia del servicio de emergencia mental forman parte de la lista de vehículos caricaturizados.
Entre mesas y estanterías repletas de cintas, rollos de tela, pinceles, pinturas, ceras y todo cuanto usa para trabajar, Forchino atesora en su estudio parisino los originales, que pueden medir entre 80 y 55 cm de longitud. Para su comercialización, llegó a un acuerdo con una empresa china que los reproduce en series limitadas y numeradas. Las copias se hacen a diferentes escalas en resina y poliuretano y se pintan a mano, supervisadas por el propio artista. El valor de estas réplicas —dependiendo la escala— puede oscilar entre 120 y 260 €. El original… no tiene precio. mc
DE CRÍO HACÍA FIGURAS CON MIGA DE PAN. HOY SU OBRA SE EXPONE EN GALERÍAS DE ARTE