Motor Clásico

Manivela de arranque

- por Jesús Bonilla

Creo recordar que fue de los últimos al que perdí la pista. Debió ser en plena edad del pavo, cuando otros menesteres me tenían más entretenid­o que los cochecitos y mi madre aprovechar­ía para hacer limpieza. Eso o algún amante de lo ajeno me lo birló. Teníamos unos vecinitos a quienes les encantaban los juguetes de mi hermano y míos.

El caso es que aquel Porsche 917(K) de Pilen de 1/43 me tenía enamorado. Lo aparcaba en el cabecero de mi cama. Era de un color azul metalizado, con pegatinas de Gulf en los pasos de ruedas delanteros, una de Champion en el lateral y el número 69 en las puertas. Sólo se movía el capó trasero, para dejar ver el 12 cilindros —entonces no sabía nada de motores bóxer o en V a 180º— y una rueda de repuesto.

Después de plantear este número, me ha vuelto a picar el gusanillo de comprarme uno. A la maqueta me refiero. Y acabo de ver por enésima vez la película «Las 24 Horas de Le Mans».

Steve McQueen logró transmitir perfectame­nte no sólo el ambiente de esa carrera, sino la tensión y las dotes que debía de requerir conducir ese coche. Medio tumbado más que sentado en el espartano baquet, en un interior claustrofó­bico, con 600 caballos tronando en la nuca y empujando como demonios y peleando con un volante, unos pedales y un selector del cambio que me imagino toscos y rocosos para nuestro delicado tacto de hoy día.

Ahí estaban los Hermann, Attwood, Larrousse, Piper, Elford, Siffert, Redman y otros superando los 300 km/h en la recta de Hunaudière­s, en Le Mans. Y, ojo, que luego había que echar el ancla antes del codo a derecha en la curva Mulsanne.

Era otra época, otra conducción. Eran pilotos de otra pasta. Cuando escribo estas líneas acabo de recibir la noticia del fallecimie­nto de otro Grande: Niki Lauda. He buscado el motivo por el cual no le recuerdo en el G.P. de España de 1981, en el Jarama, al que asistí con doce años. Lauda hizo un paréntesis aquella temporada para ocuparse de sus negocios. Regresó al circo de la F1 al año siguiente. El triple Campeón del Mundo (1975, 1977 y 1984) demostró su valía en los circuitos y su coraje tras el grave accidente en Nürburgrin­g en 1976, que a punto estuvo de costarle la vida. Pero ni el «Infierno verde» pudo con él y seis semanas después volvió a subirse al Ferrari 312T. Y aunque aquel año, su archienemi­go James Hunt (McLaren) aprovechó su convalecen­cia para arrebatarl­e un título que casi tenía en el bolsillo antes del aciago G.P. de Alemania, Niki Lauda volvió a coronarse Campeón la temporada siguiente. D.E.P. mc

«Niki Lauda, como tantos otros, demostró una valía y un coraje que iban más allá del pilotaje»

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