Motor Clásico

A ambos lados de la barrera

LENCINA, UNA PROMESA EFÍMERA

- por Ricardo Muñoz

Comenzó a correr en el I Firestone de 1967, recién cu mpl idos los 18 años. José Manuel Lencina rápidament­e despuntó con su Mini, con el que estuvo a punto de ganar el Campeonato de España de Turismos. En una época en la que abundaban los «gentleman drivers», su juventud y su valentía irrumpiero­n en el automovili­smo deportivo como un elefante en una cacharrerí­a.

Después de su victoria absoluta en el Rallye 2.000 Virajes de Manresa (entonces el Campeonato de Rallyes se dividía en GT y Turismos), compartí el asiento de la derecha de su Mini. Fue en el Rallye del Club 600 de Barcelona, a finales de 1968. Arrancamos bien. Íbamos clasificad­os entre los primeros y con el máximo enemigo de José Manuel, Alberto Ruiz-Gimenez, padeciendo problemas de segmentos en el R8 Gordini oficial de FASA.

Pero en medio de una cuesta, cerca del Montseny, el Cooper S se paró. Entonces sucedió algo semejante a lo de Luis Moya con Carlos Sainz en el RAC de 1998. Con muchos nervios, tratamos de arrancarlo en vano. Le di unos golpes a un antibloque­o que llevaba el Mini, y el coche siguió rodando a duras penas. Volvió a pararse enseguida. La corriente no llegaba. Vuelta a abrir el capó, cerrar el cortacorri­ente y… otro saltito y… parado de nuevo. Desesperad­os, comenzamos a mirar qué podía ser. Al final descubrimo­s que, aparte del cortacorri­ente principal, había otro de serie, debajo de los asientos traseros, que ni el propio José Manuel sabía que existía. Para entonces, nos habíamos hundido en la clasificac­ión: décimo sextos. Lo peor es que como tuvieron que empujarnos, arrastró una penalizaci­ón en el Costa del Sol de 15 días después. Lencina perdió el Campeonato en favor de Alberto Ruiz-Giménez.

Pero como había despuntado, el equipo Repsol-Jolly Club lo alineó al año siguiente en un programa mixto en España y en el extranjero con coches italianos. Ahí

también llamaron la atención sus buenos cronos, y su ardor. En el Rallye de Sestrieres chocó contra el Fulvia oficial del mismísimo Stirling Moss, que estaba cruzado en medio de la carretera. Ese año tampoco tuve suerte con él. Tuvimos que retirarnos en el Costa del Sol, el último del acuerdo de Repsol con el Jolly Club. Entonces fue la maldita llave para sacar las bujías del Fulvia, que ni los mecánicos italianos tenían. Al año siguiente, el Jolly inscribió en el Montecarlo tres Fulvia HF, pero, desgraciad­amente, la ruptura con Repsol abortó la participac­ión de Ruiz-Giménez, Doncel, Lencina y yo mismo.

En 1971, compartió los Porsche de la Repsol y logró varias victorias. Y alguna mala suerte colateral. En el Rallye de la Rioja se incendió el Porsche de Doncel y Ruiz-Giménez perdió el Campeonato, que fue a parar a manos de Lucas Sainz y su Alpine de FASA. Ello llevó a la Escudería Repsol a abandonar los rallyes y centrarse en los circuitos.

Ahí Lencina volvió a destacar en Fórmula 1430, al volante de un Lince; y también con un Porsche 908 alquilado. Con el coche que fuese, seguía demostrand­o que era uno de los pilotos más rápidos de su época. Más tarde su espíritu inquieto le llevó a recomprar el Porsche 911 supervivie­nte de la Repsol. Con él ganó varios rallyes en 1972.

Pero antes sucedió una circunstan­cia que hubiera podido cambiar su carrera. A finales de 1972, con la irrupción del equipo Seat en los rallyes, se vio que un privado, que corría gracias a una publicidad y a los premios de las carreras, no tenía nada que hacer frente a una escudería oficial. Sin embargo, José Juan Pérez de Vargas, director deportivo de Seat, ofreció a Lencina un 1430 para el 2.000 Virajes. La juventud y cierto orgullo, le llevaron a rechazar la oferta, aduciendo que él acababa de bajarse de un Porsche 911 y no iba a montarse en un Seat casi de serie, de escasos 100 CV. Vargas le cedió entonces el coche a Antonio Zanini, quien, gracias a una serie de carambolas, ganó la prueba manresana y se convirtió en el número uno de Seat durante muchas temporadas. Lencina perdió así el tren deportivo y España uno de sus pilotos más prometedor­es. mc

«Después de pilotar un Porsche, rechazó una oferta de Seat para conducir un 1430. Ahí perdió el tren»

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