Motor Clásico

Desde mi box

MÓNACO 43

- por José María Rubio

Quizás este título no diga gran cosa a nadie. Es un número que podría referirse al Licor 43 de la empresa Zamora, de Cartagena, que, según la leyenda está fabricado a partir de 43 distintos cítricos. Pero aunque un tío mío fue gobernador militar de Cartagena, este número no tiene nada que ver con aquella ciudad costera. Escribo estas líneas pocas horas antes de salir hacia Montecarlo, en el que será mí 42º G.P. de Mónaco. En 2017 opté por la Indy, así que las cuentas están bien hechas.

En el Principado debuté profesiona­lmente en 1977, al mismo tiempo que el piloto italiano Riccardo Patrese. Después de 43 años, las calles monegascas siguen siendo las mismas, con un poco más de seguridad, pero nada más. Lo que sí ha cambiado es el entorno. Ya no existe la pensión a la que íbamos Javier del Arco, Francesc Rosés o María Ángeles Pujol, en la «rue de la Turbie». Aquel primer viaje realizado en compañía de Jorge Botella, en un Seat 127 de color bronce —matrícula NA 2898 E—, quedará siempre en nuestra memoria como una gran aventura.

Pero si el recuerdo de aquella primera carrera es imborrable, lo es más aún el final de la carrera de 1988, con Senna atrapado en la barrera del «Portier». Lo contamos en el libro que se presentó poco antes de cumplirse el 25 aniversari­o de su fallecimie­nto, pero nunca he visto a nadie que pilotara de esa forma en las calles del Principado. Aquella comunión con el circuito más complicado del mundial era tan especial que había que creer a Ayrton cuando decía que, en muchas ocasiones, era Dios el que le guiaba. Sin duda tuvo unas inspiració­n divina a la hora de marcar la «pole» y dejar a Prost a casi un segundo y medio y eso que el francés era considerad­o «Mr. Mónaco», y hacerlo con el mismo coche que el galo era una osadía tan grande que ni Prost se lo podía creer.

Finalmente, en su éxtasis, Senna chocó y se fue a casa directamen­te. Esa fue una de las anécdotas más insólitas de las protagoniz­adas por Ayrton, que

nunca pudo compartir parrilla con Adrián campos en Mónaco. Aquella estrechez era casi claustrofó­bica para el de Alcira, que en ninguno de sus dos años en Mónaco logró clasificar­se. Senna le dijo una vez a Adrián que en la biblia encontrarí­a muchas respuestas a preguntas. Pero aun hoy en día Adrián no ha confesado si de verdad fue a buscar la respuesta de sus dos fiascos en Mónaco a la biblia de Ayrton.

Senna nunca encontró explicació­n a su accidente debido a una desconcent­ración momentánea y, sobre todo, a su carácter ganador. No podía consentir que otro hiciera la «pole» y, sobre todo, no se conformaba con ganar por un segundo, quería hacerlo por un minuto. Esa era la ventaja que llevaba a Prost antes del accidente.

Pero Mónaco es más que carreras. Ahora la cosa es más selecta, menos amigable, más de «security» y, no por ello, es más exclusivo. Siempre decimos que los tiempos pasados fueron mejores, y es que para los que hemos conocido otras épocas, esa frase es auténticam­ente cierta. Lo que era Mónaco no lo es ahora. Las fiestas elegantes, accesibles, cenas en el hotel Loews de la época, espectácul­o, casino, el glamour en definitiva, ha cambiado. Ahora las nuevas generacion­es de aficionado­s se conforman y disfrutan con un botellón en la «Rascasse» y música a tope

Mónaco tiene, además, el encanto de ser una carrera diferente. Lo es ya por entrenarse el jueves y lo es también por la ausencia de los rígidos controles impuestos por la FOM. Mónaco es una carrera a su aire, organizada por el Automóvil Club y sin las apreturas contractua­les del resto. No hay F3 y habrá Fórmula Renault, precisamen­te porque Renault es uno de los socios prioritari­os del Automóvil Club a la hora de apoyar el evento. Hasta las cámaras de TV no son la de la F1. La retransmis­ión la realizan las cámaras de la TF1 francesa habitualme­nte. Todo es diferente y las incomodida­des de acceso se dan por bien empleadas. Escaleras, pasarelas, subidas y bajadas interminab­les se obvian y son como un paseíllo para los pilotos hasta llegar a su coche. Mónaco es diferente a todo y en esos 43 años no puedo decir que los cambios hayan mejorado el espectácul­o. mc

«No se conformaba con sacar casi un minuto a Prost. Senna quería más»

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