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Tour Auto

La gran ruta francesa

- UNAI ONA (TEXTO Y FOTOS)

La escudería Repsol Classic volvía a ser la única representa­ción española. Luís Delso y Carlos de Miguel, veteranos ya de esta competició­n, se i n sc r ibieron en la c ategor ía de velocidad con un Alfa Romeo Giu liet ta Spr int de 1959. Con él acariciaro­n el podio el año pasado en la clasificac­ión del Índice de Performanc­e, que tiene en cuenta y promedia la cilindrada y el año del coche. Entonces, la rotura del embrague les aguó la fiesta el último día de carrera.

En esta ocasión iban a ser los frenos. Ya al final de la primera etapa París-Dijon, encontramo­s a los mecánicos españoles afanados en el Giulietta. Aunque como ellos, el parque cerrado era una estampa de coches desmontado­s, piezas por el suelo, motores al aire y manos llenas de grasa tratando de recomponer las heridas del primer asalto. Entre medias de ese caos organizado, Carlos de Miguel tuvo la deferencia de presentarn­os a dos invitados de excepción, ni más ni menos que Alain Prost y Ari Vatanen.

Por la mañana, después de la puesta en marcha desde el Grand Palais de París, en el primer tramo cronometra­do, Luís y Carlos terminaron en la octava posición, de los 120 concurrent­es en la categoría Velocidad VHC. La competició­n comenzaba bien. Luego, sin embargo, en el circuito de Dijon, la cosa se empezó a torcer.

La segunda etapa continuó con rumbo sur, entre Dijon y Lyon a lo largo de 500 km. A las siete de la mañana, con niebla y frío, arrancó el primer participan­te. Tras cruzar una veintena de pueblos llegaron al circuito de Magny-Cours. Allí, Luís se las vio y se las deseó para mantener el Alfa Romeo por lo negro de la pista. Los frenos seguían dando guerra y en alguna curva usó la escapatori­a para no terminar mal parado. Aun así, logró acabar la prueba, a una vuelta del Ford GT40 ganador, el de los británicos Wilson-Williams.

Sin t iempo para reparar nada, la últ ima especial tenía lugar en torno a la localidad de Marchampt. A 200 metros de la salida, en una paella a izquierdas en subida, llena de público en la cuneta, los frenos del Giulietta dejaron de funcionar. Gracias a los ref lejos de Luis, el Alfa terminó contra otro vehículo aparcado, un susto monumental y el frontal visiblemen­te dañado. No había posibilida­d de llegar al parque cerrado y reparar. Ahí acabó el Tour para los nuestros.

Pero la competició­n proseguía. En velocidad, los locales Lajournade-Bouchet (Jaguar E-type) mandaban en la clasificac­ión provisiona­l y los argentinos Hinrichsen­Mayo (Maserati 200 SI) hacían lo propio en regularida­d. Así, comenzaba la tercera etapa, cuyo recorrido viraba al oeste, hacia Vichy. Fueron 400 km sin ningún circuito, serpentean­do por la región de Auvernia-RódanoAlpe­s. He de hacer un inciso para elogiar a la afición gala, apostada en la curva más recóndita, con su coche moderno y muchos con clásicos, esperando ¡durante horas! el paso de los corredores, haciendo sus picnis, quedadas entre amigos y, en def initiva, dando aún más brillo al Tour. En un tramo nos cruzamos con una abuelita que parecía ir a comprar el pan, y en cuanto empezaron a aparecer los coches de carreras, sacó su teléfono y estuvo sacándolos fotos como cualquier chaval de 15 años.

HAMONIAU-LOTTHE (FERRARI 250 GT LUSSO) GANARON IN EXTREMIS EN REGULARIDA­D

Si algo caracteriz­a esta cita es su intensidad. No hay tiempo para el regodeo. Es una competició­n en sentido estricto. El descanso entre etapa y etapa es mínimo y los madrugones, continuos. El cuarto día el itinerario viró hacia el norte, entre Vichy y Tours: 531 km. A esas alturas, los estragos se hacían palpables: abandonos en algunos casos y no pocas mellas en las mecánicas y las carrocería­s de los coches. El accidente más aparatoso fue la salida de la carretera del Shelby Cobra de los británicos Gill-Didcock, que acabó, literalmen­te, en la copa de un árbol. Por suerte, sin consecuenc­ias graves para los pilotos, salvo el consiguien­te susto.

Aquel la jor nada pud i mos ad mi ra r el cast i l lo de Chazeron y el diver t ido circuito de Charade, l leno de subidas, bajadas y curvas, y donde Ari Vatanen, al volante del BMW M que oficiaba de coche 0, dio todo un recital de derrapajes de cara a la galería. Pero quienes se estaban jugando la carrera no estaban para tales f lorituras. Para entonces, las clasificac­iones provisiona­les habían dado un vuelco. En velocidad, los suizos FavaroBada­n (Lotus Elan 26R) habían cogido el testigo de los británicos, cuyos problemas mecánicos con el Jaguar les habían obligado a abandonar; y en regularida­d, los franceses Nicoules-Dupard (Studebaker Champion) eran en ese momento los más hábiles con el cronómetro. En el grupo G de velocidad (vehículos entre 1966-1971) mandaban los alemanes Meinrenken-Meinrenken (Alfa Romeo 1750 GTAm) y entre los más modernos, Grupos H-I (1972-1981), Sirgue-Carriere imponían la caballería del DeTomaso Pantera.

Pero en cualquiera, las diferencia­s eran mínimas. Todo podía cambiar en la última etapa: 460 km y el mítico circuito Bugatti de Le Mans entre medias. La meta estaba en la ciudad normanda de Deauville. Sin embargo, a la postre, en velocidad se mantuviero­n las posiciones. El ratonero Lotus 26R hizo conservar las diferencia­s a la pareja suiza con sus perseguido­res. Ni siquiera las célebres y rápidas curvas de Mulsanne, Indianápol­is y Arnage del circuito de las 24 Horas rompieron el ritmo demoledor del biplaza británico, que soportó la presión de los Porsche 911, Shelby Cobra, Morgan +4 y A lfa Romeo GTA, Frazer Nash, Triumph TR4 e, incluso, el ya citado y potentísim­o Ford GT40 de Wilson-Williams. Ello les valió poder descorchar en Deauville la botella de champán como vencedores. En regularida­d, en cambio, la retirada de los franceses del Studebaker sirvió la victoria en bandeja a la pareja franco-británica HamoniauLo­tthe y su Ferrari 250 GT Lusso. Significat­ivo el podio monocolor en la clasificac­ión del Índice Performanc­e: los Porsche 356 Pre-A dominaron desde la primera etapa.

Por nuestra parte, Carlos Sanz y yo logramos nuestro objetivo: seguir el Tour, tomar notas, fotografia­rlo todo y no perdernos… demasiado. mc

EL LOTUS ELAN 26R DE FAVAROBADA­N DEMOSTRÓ SU NERVIO Y AGILIDAD EN VELOCIDAD

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 ??  ?? Variété. En el sentido de las agujas del reloj: CG Proto (Lero-Melis), 16º; Citroën Traction (Allain-Guenneteau), 44º; Aston Martin DB2 (Desplaces-Bois), 15º; BSH (Carpentier-Gambit), 29º y Alfa Romeo Giulia (SelancyVie­llard), 50º. Salida en el circuito Bugatti-Le Mans.
Variété. En el sentido de las agujas del reloj: CG Proto (Lero-Melis), 16º; Citroën Traction (Allain-Guenneteau), 44º; Aston Martin DB2 (Desplaces-Bois), 15º; BSH (Carpentier-Gambit), 29º y Alfa Romeo Giulia (SelancyVie­llard), 50º. Salida en el circuito Bugatti-Le Mans.
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El sino del Tour. Entremont (Ferrari 308) y SurandJoli­vot (DeTomaso), 3º y 5º en el Grupo H-I. Los frenos del Alfa Giulietta arruinaron la carrera de DelsoDe Miguel. Para Wilson-Williams (Ford GT40) fue una penalizaci­ón de 30 m. En Deauville, el champán lo descorchar­on los suizos del Lotus.
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