Motor Clásico

Oldsmobile Cutlass

Un cupé a la americana

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Cuando aquí teníamos en 1970 al Seat 124 Sport Coupé 1600 como máxima expresión de un turismo rápido de producción nacional, en los Estados Unidos disponían de modelos claramente distintos, como distinta era la economía y la mentalidad de sus ciudadanos. En el caso del grupo General Motors, desarrolla­ron con vistas a la temporada de 1964 una nueva plataforma común, denominada A-body, que sirvió como estructura básica para la fabricació­n de un coche de la categoría mediana en las divisiones Chevrolet, Pontiac, Oldsmobile y Buick.

De ese modo, los Chevrolet Chevelle, Pontiac Tempest, Pontiac Le Mans, Buick Special y Buick Skylark compartían con el Oldsmobile Cutlass la misma base, con una batalla de 115 pulgadas, lo que suponía una notoria reducción de costes para cada una de las marcas, mientras todas ellas se esmeraban en diferencia­r sus modelos de los ofrecidos por las demás compañías. En el caso de los Cutlass, la gama

estaba compuesta al inicio por versiones berlina, coupé, break y cabriolet, disponible­s con el motor de seis cilindros en línea de 4,0 litros y 155 CV SAE o un V8 de 5,4 litros y 185 CV SAE, en variantes con caja automática Jetaway de tres relaciones y cambios manuales de tres o de cuatro.

Ya en aquella primera temporada, los expertos en marketing detectaron que la versión Cutlass de carrocería hardtop coupé tenía una excelente aceptación, que en 1965 se incrementó con la llegada de un V8 de 315 CV y, en opción, de un V8 de 6,7 litros y 320 CV. De hecho, en aquellos años sucesivos de bonanza económica la variante hardtop coupé se vendía tanto o incluso más que las berlinas. A su vez, la nueva generación Cutlass de 1968 veía reducida su batalla a 112 pulgadas en los modelos de dos puertas y crecía a 116 pulgadas en los de cuatro. La variante coupé llegaba con una nueva carrocería tipo fastback hardtop, que cada año recibió modificaci­ones estéticas para mantenerlo en permanente actualidad.

Este ejemplar fue vendido en el concesiona­rio madrileño Blitz Hermanos, sito en la calle Doctor Castelo y distribui

dor oficial de Cadillac y Oldsmobile. Lo estrenó en 1970 el dueño del edificio central Citroën de Madrid, en la calle Doctor Esquerdo, quien lo guardaba cubierto con una funda y sobre tacos. En quince años le hizo 20.000 km, hasta que en 1985 se lo compró un proveedor del concesiona­rio que llevaba tiempo interesado en el coche. Cuando lo vi por primera vez en 2007, lo guardaba Pablo Arango en su casa-taller-garaje de San Román de la Cuba. Tenía entonces 67.000 km y, en aquel pueblo palentino, Pablo sustituyó filtros, correas, bujías y platinos, limpió el radiador, le puso nuevos amortiguad­ores delanteros y lo calzó con unas llantas Super Stock I y neumáticos 215/75 R 14 de banda blanca.

Desde entonces, ha recorrido algo más de 20.000 km, tanto realizados por Pablo Arango antes de su fallecimie­nto en 2015 como por Rubén, su dueño actual y buen amigo del anterior propietari­o. Cuando lo miro de frente, la longitud del capó, las dimensione­s del parachoque­s y el estilo de las dos rejillas no dejan lugar a dudas de su concepción americana. De perfil, el techo de vinilo crea la sensación óptica de que el coche parezca todavía más largo de lo que es, ayudado por el prolongado voladizo trasero, el color blanco de la carrocería y la escasez de adornos. Y algo similar sucede al contemplar la zaga, cuyos únicos elementos más destacados son el paragolpes integrado, la cerradura de la tapa del maletero y los dos tubos de escape.

El capó se abre desde delante tras soltar el fiador, se eleva sin esfuerzo gracias a la acción de dos muelles y queda sujeto arriba por un seguro. Con el vano motor al descubiert­o, el conjunto formado por el radiador, más el ventilador, el propio motor V8 y la instalació­n del aire acondicion­ado ocupan casi por completo el espacio disponible. No en vano,

EL PRIMER DUEÑO SOLO LE HIZO 20.000 KM EN 15 AÑOS Y LO GUARDABA A CUBIERTO

esta unidad cuenta con casi todas las opciones posibles e incluye también elevalunas eléctricos en las cuatro ventanilla­s, cierre centraliza­do, apertura electromag­nética del maletero desde el puesto de conducción, antena integrada en el parabrisas, radiocaset­e estéreo de ocho pistas, retrovisor regulable desde el interior y un sistema de desempañad­o de la luneta trasera.

Ya con la puerta del conductor abierta, llaman la atención sendos reposacabe­zas de serie, cuando por aquí toda la producción nacional carecía de dicho elemento de seguridad. La banqueta es del tipo corrido y los respaldos son independie­ntes, con la particular­idad de que ambos asientos se inclinan lateralmen­te para facilitar el acceso a las plazas traseras. Tanto los asientos como las vestiduras de las puertas están tapizados en similcuero, mientras que el piso va revestido con moqueta negra. En cuanto a la instrument­ación, incluye un velocímetr­o graduado hasta 200 km/h, reloj horario, nivel de gasolina en el depósito, indicador de la velocidad selecciona­da, cuatro testigos luminosos y una alarma que avisa cuando se supera el límite de velocidad fijado por el conductor, así como un termómetro de líquido refrigeran­te instalado por su dueño actual.

Una vez situado ante el volante de dos brazos, es fácil ajustar la postura ideal de conducción. Gracias a la curvatura del parabrisas, el grosor no excesivo del montante delantero y la ausencia del central, a bordo de este coupé se cuenta con una buena visibilida­d, cuyo punto crítico radica en el ángulo trasero del lado derecho. Con el mando del cambio automático en la posición P, basta girar la llave de contacto para poner el V8 en marcha, que al ralentí se distingue por su funcionami­ento silencioso. Ya situada la palanca del cambio en la posición D y soltado el pedal del freno de estacionam­iento, iniciamos la marcha con la precaución que requiere un coche tan largo y ancho, aunque la suavidad de manejo de la dirección y la respuesta precisa y elástica del motor Golden Rocket se encargan de tranquiliz­arnos desde el primer kilómetro.

En uso urbano, la anchura de la carrocería es similar a la de las berlinas actuales y se echa en falta el retrovisor derecho, por mucho que la superficie holgada del espejo interior

EN PALABRAS DE PABLO ARANGO, ES UN «CRUISER» DE MARCHA RELAJADA Y SILENCIOSA A 180 KM/H

permite una visión adecuada de lo que sucede atrás. La manejabili­dad es harina de otro costal, pues entre los más de cinco metros de longitud de la carrocería y un diámetro de giro que precisa maniobrar más de la cuenta, cualquier recorrido a través del casco antiguo de una ciudad se vuelve una experienci­a poco agradable.

Por el contrario, la conducción resulta mucho más gratifican­te en carreteras despejadas y autovías, donde la combinació­n del cambio automático con el V8 de 5,7 litros asegura un empuje vivaz. En este sentido, el par máximo de 482 Nm a 2.600 vueltas hace posible que nuestro protagonis­ta tire en tercera de un desarrollo de 50,5 km/h y a 120 km/h rodemos a un régimen algo inferior a las 2.400 vueltas. A dicha velocidad de crucero, apenas se percibe el sonido del motor, enmascarad­o por el murmullo de la rodadura y los zumbidos del aire al rozar la carrocería. Y en el caso de que se precise una aceleració­n de emergencia, un pisotón a fondo del pedal derecho basta para que se engrane la segunda marcha, que puede estirarse hasta 156 km/h.

También sorprende la firmeza aportada por las suspension­es de muelles, que consiguen un comportami­ento en curva próximo al europeo, ayudado por una dirección precisa y de suficiente rapidez. Del mismo modo, a la hora de frenar el sistema mixto de discos y tambores se muestra efectivo y es de agradecer su progresivi­dad cuando toca dosificar la presión sobre el pedal izquierdo. A diferencia de un «hot rod» o un «muscle car», este cómodo y amplio coupé no está concebido para que sus neumáticos traseros patinen entre humaredas propias de un telefilm. Rescatando palabras de Pablo Arango, «es más bien un ‘cruiser’ de marcha relajada y silenciosa a 180 km/h sin dificultad. Camina bastante más que cualquier coche nacional de su época y como muy pocos modelos europeos».

A modo de conclusión, este Oldsmobile Cutlass se aleja del tópico de que los coches americanos tienen suspensión blanda y requieren una conducción turística. Provisto de un equipamien­to generoso y de un bastidor estudiado, anima a disfrutarl­o en recorridos largos, donde sobresalen la conducción relajada y la marcha sigilosa propiciada por el motor V8. mc

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 ??  ?? Categoría media en Estados Unidos. De tamaño grande al cruzar el Atlántico, el techo de vinilo opcional contribuye a que la carrocería parezca más larga. Discreción en la zaga, donde destaca el brillo del paragolpes metálico.
Categoría media en Estados Unidos. De tamaño grande al cruzar el Atlántico, el techo de vinilo opcional contribuye a que la carrocería parezca más larga. Discreción en la zaga, donde destaca el brillo del paragolpes metálico.
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 ??  ?? Carrocería hardtop coupé. Carente de pilar central, el acceso a las plazas traseras se facilta mediante la inclinació­n lateral de ambos respaldos de los asientos delanteros. Obsérvese la presencia de cinturones y reposacabe­zas, algo poco frecuente entre nosotros en 1970.
Carrocería hardtop coupé. Carente de pilar central, el acceso a las plazas traseras se facilta mediante la inclinació­n lateral de ambos respaldos de los asientos delanteros. Obsérvese la presencia de cinturones y reposacabe­zas, algo poco frecuente entre nosotros en 1970.
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 ??  ?? Puesto de conducción refinado. Además del cambio automático, el conductor pude regular el aire acondicion­ado y controlar los elevalunas eléctricos de las cuatro ventanilla­s. También puede activar la apertura del maletero y ajustar desde dentro el retrovisor exterior.
Puesto de conducción refinado. Además del cambio automático, el conductor pude regular el aire acondicion­ado y controlar los elevalunas eléctricos de las cuatro ventanilla­s. También puede activar la apertura del maletero y ajustar desde dentro el retrovisor exterior.
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 ??  ?? Equipamien­to a la última. Junto a unos cinturones de seguridad que en 1970 eran infrecuent­es, esta unidad tenía en opción un radio casette de ocho pistas y el maletero se abre desde el puesto de conducción mediante un sistema electromag­nético.
Equipamien­to a la última. Junto a unos cinturones de seguridad que en 1970 eran infrecuent­es, esta unidad tenía en opción un radio casette de ocho pistas y el maletero se abre desde el puesto de conducción mediante un sistema electromag­nético.
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integrados. Tanto las defensas delanteras como las traseras van ajustadas al tamaño de la carrocería. Todavía de tipo metálico, alojan los grupos ópticos traseros, cuyas luces de freno, intermiten­cia y marcha atrás figuran en celdas independie­ntes.
Paragolpes integrados. Tanto las defensas delanteras como las traseras van ajustadas al tamaño de la carrocería. Todavía de tipo metálico, alojan los grupos ópticos traseros, cuyas luces de freno, intermiten­cia y marcha atrás figuran en celdas independie­ntes.
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