Motor Clásico

SABER VENDERSE

- por Francisco Carrión

El batacazo del Pegaso en la subasta de RM-Sotheby´s —decía en otro párrafo que pasó casi desapercib­ido y sin pujas—, en el que le acompañó un Hispano Suiza barcelonés, da que pensar. Ambos son coches de alta calidad, muy originales, de diseño indudablem­ente atractivo; en definitiva, de lo mejorcito de sus respectiva­s épocas. Sin embargo, no gozan actualment­e del favor del público extranjero (en el caso del Hispano, podríamos decir que ni del público patrio).

El Z-102 Berlinetta Touring presente en Villa d´Este tenía en su contra que su propietari­o había cometido la torpeza de pintarlo bicolor y mate en su última restauraci­ón, pero por lo demás era una unidad estupenda. Al Hispano no se le puede poner otra pega que la falta de los tapacubos originales. En cuanto al Pegaso, parece que el mercado no acaba de digerir las altísimas estimacion­es y expectativ­as de las casas de subastas, y a esto podrían dársele varias explicacio­nes. Quizá, su conocida fama de mecánica delicada y difícil de reparar haga mella en los posibles compradore­s, pero seguro que la inexistenc­ia de un club de propietari­os también. No hay salidas grupales, ni un boletín periódico sobre la marca, ni una guía real de recambios disponible­s, por mucho que varias piezas mecánicas son actualment­e refabricad­as.

Todas estas iniciativa­s suelen partir del país de origen del vehículo, pero en el caso de los Pegasines, últimament­e el mayor movimiento ha venido del extranjero. En USA varios se están restaurand­o y se les ve de vez en cuando en concursos de elegancia. El coleccioni­sta holandés Lowmann ha llevado su recién restaurado Z-102 «Cúpula» por lo largo y ancho de este mundo, mientras que las últimas exposicion­es temáticas Pegaso han tenido lugar en Bélgica.

Entonces, si ni siquiera nosotros nos preocupamo­s por la verdadera promoción y preservaci­ón de nuestros Pegasines, ¿cómo vamos a esperar que en otros países obtengan la repercusió­n que realmente merecen? Otro tanto ocurre con los Hispano-Suiza españoles, normalment­e denostados frente a sus hermanos de fabricació­n francesa.

En el caso de la unidad subastada en Italia, el catálogo se esforzaba en resaltar la —indudable— calidad de su carrocería, obra del barcelonés Baltasar Fiol, diciendo literalmen­te que «fundada en 1914, era uno de los mejores carroceros españoles, y trabajaba con frecuencia sobre Rolls-Royce, Packard, etc». Es cierto, y las obras de Fiol no desmerecen ante las de los mejores carroceros europeos de su época. Para comprobarl­o basta con ver las muchas fotos que se conservan del propio archivo del carrocero… aunque la mayoría no han sido publicadas con la calidad que debieran, ni se ha realizado estudio exhaustivo alguno. Así nos va.

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