Motor Clásico

Renault Vivastella

Alta burguesía

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

En 1928, la firma del rombo dejó de fabricar el modelo 40 CV, presentado en 1911 y que contribuyó a consolidar el prestigio de Renault en la categoría de los automóvile­s más refinados. Tomó su relevo en 1929 el modelo Reinastell­a, propulsado por un nuevo motor de ocho cilindros en línea y 7.125 cc, cuyo precio según el tipo de carrocería, entre 120.000 y 180.000 francos franceses, lo ponía sólo al alcance de una minoría. Para cubrir el hueco entre la gama media y el superior Reinastell­a, apareciero­n otros dos automóvile­s de la serie lujosa Stella, denominado­s Monastella y Vivastella.

Dotada de un motor de seis cilindros y 3.180 cc, la serie Vivastella disponía del mismo bastidor y carrocería que los Renault Vivasix, de los que se diferencia­ban por tener un acabado más preciso y un mayor equipamien­to. El

ejemplar que mostramos en estas páginas correspond­e al primer año de producción y se distingue por llevar aún el radiador detrás del motor. Dicha peculiarid­ad, que iba a desaparece­r en los Vivastella a partir del otoño de 1929, se mantenía desde 1904 y se había convertido en un rasgo caracterís­tico de los Renault, cuyo frontal carecía de entradas de aire y conservaba el capó «alligator», con su típica curva angulosa en descenso.

Matriculad­o ya bien avanzado 1930, nuestro protagonis­ta debió mantenerse durante un año con placa provisiona­l, aunque también es probable que su primer propietari­o demorase el registro definitivo para retrasar el pago de los impuestos. Encima del rombo que destaca en el frontal, se echa de menos la estrella de cinco puntas que distinguía a las versiones Stella, mientras que sí se hacen notar los tres tonos de pintura propios de los Vivastella y la rueda de repuesto instalada sobre la aleta derecha. También llaman la atención los faros de larga distancia

Marchal añadidos por alguno de sus dueños, así como las dos bocinas eléctricas Bosch y las luces de intermiten­cia puestas en tiempos recientes.

Como venía siendo costumbre en Renault desde su creación, el volante va situado al lado derecho, una tradición que en la factoría de Billancour­t no se modificó para llevarlo al lado izquierdo hasta 1933, precisamen­te un año antes de que nuestro primer Código de Circulació­n establecie­se la obligación de que los vehículos circulasen por la derecha. Antes de iniciar el recorrido y realizar la sesión fotográfic­a, Javier levantó el capó, comprobó el nivel de agua de los dos radiadores laterales y miró que el nivel de aceite estaba correcto, como pasos previos a poner en marcha el motor. Sentado en el puesto de conducción, movió en el núcleo del volante el mando del aire para enriquecer la mezcla y repitió la misma tarea con la palanquita correspond­iente para retrasar el encendido. Acto seguido, activó el motor de arranque alimentado a 6 voltios y al segundo intento se escucharon las primeras explosione­s del propulsor de seis cilindros.

Pasados unos cuatro minutos, el ralentí se estabiliza sin necesidad del estrangula­dor y subimos a bordo, con cuidado en el lado izquierdo de no tropezar con la caja de herramient­as colocada en la zona delantera del estribo. Javier engrana la primera marcha entre crujidos de piñones y comenzamos a rodar, envueltos en la amplitud interior propia de un coche grande y con una distancia significa

EN LAS PLAZAS TRASERAS SE DISFRUTA DE MAYOR AMPLITUD Y COMODIDAD DE MARCHA

tiva hasta el respaldo del asiento delantero. La refinada tapicería de terciopelo, combinada con los guarnecido­s de las puertas, las bolsas delanteras portadocum­entos y la moqueta del piso, va en sintonía con los marcos de madera barnizada que rodean las ventanilla­s y crea un ambiente distinguid­o. Sin embargo, desde la primera curva se nota la falta de sujeción de unos asientos mullidos y sin forma anatómica, que sumada a la carencia de cinturones de seguridad obliga a agarrarse donde buenamente se pueda. Asimismo, hay que recordar que parte del interior espacioso se debe a que dentro de la carrocería se carece de un hueco para el equipaje. Tal cometido queda a cargo del baúl trasero, externo a la carrocería y elaborado en aquellos años por la casa parisina S.S.

En el caso del chófer, el enorme volante de cinco brazos y ambos pies sobre el piso ayudan a sujetarse, aunque a cambio la dirección es dura de mover con el coche parado y milagrosam­ente se suaviza en cuanto nos ponemos en marcha. A su izquierda quedan a mano el freno de mano y la palanca de cambios, mientas que en el pedalier contrasta la superficie generosa de los mandos del embrague y el freno en comparació­n con un acelerador diminuto. En el salpicader­o, pintado en el color de la carrocería, y sobre un cuadro claro se divisa la instrument­ación, que incluye en el centro un rombo que aloja el velocímetr­o de tambor y los cuentakiló­metros total y parcial, más las dos esferas del amperímetr­o y del termómetro del líquido refrigeran­te.

Según se acelera en primera el sonido del motor se afina y se percibe la musicalida­d de los seis cilindros en línea, mientras que el paso a la segunda relación requiere efectuar la maniobra de doble embrague, dado que la caja de cambios carece de sincroniza­ción. Apenas superados los 30 km/h, el motor acepta sin rechistar la inserción de la tercera marcha y hace valer una elasticida­d prodigiosa, que nos permitirá conservar la directa hasta en los repechos. En carretera llana, rodamos cómodament­e a 80/90 km/h, cadencia en la que el sonido del motor queda en segundo plano ante la prepondera­ncia de la propia rodadura y la transmisió­n.

En ese tipo de recorridos sobre firme despejado y liso, el Renault Vivastella hace gala de un comportami­ento asentado, tanto que en una bajada larga gas a fondo es fácil que el indicador supere la cifra de 100 km/h. Sin embargo, el motor de carrera larga expresa su desagrado ante regímenes tan elevados y nos recuerda que lo suyo es la elasticida­d, esa virtud tan apreciada en la época y que

PATENTADO POR HISPANO-SUIZA, EL SERVOFRENO ACTÚA CON EFICACIA TRANQUILIZ­ADORA

cuando hemos insertado la tercera marcha hace posible aguantarla en un margen extenso de revolucion­es, en compañía de una sonoridad mecánica reducida, un crucero desahogado y el confort aportado por una carrocería espaciosa. Y si se presenta una situación de emergencia, el servofreno mecánico de patente Hispano-Suiza actúa con una eficacia tranquiliz­adora, cualidad que no abundaba en aquellos años.

En contrapart­ida, los dos ejes rígidos avisan de sus límites cuando superamos un bache o todavía más sobre cualquiera de los modernísim­os resaltos reductores de velocidad. Ante ambas situacione­s es necesaria la cautela, pues bastante mérito tiene que unas suspension­es tan elementale­s se encarguen de afianzar sobre el terreno los 1.750 kg que esta berlina pesa en vacío. Para compensarl­o, en el camino por el que circulamos, que no se diferencia demasiado de bastantes carreteras de hace noventa años, este automóvil avanza con soltura y sin malos modos, bien afianzado sobre sus neumáticos de 15 pulgadas y tranquilam­ente impulsado por el abundante par motor que aporta el propulsor de seis cilindros y 3,2 litros.

En los años sucesivos, la inf luencia del estilo norteameri­cano y de las carrocería­s aerodinámi­cas modificó notoriamen­te la estética de las berlinas que carrozaba la firma Renault en su factoría de Billancour­t. La evolución del automóvil seguía hacia delante y este modelo de 1929 permanece vivo para dejar constancia de una época de mayor tranquilid­ad a la hora de conducir. Por entonces, los coches aún no tenían calefacció­n, pero una manta colgada del cordón transversa­l ubicado tras el respaldo cumplía debidament­e la misión de impedir que los pasajeros del asiento trasero tiritasen de frío durante cualquier viaje realizado en periodo invernal.

En definitiva, estamos ante una berlina francesa dotada de una carrocería espaciosa y provista de detalles que en la época se considerab­an lujosos. Fabricada en el crítico año del «crack» de la bolsa de Nueva York, posee todavía y en su última temporada los radiadores traseros y el frontal «boca de pato» caracterís­tico de los Renault. Bajo el capó se esconde un motor de seis cilindros y carrera larga que resulta muy elástico, para engranar la directa a poco más de 30 km/h y rodar sin tener que estar pendiente del manejo del cambio. mc

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 ??  ?? El capó a 90 grados. Gracias a la altura que alcanza, resulta ideal el acceso a la mayoría de los órganos mecánicos y al propio motor. El rombo, presente hasta en las luces traseras.
El capó a 90 grados. Gracias a la altura que alcanza, resulta ideal el acceso a la mayoría de los órganos mecánicos y al propio motor. El rombo, presente hasta en las luces traseras.
 ??  ?? Revestimie­ntos cuidados. La tapicería y las vestiduras de terciopelo, señas de identidad en los Vivastella. Hasta 1933, los Renault fabricados en Billancour­t tenían el volante a la derecha.
Revestimie­ntos cuidados. La tapicería y las vestiduras de terciopelo, señas de identidad en los Vivastella. Hasta 1933, los Renault fabricados en Billancour­t tenían el volante a la derecha.
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 ??  ?? Velocidad de crucero. En carreteras llanas y despejadas puede mantener 90 km/h. El sonido del motor deja de escucharse, ocultado por los moderados silbidos del aire, de la transmisió­n y de la propia rodadura.
Velocidad de crucero. En carreteras llanas y despejadas puede mantener 90 km/h. El sonido del motor deja de escucharse, ocultado por los moderados silbidos del aire, de la transmisió­n y de la propia rodadura.
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 ??  ?? Frontal inconfundi­ble. Gracias a los radiadores atrasados, el estilo de los Renault tenía personalid­ad. Arriba a la derecha, la placa del baúl portaquipa­jes, de la firma parisina S.S. A la derecha, la llave que permite acceder a la varilla del aceite y comprobar el nivel.
Frontal inconfundi­ble. Gracias a los radiadores atrasados, el estilo de los Renault tenía personalid­ad. Arriba a la derecha, la placa del baúl portaquipa­jes, de la firma parisina S.S. A la derecha, la llave que permite acceder a la varilla del aceite y comprobar el nivel.
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