Motor Clásico

Ford Fiesta Mk1

Un viaje adictivo

- FÉLIX MACÍAS (TEXTO Y FOTOS)

El Club Fiesta Adictos español descubre el Ford Show UK que se celebra en el circuito de Mallory Park a principios de junio y cinco Ford Fiesta Mk1 se apuntan con toda la ilusión. Contactan con Ford España que les apoya entusiasma­da y decide unir su Fiesta número uno a la aventura con dos periodista­s al volante…

El venerable Fiesta 1.1 Ghia se abría paso por las inacabable­s cuestas de la carretera de Burgos (A1), ronroneand­o sutilmente y con la aguja de temperatur­a navegando en el tercio superior del marcador. Cómodo y no demasiado ruidoso, equipado con prácticos derivabris­as y radio de onda media y larga —sin casete—, es una máquina del tiempo que dejaba lugar a la conversaci­ón con mi compañero Sergio. Hasta que en el kilómetro 221 saltó la liebre. Literalmen­te, a bote pronto la famosa aguja se disparó hasta la zona roja. Parada inmediata, aventura comprometi­da… Muy pocos días

antes, probando el coche con vistas a este viaje MadridBilb­ao-Portsmout h-Leicester-Londres, Ford España tuvo que cambiar la junta de culata y hacer una limpieza al circuito de refrigerac­ión, nada sorprenden­te en este primer Fiesta de la historia fabricado en Almussafes, en 1976. Es el bastidor número 1 y tan solo ha rodado 25.925 km en sus 43 años de existencia. Eso marcaba el cuentakiló­metros cuando lo recogimos en las oficinas de Ford España en Alcobendas, Madrid.

La A1 tiene tramos exigentes, con subidas que un clásico de 1.100 cc, 53 caballitos y solo cuatro marchas vence sufriendo en sus ejes, engranajes y bullentes líquidos. Al tiempo que nuestro Fiesta quedaba parado a escasos kilómetros de Burgos, otros cuatro primos hermanos suyos habían convergido en La Rioja, para desde ahí dirigirse hacia Calais y cruzar el Canal de la Mancha por el Eurotúnel, un recorrido esencialme­nte llano, pero de más de 1.200 km. Arturo, con su Fiesta 1.1 blanco, venía de A Coruña; Pipo, con su 1.1 amarillo, desde Bembibre, Vigo; el XR2 gris de Ángel y Ana también salió de Pontevedra y el 1.1 L azul de Fran y Carlos, desde Palencia. Juntos les esperaba una etapa maratonian­a de 800 km hasta Le Mans.

En nuestro caso, parados en el arcén, descubrimo­s que el tapón del depósito de refrigeran­te había saltado,

EN LA EXIGENTE A1 EL FIESTA DE 1.100 CC, 53 CV Y CUATRO MARCHAS, IBA SUFRIENDO EN LAS INTERMINAB­LES CUESTAS

a pesar de no llevar presión. Todo estaba inundado de líquido bastante sucio… Tras la limpieza, quizá quedó sedimentad­a una fina capa de lodo y cuando se desprendió provocó una sobrepresi­ón. Mucho esfuerzo para un coche de vida tan sedentaria…

Ford nos había prevenido y provisto de un bidón de refrigeran­te de cinco litros «por si acaso». Rellenamos y… carretera y manta. El motor seguía sonando perfectame­nte, ¡uf!. No podíamos perder más tiempo porque a las 14:45 horas teníamos que estar en Bilbao para subir al ferry. 25 minutos parados por el contratiem­po, una media inferior a 85 km/h reales con tanta cuesta, había que parar de nuevo a repostar y comprar un segundo bidón «por si otro acaso»… íbamos justos.

El pequeño Fiesta volaba ahora a 4.200 rpm y algo más de 100 k m/h. A esa velocidad adelantába­mos camiones y algún autocar, sin levantar un milímetro el pie del acelerador, pero sin perder de vista la aguja de temperatur­a. A las 13:30 habíamos recuperado el tiempo perdido. El motor seguía funcionand­o redondo y los últimos kilómetros hasta Bilbao, en bajada, nos aseguraron una temperatur­a controlada, un trayecto tranquilo y un ritmo alegre.

Llegamos con cinco minutos de margen (¡glup!). Hasta la Policía y la Guardia Civil de aduanas se sorprendie­ron cuando les contábamos el primer capítulo de nuestro v iaje. Tanto que hasta nos autorizaro­n a hacer unas fotos junto al barco Cap Finistere. Ya en la bodega de carga, el valeroso Fiesta compartió «camarote» con dos nobles Aston Martin DB5 y Jaguar E-Type 4.2 Cabrio. Embarcábam­os en una travesía marítima de 24 horas.

Entre tanto, los otro cuatro paisanos iban cruzando Francia como misiles, dejando atrás Burdeos a las seis de la tarde y llegando a Le Mans a media noche. Unas horas de descanso, madrugón y los Fiesta subieron al tren en el que cruzaron el Canal de la Mancha. Y como no hay mal que por bien no venga, a esa hora un servidor emergía de un sueño reparador en el Cap Finistere. A hora bien, cuarenta y cinco minutos después, los otros ya estaban en Folkestone, en territorio británico, mientras el barco aún necesitaba cuatro horas más para alcanzar Portsmouth.

Ya en tierra firme, pusimos rumbo norte, lamentando muchísimo que el Fiesta no llevara retrovisor derecho, un imprescind­ible para circular a la inglesa, por la izquierda. Repostamos y proseguimo­s la ruta evitando autopistas, con temperatur­a fresca, tragando millas por las tranquilas y despoblada­s carreteras locales, hasta llegar a los Costwolds. Esa región tiene pueblos

con casas de piedra perfectame­nte conservada­s, árboles y jardines impecables, campos y prados como si estuviesen pintados. El Fiesta no mostraba señales de fatiga; nosotros sí.

A las nueve de la noche llegamos al hotel, cerca de Leicester, a escasos kilómetros del circuito de Mallor y Park. Allí esperaban ya los «adictos», junto a productos de la gastronomí­a inglesa y una pintas de cerveza. Para ellos, el viaje había ido como la seda. Los Fiesta no dieron ni una alerta y les habían fotografia­do y filmado en cada país. A ese éxito se añadía la emoción de visitar por primera vez Inglaterra, la ilusión de reunirse con el Fiesta nº 1 y el hecho de participar en el Ford Show británico.

Por supuesto, arrancamos el día de autos con una foto de familia y una somera comprobaci­ón de los coches. ¡Todo en orden! Nos dir ig imos a l condado de Derbyshire, previa parada en el pueblo de Crich, famoso por su sorprenden­te museo del tranvía. Con piezas de finales del siglo XIX restaurada­s y plenamente funcionale­s, es una de esas curiosidad­es de la que solo los británicos, conservado­res natos, tienen el secreto. Cuál fue nuestra sorpresa cuando los v igilantes del aparcamien­to, unos señores mayores voluntario­s que habían echado el ojo a los cinco Fiesta, nos propusiero­n entrar con ellos en la arteria principal del museo —una especie de avenida— para aparcarlos allí y que el público los disfrutara…

Ya a media tarde, continuamo­s nuestra «road movie». Cruzamos pueblos encantador­es, carreteras típicas de la campiña y un sinfín de coches deportivos modernos y clásicos, multitud de descapotab­les y muchas motos. Pero la comitiva de Fiesta no pasaba desapercib­ida y recibió innumerabl­e muestras de júbilo a lo largo de la ruta de 300 km. Arturo, Ángel, Ana, Pipo, Fran y Carlos disfrutaba­n como niños. Y nosotros.

Terminamos el recorrido lavando los coches y repostando. Tenían que estar listos y reluciente­s para el gran día. A nosotros, en cambio, nos esperaba una sorpresa: la cocina del hotel estaba cerrada. ¿¡Problema!? Ninguno, un español nunca viaja de vacío. Los maleteros de los Fiesta escondían queso y deliciosas viandas de la tierra. Y como había gallegos de por medio, qué mejor postre que una queimada. Ideal para dormir como las marmotas.

Para estos aficionado­s, el viaje no solo era una aventura, también suponía una demostraci­ón de su pasión. De ahí la importanci­a de que Ford España les apoyara enviando el nº 1. Así lo percibiero­n igualmente muchos aficionado­s ingleses al día siguiente en el circuito de Mallor y Park, estupefact­os al enterarse de que esta unidad era el primerísim­o Fiesta construido.

El Ford Show UK al que acudimos el domingo 2 de junio nada tenía de oficial con respecto a Ford. Es sin duda un gran evento popular, pero la organizaci­ón

LOS FIESTA ESPAÑOLES FUERON FOTOGRAFIA­DOS Y FILMADOS TANTO EN FRANCIA COMO EN INGLATERRA

(amater) ignoró soberaname­nte la representa­ción española a pesar de numerosos contactos tanto por parte del Club Ford Fiesta Adictos e incluso Ford España. Los organizado­res no tuvieron una considerac­ión especial para quienes veníamos de tan lejos (y únicos extranjero­s al parecer). De hecho, nos mandaron aparcar en lo alto de una colina del circuito, alejados del centro neurálgico del evento. Una decepción que todos sentimos por igual, pero especialme­nte mis ilusionado­s compañeros de viaje.

El evento en sí es una reunión de los modelos más populares de Ford. Eso sí, ningún preguerra ni tampoco GT40 y escasos Mustang. Habría unos mil coches en el recinto, entre los cuales los estrictame­nte de serie eran una minoría. La mayoría, Fiesta y Escort en especial, estaban modificado­s o eran inventos que solo tienen cabida y cobijo en Inglaterra. Para los seis miembros del Club Fiesta Adictos, el descubrimi­ento del automovili­smo a la inglesa fue lo mejor del evento en sí, además de poder adquirir algunos recambios inéditos en España.

El d ía había a manecido g r is y se t ra nsfor mó en aguacero a primera hora de la tarde. La desbandada fue generaliza­da. El último aficionado inglés con el que hablamos poseía también un Fiesta de primera serie, muy raro y perfectame­nte conservado. Equipado, eso sí, con un kit de carrocería oficial Ford del que se vendieron tan pocos que es el único conocido en Inglaterra…

El objetivo estaba cumplido. Llegó el momento de la despedida. Con el Fiesta nº 1, Sergio y yo nos dirigimos a Londres: 300 km. A nuestros compañeros de viaje les esperaban más de 2.000 km de vuelta a casa; en total, más de 5.000. Cuando llegamos con el coche al concesiona­rio de Ford indicado, desde donde volvería a España en camión unos días después, uno de los mecánicos nos enseñó dos fotos que había hecho el viernes. Eran el Fiesta amarillo de Pipo y el azul de Fran y Carlos. «¿Érais vosotros? ¡Vaya sorpresa!» mc

EL DESCUBRIMI­ENTO DEL AUTOMOVILI­SMO A LA INGLESA FUE LO MEJOR DEL EVENTO

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 ??  ?? En Inglaterra. Foto de familia en el hotel Mill on the Soar el sábado por la mañana antes de salir a carretera. En el centro Fran ayudando en la queimada nocturna de Ángel y Arturo. El Fiesta en el museo de Crich, ante una locomotora de vapor en activo.
En Inglaterra. Foto de familia en el hotel Mill on the Soar el sábado por la mañana antes de salir a carretera. En el centro Fran ayudando en la queimada nocturna de Ángel y Arturo. El Fiesta en el museo de Crich, ante una locomotora de vapor en activo.
 ??  ?? Inicios del viaje. Foto en las oficinas de Ford España con el presidente Jesús Alonso (izquierda), Sergio Álvarez (derecha) y quien suscribe. A la derecha el Fiesta en la bodega del barco en compañia de un Aston Martin.
Inicios del viaje. Foto en las oficinas de Ford España con el presidente Jesús Alonso (izquierda), Sergio Álvarez (derecha) y quien suscribe. A la derecha el Fiesta en la bodega del barco en compañia de un Aston Martin.
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 ??  ?? Entorno ideal. Los cinco Fiesta por las carreteras inglesas no pasaron desapercib­idoss. Abajo, dos de los coches más sorprenden­tes del Ford Show, un Fiesta «dragster» y el prototipo Escort RS 1700 T Gr.B, anterior al RS 200.
Entorno ideal. Los cinco Fiesta por las carreteras inglesas no pasaron desapercib­idoss. Abajo, dos de los coches más sorprenden­tes del Ford Show, un Fiesta «dragster» y el prototipo Escort RS 1700 T Gr.B, anterior al RS 200.
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 ??  ?? Reunión heteróclit­a. Ford de todo tipo: Escort y Fiesta de los 80, pero también muchos Anglia, Cortina, Granada, Capri y otros modelos en inmejorabl­e condicione­s o con herrumbre sabiamente mantenida y en funcionami­ento.
Reunión heteróclit­a. Ford de todo tipo: Escort y Fiesta de los 80, pero también muchos Anglia, Cortina, Granada, Capri y otros modelos en inmejorabl­e condicione­s o con herrumbre sabiamente mantenida y en funcionami­ento.

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