Al volante de un Formichetta y otros noventa Seat 600 perseguimos el curso del Ebro.
De Fontibre (Cantabria) al Delta (Tarragona), noventa Seiscientos siguieron el curso del río Ebro: mil kilómetros que al volante de una Formichetta y en plena ola de calor nos hicieron ver los viajes de antes con otra perspectiva.
El Siata Formichetta aportaba lo fundamental que se echaba en falta al Seiscientos: espacio. Desde las plazas delanteras, al girar la cabeza hacia atrás encontramos un vano de carga amplio, diáfano y útil. Según el catálogo, permitía transportar 140 kg adicionales. Desde fuera, la mitad posterior del pequeño turismo ha sido sustituido por un enorme cajón metálico. El jefe de planchistería de Siata Española, Angelo Pinazzi («Historia de la factoría SIATA de Tarragona», Jaume Cabot, Arola Editors, 2017), esbozó ese contenedor con cuatro líneas maestras, seccionó un 600 por la mitad y la encajó.
La nueva estructura sobresale por arriba y los laterales del coche, y eso se nota a la hora de rodar en carretera abierta, además de los 20 kg suplementarios. Porque cuando hablamos de 29 CV SAE de potencia, unos 25 CV DIN, cualquier variación se nota. Mi colega Iván Vicario (Coches Clásicos) y yo lo comprobamos durante cinco días y los casi mil kilómetros que hicimos con la Formichetta en esta TraveSeat.
En ciudad o a ritmo de paseo, ¡y sin más carga que nosotros!, es y tiene el tacto de un 600 D mondo y lirondo. Pero, cuántas veces habremos escuchado a los viejos conductores lo que suponía ganar un par de caballitos con solo afinar la carburación, limar unas décimas la culata o pulir los colectores para que el motor simplemente respirase mejor. Entonces, esas «preparaciones» básicas suponían dejar planchado a un semejante en un semáforo, consumar un airoso adelantamiento o coronar con resuello un puerto.
Desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Mediterráneo, el cauce del Ebro nos llevó por carreteras secundarias donde comprobamos en carnes propias esas diferencias. Con noventa Seiscientos como compañeros de viaje, de todo tipo y pelaje, no faltaron ocasiones para claudicar ante los otros 600 D, E, L y 800. Ni que decir tiene que los pseudo-seiscientos «abarthizados», «tuneados» y hasta «sobrealimentados» casi nos arrancaban las pegatinas laterales de «SEAT, SERVICIO DE ASISTENCIA EN CARRETERA» con que Seat Coches Históricos lo ha decorado. Incluso seguir el ritmo del veteranísimo 600 «N» (633 cc y 21,5 CV) de Francesc Alba, uno de los guías de la travesía, nos obligaba a exprimir el motor del Formichetta.
Pronto lo constatamos Iván y yo. Tras la salida oficial desde Fontibre (Fuentes del Ebro), en el municipio de Hermandad de Campoo de Suso, la caravana de Seiscientos enfiló el curso alto del río entre tierras cántabras y burgalesas. Las estribaciones de las Hoces del Ebro por las carreteras locales CA-275 y BU-64, entre las poblaciones de Villaescusa de Ebro y Dobro, son una sucesión de subidas, bajadas y curvas más o menos cerradas. Conducir el Formichetta supone aplicar método, oído… y paciencia. En las subidas prolongadas, a un ritmo de no más de 30-50 km/h, hay que estar muy pendiente de llevar insertada la relación de cambio adecuada, segunda o tercera. Una mala elección suponía castigar el motor con un sobrerrégimen innecesario o que, por el contrario, se viniese abajo (¡blufff!). Y ojo que no se cruzase una paella en pendiente y hubiese que reducir incluso a primera.
EL "CAJÓN» DEL 600 FORMICHETTA ERA UN FRENO AERODINÁ MICO
HUBO QUE HILAR FINO PARA NO PERDER EL TREN DEL GRUPO
En las bajadas, otro tanto, pero con unos frenos de tambor que, de no aplicar ciencia, moderación y la ayuda de retención del motor, amenazaban con fatigarse enseguida. Si añadimos las altas temperaturas del verano inminente —las fechas fueron del 22 al 26 de junio—, todo lo anterior nos obligaba a conducir con tensión y atención. Volante grande y fino, cambio tosco, requisito (no obligatorio pero sí recomendable) de hacer doble embrague para reducir, asientos mínimos y tapizados en plástico, neumáticos estrechos, frenos de tambor sin servofreno, calor, mucho calor y la aguja de la temperatura rondando la zona roja formaban parte de la carta de navegación que nos ofrecía el Formichetta. Ah, y el ruido del motor que se amplificaba en esa caja de resonancia trasera y se metía en la cabeza como una chicharra.
Pero como bien dice la expresión castiza, «sarna con gusto no pica». Inasequibles al desaliento, Iván y yo fuimos in ter cambiándonos el volante sin ningún tipo de reproche. Incluso disfrutando de tal padecimiento (otro gallo cantaría si en lugar de devoción fuese obligación). Se había convertido en una competición por no perder el ritmo de los aventajados.
Luego, en carretera abierta y llana, entraba en liza otro elemento, inadvertido pero crucial. Yendo a velocidad de crucero, 80-90 km/h según marcador, el palmo del cajón que sobresale alrededor de la figura del Seiscientos original actúa como un auténtico freno aerodinámico. Casi imposible llevar la aguja del velocímetro a la cifra de 110, eso sí, en bajada y a riesgo de sobreexponer la fiabilidad mecánica.
Así de animadas transcurrieron las jornadas de esta cuarta edición de TraveSeat: manteniendo el tipo dentro la caravana, aprovechando repechos favorables, tomando «carrerilla» para adelantar a algún despistados y conviviendo con un grupo de «quemadillos» tan sufridores y entusiastas como nosotros.
Desde la Fuentona, en Fontibre, delante de una imagen de la Virgen del Pilar, donde resurge un hilo de agua procedente del río Híjar, el curso del Ebro se va retorciendo y hace meandros por Reinosa, Burgos, Miranda de Ebro, Haro, Logroño, Zaragoza, Mequinenza, Tortosa hasta encontrarse con el Mediterráneo. El itinerario de la travesía lo recorrió paralelo y lo cruzó en no pocas ocasiones. Desde los Seiscientos pudimos ver cómo iba creciendo su caudal y daba vida, riqueza y costumbres a los pueblos/ ciudades asentados a sus márgenes.
Después de mil kilómetros, no hubo que lamentar bajas salvo el típico sofocón mecánico, manguitos extenuados, palieres que desfallecieron y alguna caja de cambios ya agotada. Pero ahí estaban los ángeles de la guarda, los mecánicos de Seat Coches Históricos, y la furgoneta PandaTra ns con« RE CAMBIOS ORIGINA LES». Todos llegaron al Delta para la foto de familia y enterarse del avance del próximo año: el Camino de Santiago. Amén. mc