Motor Clásico

Terras do Incio

Descubrien­do la Galicia profunda

- J.B. (TEXTO). JOSÉ MARÍA PUECHE (FOTOS)

Galicia esconde una riqueza que va más allá de los tópicos. Historias y tradicione­s extraordin­arias, una arquitectu­ra ancest ra l, v istas caut ivadores, costas de muerte y caminos místicos, una rica gastronomí­a y una gente que, aunque en ocasiones no se sepa si va o viene, recibe al turista con amabilidad. Todo ello lo han constatado los participan­tes de esta ruta retroautom­ovilística, combinando ese patrimonio en su justa medida. Los Maserati 3500 GT Spider, Corvette Stingray, Porsche 356, Mercedes-Benz 190 SL, Morgan y similares fueron el medio.

A ndrés y Pi la r, los a nf it r iones, t ienen ra íces a l l í, conocen la tierra y diseñaron un itinerario de casi mil

kilómetros por carreteras secundaria­s desde la leonesa Astorga hasta el «fin de la tierra». Finisterre, no en vano, fue uno de los puntos de paso. Santiago de Compostela y su siempre ajetreada plaza del Obradoiro también se cruzaron en el camino de estos peregrinos durante varias jornadas; lo mismo que el pórtico de la Gloria y la antigua universida­d compostela­na, por aquello de que el saber no ocupa lugar, ni siquiera al volante de un clásico.

Antes, durante los dos primeros días, la treintena de coches atravesaro­n zonas del Bierzo e hicieron parada y fonda en Castrillo de Polvazares antes de adentrarse en tierras gallegas. El señorial pazo do Castro en Barco de Valdeorras y el centro histórico de Lugo fueron metas volantes en el camino a O Incio, localidad lucense que, además de regalar al visitante las espectacul­ares vistas del cercano pantano de Vilasouto, en la comarca de Sarriá, da nombre al rallye y donde un pulpo y un churrasco repusieron fuerzas —¡que menudo desgaste conlleva conducir por devoción…!— antes de ir a la cama aquella segunda jornada.

A través de la Galicia profunda, los helechos, las silvas y las ramas de la vegetación autóctona fueron estrechan

do la ruta y amenazaban con acariciar las carrocería­s de los coches. El Giulietta Spider de José María, el 911 de Pablo, incluso el DB6 de Andrés, se desenvolví­an con más soltura en este terreno que los más veteranos. Los años, la envergadur­a y la conducción más tosca del Bentley 3 ½ de Joan y el Ford A del onubense José —quien llegó, estuvo y se marchó rodando siempre al volante— pedían un ritmo tranquilo. Pero no perdían cuerda. Ni siquiera los árboles caídos en mitad de la carretera, después del temporal de los días previos, rompían esa agreste belleza natural y añadían picante al viaje. Para entonces, sólo la bomba de gasolina del Morgan Plus 4 de Julián había hecho saltar la alarma. Por fortuna, la solidarida­d de los manitas del grupo dejó la cosa en la única anécdota mecánica.

Como el centenar de moto-turistas alemanes con el que se cruzaron en Finisterre, todos llegaron al punto más occidental de España y faro de la Costa da Morte. Y todavía quedaba aquel penúltimo día regresar de nuevo a Santiago de Compostela y una última etapa por el curso inferior del río Miño, entre cepas de albariño, hasta la villa de O Carballiño. Allí, el dicho popular «pra carne, pan e viño, O Carballiño» dejó el buen sabor de boca que los días anteriores. El viaje llegaba a su fin. mc

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 ??  ?? Turismo sobre ruedas. Esa fue la base de esta ruta, en la que los Maserati 3500, Corvette Stingray, Porsche 911, Morgan Plus 4, Bentley 3 1/2, Alfa Romeo Giulietta, Jaguar XK, Ford Fairlane, Aston Martin DB6, entre otros, se fueron abriendo camino —literalmen­te— en el agreste paisaje gallego. La catedral de Santiago de Compostela, el faro de Finisterre, pazos, viñedos y universida­des enseñaron a estos turistas motorizado­s la cultura, los rincones pintoresco­s, la gastronomí­a y las tradicione­s más ancestrale­s de esta tierra.
Turismo sobre ruedas. Esa fue la base de esta ruta, en la que los Maserati 3500, Corvette Stingray, Porsche 911, Morgan Plus 4, Bentley 3 1/2, Alfa Romeo Giulietta, Jaguar XK, Ford Fairlane, Aston Martin DB6, entre otros, se fueron abriendo camino —literalmen­te— en el agreste paisaje gallego. La catedral de Santiago de Compostela, el faro de Finisterre, pazos, viñedos y universida­des enseñaron a estos turistas motorizado­s la cultura, los rincones pintoresco­s, la gastronomí­a y las tradicione­s más ancestrale­s de esta tierra.
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