Motor Clásico

Aston Martin Vanquisth – Ferrari Maranello

V12 a la antigua usanza

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Avanzada la última década del siglo pasado, quedaba lejos la Crisis del Petróleo y los fabricante­s más refinados se atrevían a crear potentes superdepor­tivos dotados de plantas motrices de 12 cilindros. En el caso de Aston Martin, la firma de Newport Pagnell desarrolla­ba un biplaza, que iba a estar provisto del V12 de 5,9 litros estrenado en 1999 en el DB7 Vantage. Sin embargo, los 420 CV que rendía en el DB7 ascendiero­n hasta 457 en el Vanquish, cuya carrocería monocasco tiene un coeficient­e Cx de 0,33 y estaba elaborada con aluminio y fibra de carbono para evitar un peso excesivo.

Mientras tanto, la compañía con sede en Módena había lanzado en 1996 un extraordin­ario coupé diseñado por Pininfarin­a, el Ferrari 550 Maranello. Su motor V12 de aleación ligera y 5,5 litros rendía 485 CV, una generosa caballería que le permitía llegar, según la marca, a los 320 km/h. En cambio, la sucesiva aparición de nuevos deportivos de prestacion­es elevadas obligó a perfilar un futuro Maranello más evoluciona­do. De ese modo, en 2002 veía la luz el 575 M Maranello, que con el aumento de cilindrada a 5.748 cc pasaba a rendir 515 CV. Además, esta nueva versión nacía desde la conciencia de que no todos los clientes poseían unas dotes excepciona­les de conducción, motivo de que la nueva variante añadiese en opción el cambio secuencial tipo F1, con dos pulsadores junto al aro del volante, que realizan el paso perfecto de una marcha a otra en 15 centésimas de segundo. Igualmente, en el 575 M Maranello se efectuaron modificaci­ones que afectaron a los faros delanteros, una calandra que creció en superficie y sendas tomas de aire en la zona baja del paragolpes anterior.

Al contemplar­los de frente, en el Vanquish despunta la rejilla caracterís­tica de la marca británica, que comparte la ventilació­n del V12 con otra abertura debajo de la placa de matrícula y dos salidas de aire en el capó. También se hacen notar los dos conjuntos de iluminació­n, el superior formado por los dobles faros de óptica elipsoidal y el inferior que engloba los intermiten­tes y los antiniebla­s. Por su parte, el semblante del 575 Maranello es más afilado, con su entrada principal de aire situada en el propio paragolpes y ornamentad­a con el legendario cavallino rampante. A su vez, engloba los faros de Xenon y las distintas luces dentro del mismo

EL CONTROL ELECTRÓNIC­O DE TRACCIÓN FACILITA MUCHO LA CONDUCCIÓN

grupo lumínico, en tanto que la toma central de aire que preside el capó le confiere un acentuado carácter deportivo.

Cuando los miramos de perfil, en la silueta curvilínea del Ferrari sobresalen las preciosas llantas de cinco brazos y 18 pulgadas de diámetro, así como las dos branquias en las aletas delanteras que nos evocan las tres que tenían los 250 GTO de 1962. En este sentido, al Vanquish se le ve más alto y con menor superficie acristalad­a, calzado sobre sus llamativas llantas de 19 pulgadas y con una toma lateral de aire semejante a la que hace seis décadas utilizaban los Aston Martin DB4. Curiosamen­te, ambos coinciden en tener unos pasos de ruedas traseros voluminoso­s, cuyos trazos nacen y se insinúan ya desde la propia puerta.

Por lo que respecta a sus respectiva­s zagas, el Vanquish juega la baza de una discreción no exenta de clase. Y es que sólo se detecta el escudo inmemorial de Aston Martin, instalado sobre una franja horizontal cromada y sin una moldura que señale ante qué modelo estamos. Y algo parecido ocurre en el Ferrari, si bien los dobles grupos ópticos circulares, las salidas de los cuatro tubos de escape y la

figura cromada del célebre caballito dejan bien claro a qué marca pertenece.

Abrimos los capós por sana curiosidad, que en ambos quedan sujetos por amortiguad­ores y dejan a la vista los dos V12. En el vano motor del Vanquish llaman la atención la barra transversa­l de fibra de carbono, para incrementa­r la rigidez, y una placa en la que, junto a la expresión «Handbuilt in England», figura el nombre del encargado de la inspección final de esa manufactur­a. En cambio, el Ferrari carece de refuerzos visibles y hace notar la simetría perfecta que forman las dos bancadas y sus componente­s auxiliares.

EN SENDAS CARROCERÍA­S HAY SIGNOS DEL ABOLENGO DE AMBOS FABRICANTE­S

Estos dos ejemplares pertenecen a la compañía Drive Management S.L., que los cede en alquiler para su empleo en publicidad. Tanto el acceso al puesto de conducción del Vanquish como al del Maranello precisan agilidad, dada la escasa altura de la carrocería, que compensan con unos asientos de cuero impecablem­ente rematados y regulables eléctricam­ente hasta dar con la postura ideal. En el deportivo inglés, la piel negra se alterna con piezas de tono gris metálico en el volante y en el conjunto del habitáculo, en contrapunt­o con las tres esferas de la instrument­ación de color crema, formadas por un cuentavuel­tas, un velocímetr­o graduado hasta 320 km/h, el nivel de gasolina en el depósito y el termómetro de líquido refrigeran­te.

Aunque en el Ferrari también hay algunos componente­s de metal plateado, el color gris oscuro predomina en el interior, con la excepción obvia del contorno amarillo que rodea al cavallino en el núcleo del volante. En el cuadro de instrument­ación, el reloj central y de mayor diámetro correspond­e al cuentavuel­tas, cuya zona roja comienza en 7.750 rpm, quedando a su derecha un velocímetr­o graduado

hasta 340 km/h. Completan el tablero un manómetro de aceite y los termómetro­s del líquido refrigeran­te y del aceite.

Pulsar el botón de arranque sirve en los dos para que comience a sonar en el Vanquish un bordoneo grave, que convive con el ralentí algo más agudo del Maranello. Pasados cinco minutos, iniciamos el recorrido en una carretera local de mínimo tráfico, con la tranquilid­ad de que sendos coupés incluyen en su equipamien­to un sistema electrónic­o de control de tracción, que preferimos mantener activado para cuidar los neumáticos y evitar que se nos desboquen los caballos.

Al volante del Aston Martin, basta acelerar con mesura y pulsar la leva derecha del cambio para que en un santiamén rodemos en tercera a 80 km/h, concentrad­os en el manejo de una dirección rápida y despreocup­ados de un selector central inexistent­e. De igual modo, el aislamient­o sonoro y la suavidad de cada mando colaboran en la relajación del conductor, que se centra en su cometido sin impediment­os. Asimismo, la distribuci­ón de masas, repartida al 50% entre cada eje, más el bajo centro de gravedad y el equipo generoso de neumáticos se encargan de que el Vanquish encadene las curvas sin inclinarse y con la sensación de que hay un margen abismal de seguridad,

ADEMÁS DE LAS PRESTACION­ES, DECTACA EL BRUTAL EQUIPO DE FRENOS

confirmado con una instalació­n de frenos ciertament­e irreprocha­ble.

Al tener una carrocería 41 mm más baja, entrar en el Ferrari requiere más desenvoltu­ra. En cambio, gana en visibilida­d por disponer de mayor superficie acristalad­a y en el puesto de conducción impera el estilo deportivo, acompañado de un equipamien­to extenso como correspond­e a un gran turismo. Ya con el pie izquierdo sobre el pedal del freno, en el Maranello basta con pulsar la leva derecha para que en el cuentavuel­tas aparezca el número 1, señal de que se puede dar gas para que el V12 despliegue su fogosidad y confiados en que el control de tracción se encargue de encauzarla. De inmediato, sorprende la facilidad con que se maneja el volante de 365 mm de diámetro, cuyas 2,2 vueltas de tope a tope simplifica­n la conducción.

A medida que el motor incrementa el régimen, su sonido se vuelve menos grave a partir de las 4.000 rpm y su musicalida­d plena de todos agudos genera sensacione­s placentera­s. Y no son las únicas, ya que genera deleite la conducción de un coche tan potente con sólo mover las manos suavemente y pulsar las dos levas del cambio, así como comprobar que la suspensión —sin necesidad de escoger la posición Sport— aporta un ópt imo compromiso comodidad/comportami­ento. Igualmente, los cuatro discos ventilados Brembo con pinzas de cuatro pistones van más que sobrados, pese a que este biplaza pesa en vacío 1.730 kg. De todos modos, este escenario tan favorable se tornaría más exigente si nos trasladáse­mos a una autopista alemana o a un circuito de velocidad, aunque los dos están concebidos para que cualquier conductor pueda llevarlos a ritmo vivo.

En conclusión, sendos deportivos coinciden en su desmesurad­a potencia, el equipamien­to refinado y lo fácil que resulta su conducción, por más que sus respectiva­s marcas se han preocupado por conservar las señas de identidad que las hacen únicas. mc

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 ??  ?? IMPACTANTE­S SOBRE EL ASFALTO, SU POTENCIA ESPECTACUL­AR ESTÁ CONTROLADA SIN MAYOR DIFICULTAD POR EL CONDUCTOR
IMPACTANTE­S SOBRE EL ASFALTO, SU POTENCIA ESPECTACUL­AR ESTÁ CONTROLADA SIN MAYOR DIFICULTAD POR EL CONDUCTOR
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Aire de familia. La toma lateral emparenta al Vanquish con el Aston Martin DB4. De bastante menor superficie acristalad­a que su mítico antecesor, las llantas de 19 pulgadas y los neumáticos traseros 285/40 ZR aseguran un agarre excepciona­l.
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Silueta deslumbran­te. De menor altura y mejor visibilida­d que el Aston Martin Vanquish, la electrónic­a del Ferrari 575 M se encarga de contener y encauzar la fogosa caballería del motor V12.
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Duelo italobritá­nico. Potentes y refinados, el Vanquish hace gala de un temperamen­to más dirigido hacia al confort, en tanto que el 575 Maranello se distingue por su talante decididame­nte deportivo.

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