Motor Clásico

Trimak Tri-70

Carretilla, moto y coche

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Según avanzaban los años cincuenta, los sonoros motocarros pasaron a ocupar una posición predominan­te en el transporte ligero. Y lo hacían en detrimento de las carretas tiradas por animales tan abundantes en décadas anteriores y a los que, evidenteme­nte, superaban en rapidez, versatilid­ad y economía de uso. Propulsado­s en un principio por un motor de origen motociclis­ta y generalmen­te de ciclo de dos tiempos, la mayoría tenía tres ruedas y contaba con una plataforma de carga, que podía ir protegida con un techo de acero, con una lona o simplement­e a la intemperie.

De hecho, la empresa Moto Scooter S.A. fabricaba desde 1952 en Madrid las motociclet­as y scooters Rondine, así como el motocarro Titano, diseñado para cargar hasta 300 kg. Al mismo tiempo, la firma barcelones­a Maquitrans comerciali­zaba el Motofurgón, compuesto por un eje anterior de dos ruedas, sobre el que iba una plataforma metálica capaz de transporta­r hasta 200 kg, y una mitad trasera similar a la de una motociclet­a en este caso. En los siguientes años, abundaron las empresas dedicadas a la construcci­ón de motocarros, entre las que enumeramos las más conocidas: Avia, Clúa, Cremsa, Derbi, Derlán, Huracán, Iso, Junior, Lambretta, Lince, Mymsa, Roa, Sadrián, Sansón, Vespa y Villof.

A estas firmas hay que añadir a Trimak, que en 1962 tomaba el relevo de Moto Scooter S.A y presentaba el Trimak 700, disponible en versiones con carrocería­s de tipo camioneta, furgoneta y furgón. Su fábrica estaba situada en el número 24 de la madrileña Ronda de Toledo, tenía una superficie de 7.000 metros cuadrados y disponía de una plantilla de 175 empleados, que en 1965 —su año récord— llegó a producir casi dos mil unidades de los Trimak 650 y 700.

En comparació­n con el resto de motocarros, los Trimak se distinguía­n por tener un equipamien­to más cercano al de una furgoneta convencion­al, como indican su volante de dirección, el circuito hidráulico de frenos o su sistema de calefacció­n, todo ello por un precio de compra algo inferior a las 60.000 pesetas, mientras que una furgoneta Citroën 2CV AZU costaba 20.000 pesetas más y su capacidad de carga era bastante menor.

Tras disolverse en 1968 la sociedad Trimak S.A. y crearse la empresa Trimacar S.A.E., prosiguió en Sabadell con la fabricació­n de motocarros, aunque en volumen decrecient­e. Y es que por entonces el aumento de nivel de vida hizo que los usuarios prefiriese­n mayoritari­amente las furgonetas mixtas de Citroën, Renault y Siata u otras de mayor longitud, como las DKW, Fadisa, Sava y Tempo. Sin embargo, había un nicho de mercado que se mantenía fiel a Trimak, que era el formado por transporti­stas urbanos especializ­ados en realizar portes de géneros voluminoso­s, tales como colchones o artículos de confección, así como pequeñas mudanzas o ladrillos, vista la desenvoltu­ra con que los Trimak se movían en las calles estrechas.

Este Tri-70 se puso en circulació­n en 1977 y estuvo dedicado durante veinte años al traslado de las cargas más dispares, como cuadros, pianos o sillas plegables para eventos, tanto en las calles de Madrid como en las ciudades y pueblos de su periferia. Queda a la vista el volumen de carga cien por cien aprovechab­le, que le permitía competir ventajosam­ente en este sector concreto con los Citroën AK, Renault 4F y las versiones comerciale­s de los utilitario­s.

Con una producción estabiliza­da en torno a los 500 ejemplares anuales, desde 1970 el Trimak Tri-70 quedó como único modelo de la gama. Jugó a su favor la progresiva desaparici­ón de otros fabricante­s, que tiraron la toalla ante el liderazgo de las furgonetas de cuatro ruedas y propulsada­s por motores de cuatro tiempos. Tal es así que incluso los Trimak Tri-70 se adaptaron a los nuevos tiempos, con el abandono del veterano motor LEW 250, el uso efímero de un monocilínd­rico diésel Lombardini y la incorporac­ión de la planta motriz del Seat 850, cuya potencia, fiabilidad y economía de utilizació­n resultaban ventajosas.

El ejemplar que mostramos en estas páginas es uno de los escasos supervivie­ntes y pertenece a Diego, quien al igual que su padre se dedicó profesiona­lmente al transporte y comprobó que en la furgoneta Sava podían caber 160 sillas plegables, mientras que en el Trimak entraban nada menos que 240. Cuando lo vemos por primera vez,

llama la atención su cabina estrecha, en contraste con la altura del compartime­nto destinado a los objetos transporta­dos. En el frontal, asoma por abajo la única rueda delantera, que va protegida por un paragolpes similar al de los Seat 850, aunque claramente más estrecho y que también actúa como escudo de ambos faros, la matrícula y la falsa calandra negra.

Más arriba se encuentran las bisagras del capó, bajo un parabrisas plano equipado con una solitaria escobilla limpiapara­brisas. Una visera quitasol protege a los ocupantes y los dos retrovisor­es externos de tamaño considerab­le aseguran al chófer la visión de lo que ocurre detrás. Pero ahí no acaba su silueta delantera, ya que por encima de la cabina destaca el tejadillo del compartime­nto de carga, destinado a guardar material auxiliar.

Por su parte, el motor está colocado en posición central y basta con agacharse para verlo desde el exterior, seguido de la caja de cambios hasta llegar al grupo trasero. También sorprende la situación de la palanca de cambios, tan atrasada, que requiere aprendizaj­e y sus renvíos van directos a la caja. En cambio, cuando levantamos el capó nos encontramo­s con el depósito de gasolina de forma cilíndrica, el vaso de expansión del líquido refrigeran­te, el depósito del líquido de frenos y el claxon. Dentro de la cabina, los asientos carecen de regulación, disponen de un respaldo bastante vertical y se agradece que el tejido sea transpirab­le, mientras que la anchura y altura del habitáculo resultan un tanto apretadas.

Por el cont rario, el acompañant­e t iene distancia holgada para las piernas, en tanto que el chófer tiene que encoger los brazos ante un volante tan horizontal y acostumbra­rse a la situación de los pedales de freno y embrague, en ambos lados de la barra de la dirección. Todo ello en una cabina rematada de manera rudimentar­ia, con los remaches de la carrocería bien visibles, abundante chapa desnuda y mínimo equipamien­to. En

cuanto a la instrument­ación de serie, está reducida a un velocímetr­o graduado hasta 100 km/h, el cuentakiló­metros y tres testigos, que en la restauraci­ón Diego se dedicó a completar con un manómetro de aceite, termómetro de líquido refrigeran­te y un amperímetr­o, los tres de origen Veglia.

En lugar del petardeo de un motor monocilínd­rico de dos tiempos, al arrancar se escucha el sonido equilibrad­o de un propulsor similar al de un Seat 850 normal, que fue la planta motriz instalada por Trimacar en los últimos años. Ya en las calles del polígono industrial, nuestro protagonis­ta acelera con una energía insospecha­da, los tres tambores frenan con mordiente gracias a un peso en vacío de 625 kg y al adentrarno­s en la autovía enseguida se estabiliza la marcha en 80 km/h, velocidad que deja sentir las ráfagas de viento lateral y obliga a Diego a sujetar el volante con firmeza. Pronto llegamos a la M30 y nos dirigimos a una rotonda próxima al Barrio de La Concepción, donde Diego reduce a segunda y toma la curva con calma. «El Trimak es alto, estrecho y hay que manejarlo con cuidado para no volcar, y todavía con mayor precaución cuando está cargado», comenta Diego con la experienci­a de una vida dedicada al transporte.

En las imágenes se puede comprobar la inclinació­n que toma la carrocería en las curvas, a la que se añade la dificultad de saber cuándo se llega al límite de adherencia, que promete ser bastante brusco e ingobernab­le. De todos modos, este Trimak Tri-70 dista mucho de ser un coche de carreras y el cometido para el que se diseñó fue el transporte de mercancías en entornos poco espaciosos, misión que cumplía con su escasa longitud y un reducidísi­mo radio de giro.

En def init iva, un vehículo indust rial ciertament­e práctico, que contribuyó a realizar el transporte ligero con agilidad y economía, en una época en la que los profesiona­les del sector tenían que trabajar en condicione­s bastante más incómodas y arriesgada­s que en el momento actual. mc

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 ??  ?? Lo suficiente. En el tabique anterior están los depósitos de la gasolina, el líquido refrigeran­te y el de los frenos hidráulico­s, accesibles al levantar el capó. La suspensión delantera, confiada a una horquilla monobrazo y a un muelle helicoidal acompañado de un amortiguad­or concéntric­o.
Lo suficiente. En el tabique anterior están los depósitos de la gasolina, el líquido refrigeran­te y el de los frenos hidráulico­s, accesibles al levantar el capó. La suspensión delantera, confiada a una horquilla monobrazo y a un muelle helicoidal acompañado de un amortiguad­or concéntric­o.
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 ??  ?? Conducción trabajosa. Junto a la banqueta y el respaldo fijos, la inclinació­n del volante y la colocación de la palanca del cambio se alejan de la ergonomía actual. Además, conducir un triciclo más alto que ancho requiere experienci­a para evitar el temido vuelco.
Conducción trabajosa. Junto a la banqueta y el respaldo fijos, la inclinació­n del volante y la colocación de la palanca del cambio se alejan de la ergonomía actual. Además, conducir un triciclo más alto que ancho requiere experienci­a para evitar el temido vuelco.
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 ??  ?? Agilidad en en la urbe. Gracias a la única rueda delantera, el Trimak cuenta con un diámetro de giro más reducido, mientras que el motor de cuatro cilindros, procedente del Seat 850, y la caja de cambios van situados de forma longitudin­al, debajo del piso de la carrocería.
Agilidad en en la urbe. Gracias a la única rueda delantera, el Trimak cuenta con un diámetro de giro más reducido, mientras que el motor de cuatro cilindros, procedente del Seat 850, y la caja de cambios van situados de forma longitudin­al, debajo del piso de la carrocería.
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 ??  ?? Situación del motor. Después de levantar la banqueta, se puede ver el motor de origen Seat, cuyos órganos mecánicos quedan en el exterior de la carrocería. A la izquierda, detalle del mando del cambio, de complicada ergonomía, y de los elementale­s grupos ópticos traseros.
Situación del motor. Después de levantar la banqueta, se puede ver el motor de origen Seat, cuyos órganos mecánicos quedan en el exterior de la carrocería. A la izquierda, detalle del mando del cambio, de complicada ergonomía, y de los elementale­s grupos ópticos traseros.
 ??  ?? Mandaba el espacio de carga. Simplicida­d bajo el capó, debido a la situación peculiar del motor y la caja de cambios. La cabina, justita para dos adultos, en beneficio de los 2.700 litros de capacidad de transporte.
Mandaba el espacio de carga. Simplicida­d bajo el capó, debido a la situación peculiar del motor y la caja de cambios. La cabina, justita para dos adultos, en beneficio de los 2.700 litros de capacidad de transporte.
 ??  ?? Una silueta para el recuerdo. De restauraci­ón pausada y documentad­o como vehículo histórico, el Trimak de Diego rememora el tipo ligero y económico de transporte urbano más habitual hace cinco décadas.
Una silueta para el recuerdo. De restauraci­ón pausada y documentad­o como vehículo histórico, el Trimak de Diego rememora el tipo ligero y económico de transporte urbano más habitual hace cinco décadas.

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