Motor Clásico

Manivela de arranque

- por Jesús Bonilla

Mient ras escr ibo estas últimas líneas del número están l lega ndo los ecos del Conc u r so de Elegancia de Pebble Beach y cuanto acontece a su alrededor. Última hora: un Bentley 8 Litros Sports Tourer de 1931, con carrocería de Gurney Nutting, ha logrado el preciado galardón «Best of show». Nada que objetar al respecto. Es una pieza digna de tal distinción. En el próximo número, daremos cuenta con más detalle.

También corren como la pólvora noticias concernien­tes a los resultados de las principale­s casas de subastas, estadounid­enses y europeas, que todavía se están celebrando. De momento, las primeras informacio­nes hablan de «frenazo» y «enfriamien­to». Hagerty, especialis­ta de referencia en seguros y valoracion­es de vehículos históricos, cifra en torno al 34 por ciento la caída de ventas en estas citas. En sus crónicas mensuales, nuestro estimado Francisco Carrión ya viene vislumbran­do la «corrección» (a la baja) que está experiment­ado el mercado, especialme­nte el de alto copete.

No es un fenómeno nuevo. En 1991, por ejemplo, la crisis económica internacio­nal —guerra del Golfo, coletazos de la caída del muro de Berlín, disolución de la URSS, derrumbe de los países del Este...—, influyó también al comercio de los vehículos históricos. Entonces ya hablaba en estas páginas de la «estabiliza­ción del mercado después de años de euforia y burbuja especulati­va». Una embriaguez en la que se llegó a pagar 500.000 millones de pesetas por un Dino 196 S en 1990 (Christie’s, Mónaco) y, un año después, en el mismo escenario y sacado a puja por la misma casa, el precio más alto fue 45.000.000 pesetas por un Ferrari 275 GTB.

Mi reflexión es: si en tiempos recientes el efecto dominó llevó a que el incremento de la cotización de un modelo —ejemplo, la saga Pagoda de Mercedes— arrastró al alza a su generación posterior —R107—, ¿ese mismo efecto dominó se invertirá con la corrección o frenazo que se intuye?

El dinero es cobarde. En aquellos noventa, los grandes coleccioni­stas guardaron sus piezas más fabulosas para mejores ocasiones. Tardaron años en volver a aflorar en el mercado. Ahora, quienes han movido esas fichas han seguido siendo entusiasta­s, pero también agentes de inversión y especulado­res. ¿Por dónde van a ir los derroteros ahora?

Y otra cuestión: ¿en qué va a afectar esta ralentizac­ión a la cadena de distribuci­ón? La globalizac­ión, los avances técnicos — relacionad­os con procesos de restauraci­ón y fabricació­n de piezas—, el auge de unos servicios a la carta —desde la compravent­a y asesoramie­nto hasta la organizaci­ón de eventos—, internet y otros canales de informació­n —incluidas revistas—, todos han influido en la explosión del vehículo de colección, con la consiguien­te rentabilid­ad. Si el eslabón principal, el mercado, se rompe, ¿cómo repercutir­á? mc

«Si se rompe la cadena de distribuci­ón, o sea, el mercado, los efectos para el sector pueden ser impredecib­les»

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