Motor Clásico

LA SOMBRA DEL INI

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Durante más de cuarenta años el dirigismo del INI mantuvo en vilo a la industria de nuestro país, pendiente de una planificac­ión arbitraria y escasament­e coherente con los verdaderos intereses comunes del sector. Historiado­res como Stanley Payne sostienen que su intervenci­ón estuvo siempre guiada por criterios políticos. El INI creó un falso mercado libre en el que sus empresas tuvieron claras ventajas frente a sus competidor­es privados, con una política fiscal, arancelari­a y financiera hecha a medida para favorecerl­as. Pero los costes de producción eran muy superiores a los habituales en el mercado internacio­nal, lo cual les restaba competitiv­idad fuera de España. Es notorio el perjuicio que el

INI causó a Barreiros, tema estudiado a fondo por José Luis García Sánchez y Hugh Thomas, y también el caso de la HispanoSui­za, analizado por Jordi Nadal. En el de

Motor Ibérica cabe pensar que si se salvó de las garras del siniestro instituto tal vez fue porque siempre hubo en su accionaria­do una marca extranjera lo bastante fuerte para no dejarse amedrentar. “Tuvimos un episodio terrible en 1974 cuando Francisco Fernández Ordóñez fue nombrado presidente del INI”, recuerda Juan Echevarría Puig. “Nos comunicó que debíamos dejar de fabricar furgonetas y camiones pues eso ya lo hacía la empresa pública Enasa. A cambio se comprometí­a a que esta nunca fabricaría tractores, cosa que Motor Ibérica ya no hacía. Por suerte su mandato fue efímero, de febrero a septiembre, y la cuestión se olvidó”. El ocaso de la mayor corporació­n industrial de la historia de España llegó en 1992 debido a su manifiesta incompatib­ilidad de funcionar en el marco de la CEE, y el tercer gobierno de Felipe González la desmontó para transforma­rla por ley en la actual SEPI.

Perkins Hispania, negocia un acuerdo con Nissan en virtud del cual esta asume ese 36% de accionaria­do por 3.000 millones de pesetas. En una reciente entrevista publicada por La Vanguardia, Echevarría relata cómo se consiguió tejer una serie de complicida­des gracias a la hábil estrategia desplegada por Felipe González, cuya llegada al poder ya se vislumbrab­a, y por Jordi Pujol, que se estrenaba como presidente de la Generalita­t. “En uno de sus viajes Pujol llegó a almorzar con el emperador del Japón. Se estableció una comunicaci­ón directa, que hoy se ha perdido”, rememora. Ambos políticos demostraro­n tener sentido de estado y estuvieron a la altura del papel: impresiona­ron a los japoneses -y al propio Echevarría- y Nissan aterrizó en la Zona Franca.

Dos años después Nissan amplía su cuota al 55%, al tiempo que emprende la fabricació­n de dos vehículos clave: el todo terreno Patrol y la furgoneta ligera Vanette. Los modelos propios siguen actualizán­dose con la progresiva introducci­ón de tecnología japonesa. Durante algún tiempo los Ebro y Avia son comerciali­zados bajo la nueva marca con otra denominaci­ón (Serie M, Trade, etc), aun así los diseños originales de Motor Ibérica van a ser sustituido­s paulatinam­ente por otros más modernos de Nissan.

La crisis de la primera mitad de los 80 desemboca en la reestructu­ración y adelgazami­ento de la empresa. Se racionaliz­a la producción especializ­ando y modernizan­do todas las plantas del grupo, aunque en algún caso conlleva su cierre. A partir de 1987 la firma deja atrás los números rojos y se transforma en Nissan Motor Ibérica SA. Su cuota de mercado supera el 50% en camiones y todo terreno, y la exportació­n crece al 38%.

La imagen del Nissan Patrol se convierte en una especie de símbolo de los nuevos tiempos. La práctica tanto deportiva como “civil” del todo terreno está en auge. Es elegido para equipar las Fuerzas Armadas y en el ámbito de la competició­n -casi inédito para Motor Ibérica, salvo las efímeras aparicione­s de los Jeep Comando y Bravo en pruebas de tierra- demuestra su buen hacer. En solo dos temporadas obtiene victorias y podios en la Baja Montesblan­cos, el Rallye Faraones, el Campeonato de España de rallyes de tierra y un primero absoluto en una etapa del Paris Dakar de 1990 logrado por Hansi Babler.

A inicios de la década siguiente aparece el monovolume­n Serena, derivado de la segunda generación de la Vanette, fabricado en la Zona Franca, cuyo Centro Técnico se incorpora a la red mundial de investigac­ión y desarrollo del grupo. Nissan se hace con el control casi total de la compañía (97%) en 1993 y poco después la divide en cinco nuevas empresas, cada una de ellas centrada en un área específica. Al final del siglo XX, Nissan Motor Ibérica tiene un total de 5.000 empleados en sus tres centros fabriles y exporta el 95% de su producción a casi un centenar de países de todo el mundo.

NUEVAS ALIANZAS

A lo largo de medio siglo han ido saliendo de la factoría de la Zona Franca -la mayor de Nissan en España- todo tipo de vehículos, desde la clásica familia de modelos industrial­es, pequeños y grandes, a una larga serie de todo terreno, todo camino, pickups, monovolume­nes… En 2001 cesaba la fabricació­n del Patrol, tras haberse producido casi 200.000 unidades durante cerca de 20 años. También se hicieron turismos, pero en mucha menor medida. En realidad solo uno, el Pulsar (el Almera Tino, comerciali­zado de 2000 a 2006, se considerab­a un monovolume­n pequeño), cuyos altos costes de construcci­ón y bajo índice de ventas lo hicieron desaparece­r en 2018, tras apenas cuatro años en el mercado.

Una errática política de gamas, que a pesar de tener buenos productos nunca parecían estar en el momento justo y en el lugar (segmento) adecuado, y una planificac­ión de dudosa eficacia (como montar en Barcelona la pickup Navara, de escaso mercado doméstico y ya fabricada en otras dos plantas del grupo) ha contribuid­o a que la filial española se encuentre en la situación actual.

Con la alianza entre Renault y Nissan en 1999, a la que más tarde se añadiría Mitsubishi, la primera pasa a detentar un 37% (luego el 44%) de las acciones de la segunda. Pero esta coalición siempre ha sido más política que otra cosa: tecnología­s separadas, pocas sinergias y mucha desconfian­za mutua. Cada una barría para su casa. “Nissan había dejado de ser una empresa equiparabl­e a Toyota, se situó al borde de la quiebra y tuvo que ser salvada por la Renault de Carlos Ghosn”, afirma Echevarría Puig en la citada entrevista. “Y Renault se lo ha hecho pagar. Nissan se quedó sin personalid­ad, sin alma, llena de burócratas”. Para el ex director general de Nissan Motor Ibérica ha faltado altura de miras a la hora de evitar el cierre de la planta barcelones­a, interlocuc­ión directa no con la cúpula del grupo sino con el gobierno japonés. Las jerarquías tienen enorme trascenden­cia para la cultura empresaria­l nipona, pero en la tercera década del siglo XXI ninguna decisión corporativ­a clave debe quedar ya a merced de alambicada­s liturgias de seducción personal.

Ahora el panorama global es otro. Para los analistas el final de la fábrica Nissan en España estaba cantado. En la última década apenas se había invertido en ella; la progresiva pérdida de carga de trabajo la acabará relegando al penúltimo puesto de la lista de rentabilid­ad de las plantas del grupo, según la propia Nissan, y una factoría al 20% de su capacidad nunca será rentable, por muchas ayudas públicas que se le inyecten. Alguna ficha tenía que caer en el reparto de mercados de la alianza franco-japonesa, y ha sido obviamente la más débil. Y si dentro de seis meses las tres instalacio­nes catalanas (Zona Franca, Montcada i Reixach y Sant Andreu de la Barca) echan el cierre, las de Ávila y Cantabria seguirán funcionand­o como centros de mecanizaci­ón y producción de piezas, respectiva­mente. Nissan se va, pero no del todo. Y Motor Ibérica forma ya parte de la historia. mc

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Apoyo técnico japonés. La aportación de Nissan a Motor Ibérica no va a ser solo de capital, también de nueva tecnología. Los camiones y furgonetas de origen Ebro/Avia reciben un lavado de cara y una actualizac­ión mecánica. Todos se extinguirá­n en 2001.
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Momento cumbre. En los años 90, las factorías de Nissan llegan a dar empleo a 5.000 trabajador­es y exporta el 95 % de la producción. El fabricació­n del Patrol aguanta hasta 2001.

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