Motor Clásico

Morris 1800

Tras el diseño genial del Mini, en British Motor Corporatio­n decidieron extender su esquema vanguardis­ta: motor y tracción delanteros. La siguiente entrega correspond­ió a los Austin/ Morris 1100 y nuestro protagonis­ta surgió del tercer proyecto, denominad

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Hermano mayor del Mini

Presentamo­s un automóvil difícil de ver en los garajes de los aficionado­s españoles, debido a la dificultad de comprarlo en la época por tratarse de un coche de importació­n. Sin embargo, su estética nos resulta familiar, ya que tiene un estilo que nos recuerda a los Morris 1100 que Authi fabricó en Pamplona a partir de 1966, precisamen­te el año que se construyó este ejemplar. Sin embargo, este modelo es de producción británica y llegó a través del importador Sacai S.A., con sede en el número 101 de la madrileña calle Alcalá.

De la misma manera que el Mini llegó al mercado como un soplo innovador, los Austin/Morris 1800 sorprendie­ron por su habitabili­dad excepciona­l en un coche de 4,19 metros de longitud. Al igual que los Mini o los Morris 1100, también basaba su amplitud interior en la posición transversa­l del motor, sumada al empleo de un cárter común de la planta motriz y la caja de cambios, que ayudaba a que el grupo motopropul­sor tuviese un volumen más reducido de lo común. Y como sus hermanos de gama, tenía suspensión Hydrolasti­c, que conseguía una notable comodidad de rodadura y un comportami­ento seguro.

Como en proyec tos a nter iores de Br it ish Motor Corporatio­n, la firma turinesa Pininfarin­a participó en el diseño del morro, dado que los estilistas ingleses ya habían avanzado en el estilo de la carrocería tomando como punto de partida los bocetos del Mini y del Morris 1100. El resultado fue un automóvil que tenía las ruedas en los extremos de una batalla de 2.692 mm, dotado de tres ventanilla­s laterales y una zaga provista de una tapa curvada, que daba acceso a un maletero

cuya capacidad oficial era de 480 litros. En cualquier caso, se trataba de una berlina bien diferente de los Morris Ox ford, aparecidos en 1959 y de concepción tradiciona­l: motor delantero y tracción trasera.

Pintado a dos colores por su anterior dueño, esta unidad pertenece ahora a Javier Tulla, conocido profesiona­l barcelonés y gran entusiasta de este modelo. Antes de la sesión fotográfic­a nos desplazamo­s a un lavadero, donde después de enjabonarl­o y frotarlo con esponja fina, más el aclarado posterior, recuperó el esplendor que había tapado el polvo. Tocó a continuaci­ón un repaso con la aspiradora a la moqueta y los guarnecido­s interiores de material plástico, hasta que quedaron limpios incluso los asientos, cuya tapicería de cuero estaba muy desgastada y a la espera de recibir un nuevo revestimie­nto de piel.

Al observar el frontal, destacan la anchura del parabrisas y de la calandra, formada por seis lamas horizontal­es y el emblema de la firma cuya factoría estaba radicada en Cowley, al sudeste de Oxford. Por su parte, los faros Kinby están rodeados de unas pestañas cromadas que confieren distinción al conjunto, en sintonía con los paragolpes y el contorno de las luces de intermiten­cia y posición. De

EL MOTOR TRANSVERSA­L Y LA CAJA DE CAMBIOS CON CÁRTER COMÚN, FUNDAMENTO­S DE SU EXCELENTE HABITABILI­DAD

hecho, fue Pininfarin­a el creador de esta zona, que es la de estética más conseguida.

Y cuando lo miramos de perfil, se pone en relieve la longitud de la batalla, que permite contar con unas puertas traseras tan largas como las delanteras. De igual modo, la tercera ventanilla ayuda a extender el habitáculo e integra el tercer volumen. En cuanto a la zaga, su estilo no es tan afortunado, con esas aletas de silueta irregular y el doble trazo curvo aplicado a la tapa del maletero, que contrastan con el diseño certero de los grupos ópticos y el portaluces.

En un arrebato de sana curiosidad, levantamos el capó, que se mantiene sujeto arriba gracias a dos barras que se extienden y están dotadas de un fiador. Queda entonces a la vista el motor transversa­l, con el ventilador y el radiador en el lado izquierdo. Se divisan al fondo el carburador SU, un ser vofreno añadido por algún propietari­o anterior y el vaso de expansión del líquido refrigeran­te, mientras que en primer plano se encuentran la batería, la bobina, el distribuid­or de encendido y la dinamo. En resumen, un vano motor despejado y que -sin el pudor actual- muestra los componente­s que necesitan mantenimie­nto.

Una vez abierta la puerta izquierda y tomado asiento en el puesto de conducción, se nota que el volante conser va la postura de los Mini, porque va situado bastante horizontal y algo inclinado hacia la izquierda. Curiosamen­te, en el interior de la puerta hay una bolsa portaobjet­os de fácil acceso y gran volumen, aunque a cambio se echa de menos un descansabr­azos. El salpicader­o tiene debajo una repisa extensa, que sirve para depositar desde una gamuza hasta la caja de las bombillas de repuesto, mientras que encima hay una tira de madera. Conserva el estilo estrecho y alargado de los Morris 1100, con los huecos correspond­ientes para el encendedor eléctrico, la radio, la llave de contacto, tres conmutador­es y la instrument­ación.

Esta última es como la de los Morris 1100, con su velocímetr­o de cinta graduado hasta 160 km/h, el termómetro del líquido refrigeran­te, el aforador de la gasolina y cuatro luces-testigo. Sin duda, escasa para la supuesta categoría del modelo. En cambio, la sorpresa llega cuando se gira la cabeza hacia atrás, pues en el asiento trasero hay distancia desahogada hasta los respaldos delanteros y los pasajeros disponen de tres descansabr­azos, dos

ELÁSTICO A RÉGIMEN BAJO Y MEDIO, EL MOTOR SE VUELVE RUIDOSO ENCIMA DE LAS 4.000 RPM

de ellos en las puertas y uno central escamoteab­le. De hecho, en la butaca posterior se goza de mayor comodidad, por el espacio para las piernas y detalles como las bolsas de las puertas o los dos ceniceros.

Contacto, giro de llave y se apagan los testigos de descarga de la batería y baja presión de aceite, mientras comienza a escucharse el sonido discreto del motor. Las maniobras del volante a coche parado requieren esfuerzo físico, que desaparece en cuando se maneja ya en marcha y se oye el silbido procedente de la transmisió­n. El recorrido de la palanca de cambios es largo, tanto que al engranar tercera roza la banqueta derecha, mientras que la dirección se muestra precisa y no transmite las típicas reacciones de par.

En carretera, ya en cuarta y a 90 km/h, se evidencia el confort de los asientos y de una suspensión que absorbe las irregulari­dades con brillantez. Y lo mismo ocurre en zonas viradas, donde manifiesta un ligero subviraje y se nota que al respaldo del asiento le falta sujeción. Por si fuese poco, el comportami­ento resulta excelente incluso a la hora de superar rasantes, en zonas bacheadas, con viento lateral o sobre asfalto húmedo, una cualidad que va acompañada de unos frenos modulables y de eficacia acorde con las prestacion­es.

En contraste, su velocidad máxima oficial de 146 km/h y una aceleració­n 0-100 km/h en 15,3 segundos son escasas para un coche dotado de un motor de 1800 cc y 81 CV, aunque lo explican el peso considerab­le del vehículo y la notable superficie frontal. Algo parecido ocurre con el equipamien­to, escaso para la cilindrada del modelo, debido a que el esfuerzo se centró en la creación de un bastidor seguro y confortabl­e, más que en un habitáculo repleto de accesorios señoriales.

En definitiva, estamos ante un coche que reunía una habitabili­dad excepciona­l y una suspensión con excelente compromiso entre el confort y el comportami­ento. Con su motor transversa­l era un precursor de la mayoría de los autos actuales y por eso recibió el premio de Coche del Año, aunque su imagen poco ostentosa hizo que en aquella época muchos de los posibles compradore­s prefiriese­n berlinas de estilo tradiciona­l. mc

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 ??  ?? Asentado al asfalto. Gracias a la escasa altura de la carrocería, la generosa anchura de vías y la batalla larga, el Morris goza de una excelente estabilida­d en llano.
Asentado al asfalto. Gracias a la escasa altura de la carrocería, la generosa anchura de vías y la batalla larga, el Morris goza de una excelente estabilida­d en llano.
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 ??  ?? Habitáculo amplio y diáfano. El cuero de los asientos es el original, pero está desgastado tras más de cinco décadas de utilizació­n. Guarnecida­s de material sintético, las puertas traseras cuentan con reposabraz­os y una bolsa portabjeto­s.
Habitáculo amplio y diáfano. El cuero de los asientos es el original, pero está desgastado tras más de cinco décadas de utilizació­n. Guarnecida­s de material sintético, las puertas traseras cuentan con reposabraz­os y una bolsa portabjeto­s.
 ??  ?? Instrument­ación escueta. Para la categoría de este modelo, resulta un tanto escaso disponer sólo de termómetro de líquido refrigeran­te y nivel de gasolina en el depósito.
Instrument­ación escueta. Para la categoría de este modelo, resulta un tanto escaso disponer sólo de termómetro de líquido refrigeran­te y nivel de gasolina en el depósito.
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 ??  ?? Coche del Año en Europa. Su hermano gemelo, el Austin 1800, consiguó alzarse con el prestigios­o título de 1965, tanto por su interior espacioso como por una suspensión confortabl­e, que lograba además un comportami­ento intachable en curva.
Coche del Año en Europa. Su hermano gemelo, el Austin 1800, consiguó alzarse con el prestigios­o título de 1965, tanto por su interior espacioso como por una suspensión confortabl­e, que lograba además un comportami­ento intachable en curva.
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 ??  ?? Carrocería ancha. Cuando toca callejear en cascos medievales, los 1,702 metros de anchura de la carrocería se hacen notar y hasta se agradece que no haya un retrovisor lateral derecho.
Carrocería ancha. Cuando toca callejear en cascos medievales, los 1,702 metros de anchura de la carrocería se hacen notar y hasta se agradece que no haya un retrovisor lateral derecho.
 ??  ?? Mecánica compacta. Sorpende el escaso volumen ocupado por el motor y la caja de cambios. Javier Tulla conserva incluso el manual de instruccio­nes original.
Mecánica compacta. Sorpende el escaso volumen ocupado por el motor y la caja de cambios. Javier Tulla conserva incluso el manual de instruccio­nes original.

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