Motor Clásico

Fuera de serie

Tomando como base el Lotus Seven 4, en Talleres Hispano-Alemán elaboraron un roadster propulsado por el motor del Seat 1430. Traemos a estas páginas un ejemplar de 1976, que nos ha impresiona­do por su aceleració­n más que brillante.

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Hace casi medio siglo, Ben Heiderich se convirtió en el importador para España de Lot us, la prest ig iosa firma británica de coches deportivos, de competició­n y de F1. A partir de aquella relación, junto a la constataci­ón de que con los aranceles vigentes de importació­n era muy difícil incrementa­r las ventas de los Lotus Elan, Europa y Seven, acordó con Colin Chapman la importació­n en kit de una partida de carrocería­s y bastidores del Lotus Seven.

En el Salón de Barcelona de 1972, se presentó como novedad el prototipo del Hispano-Alemán Mallorca, el ligero biplaza de carácter deportivo elaborado a partir del Lotus Seven, pero que incorporab­a el motor, la caja de cambios y la transmisió­n trasera del Seat 1430. Sin embargo, antes de comerciali­zar el Mallorca era necesario que el proyecto de adaptación del motor Seat estuviese homologado por el Ministerio de Industria, algo que se demoró porque, paradójica­mente, el autor del proyecto aún no había terminado la carrera y no tenía potestad para firmarlo. Al final, la contrataci­ón de un ingeniero industrial permitió la aprobación del proyecto.

Ahí no terminaron las complicaci­ones, porque también era necesario que Hispano-Alemán obtuviese la licencia de fabricació­n. A base de insistenci­a, mover hilos y contactar con las personas adecuadas, fue el propio ministro de industria José María López de Letona quien aprobó que se concediese dicha licencia. Convertido en aquel momento en el sexto fabricante español de automóvile­s, junto a Authi, Chrysler, Citroën, Renault y Seat, tenía la obligación de fabricar entre un mínimo de 50 unidades/ año y un máximo de 300.

Con un capital social de 5.000.000 pesetas y unos talleres en Alcobendas, en Madrid, inició ya en 1974 la construcci­ón de los Hispano-Alemán Mallorca. Tras presentarl­os a la prensa especializ­ada en octubre, se inició de inmediato su comerciali­zación, a un precio de 368.000 pesetas la versión sencilla y algo por encima de 400.000 pesetas la variante de lujo, equipada con llantas de aleación, pintura metalizada, paragolpes delanteros y traseros, moqueta, luz de marcha atrás y algunos pequeños detalles adicionale­s. Desde luego, un precio más elevado que el de un Seat 124 Sport 1800 y casi a la altura del que tenía un Dodge 3700 Automático, si bien carecía de competidor­es directos y su línea de estilo roadster era imponente.

El ejemplar que aparece en estas páginas pertenece a la segunda serie, posterior a las primeras unidades ensam

bladas y que se fabricó ya con componente­s producidos en España. Al frente de su concepción estuvo el ingeniero industrial Javier García Peralta, a cargo de la Cátedra de Automóvile­s en la Escuela de Ingenieros Industrial­es de Madrid y con quien Ben Heiderich había trabado una gran amistad. Este Hispano-Alemán Mallorca superó la inspección de industria el 31 de julio de 1975 y no se matriculó en Barcelona hasta el 16 de marzo de 1976, lo que nos lleva a pensar que en aquellos años posteriore­s a la Crisis del Petróleo entrañaba una cierta dificultad la venta de estos modelos.

Su dueño actual lo tiene desde el verano de 2003, que es cuando lo compró a un aficionado mallorquín, después de descartar varios ejemplares en mal estado o con modificaci­ones extravagan­tes. Y hace cuatro meses lo ha terminado de someter a una ligera restauraci­ón, que ha servido para eliminar los desperfect­os provocados por el uso ocasional -tan frecuente en este tipo de coches- así como volver a instalar unos nuevos escudos y molduras, tras haberlos perdido a manos de los típicos graciosos que se los hicieron desaparece­r.

Para realizar la sesión fotográfic­a, nos dirigimos junto al propietari­o al entorno de una playa poco concurrida, algo que en pleno verano obligaba a levantarse temprano y aprovechar las primeras horas de luz solar. Ya con la capota guardada en el maletero, en la silueta lateral del

GRACIAS A SU AMISTAD CON COLIN CHAPMAN Y A LOS ARANCELES QUE ENCARECÍAN LA IMPORTACIÓ­N, BEN HEIDERICH TOMÓ LA DECISIÓN DE FABRICARLO

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