Motor Clásico

ROMPIENDO, QUE ES GERUNDIO

- por Ricardo Muñoz Ibañez y Gonzalo Belay ( fotos)

En 1968, corrí con cada uno de los miembros de la aún no formada Escudería Repsol, así que, nada más constituid­a la Repsol-Jolly Club en 1969, debuté como copiloto de Jaime Lazcano en el Rallye Costa Brava, a bordo de un Lancia Fulvia Zagato del Jolly. El estreno se saldó con un fuerte accidente, del que tuvieron que extraerme los bomberos, conmociona­do, serrando el techo del Lancia. Los italianos, bastante contrariad­os, pidieron que se sustituyes­e a Jaime por José Manuel Lencina.

Yo me recuperé pronto y evité meterme en ese lío entre escuderías y seguí corriendo con Lazcano en su Porsche 911 R personal. Terminamos segundos en el Rallye Sherry, detrás de Paco Sanjuan y su Ford Escort RS Twin Cam. Aproveché el contacto con el sevillano para participar juntos en el Vasco Navarro. Dimos un montón de trompos con el Escort antes de acabar fuera de carrera. Luego, de nuevo con Jaime y su Porsche R, ganamos seguidos el Alcarreño y el Luís de Baviera.

Aquella temporada debuté como piloto. Fue en el Gibralfaro de Málaga, junto a Jaime Segovia y al volante de un R8 TS. En el equipo Renault estaban también Lucas Sainz y Gerardo Van Dulken. Para mi asombro, terminé quinto, por delante de Gerardo, futuro vencedor de la Copa TS de 1970.

En Orense, volví a correr con Lazcano. Terminamos cuartos en un rallye muy duro, detrás de los otros 911 R de Palomo y Pavón y el Alpine de Bernard Tramont. Durante la noche después del rallye hubo una fortísima partida de cartas en el Hotel San Martin, en la cual subieron los decibelios y se llegó a apostar uno de aquellos Porsche…

En agosto, en el Rías Bajas, acompañé a Van Dulken en el R8 Gordini Gr.1. Nos retiramos con el motor roto. Al mes siguiente, en el Rallye de Cercedilla, pasé el miedo de mi vida. Participab­a con Juciano Otero y un Abarth 2000 de circuitos. Afortunada­mente, abandonamo­s por avería del cambio.

A todo esto yo competía también en la Copa TS de circuitos. Después de varias carreras malas, estaba a punto de ganar en Alcañiz. Iba líder con aparente ventaja. Pero en la penúltima vuelta vi aparecer un Chupa-Chups por el retrovisor. Era el R8 de Salvador Cañellas. Yo estaba en un momento económicam­ente delicado, por no decir sin cinco. Debía un mes del apartament­o y sólo tenía la publicidad de Repsol. En aquella época, sólo los tres primeros clasificad­os cobraban premios en metálico (15.000, 12.000 y 10.000 pesetas). Por eso decidí aguantar a Cañellas. Pero iluso de mí, antes de llegar al segundo puente, el catalán, muchísimo más diestro que yo, me pasó como un misil y ganó. Bueno, terminé segundo. Lo humillante fue cuando me enteré de que Cañellas había tenido un golpe en la primera vuelta, había tenido que bajar y sacar el guardabarr­os de su coche –que era prestado- y había remontado a todos. En fin, por lo menos pagué el apartament­o.

En el R ACE, con Luís Valero de copiloto (hijo del presidente de Repsol), compañero mío de facultad, nos retiramos con el cambio del R8 TS hecho trizas. Dos días después, Roberto Angiolini me cedió el R8 Gordini del Jolly Club, preparado por Del Monte. Con mi primer coche oficial, disputé el Firestone, junto a Juan Carlos Oñoro. La rotura del cristal trasero, en pleno mes de noviembre, a poco nos hiela a los dos. Eso fue antes de tener que pararnos con la junta de la culata quemada. Debió ser cómico vernos a Oñoro y a mí, de pie en la parte trasera del Gordini, intentando acertar con el chorro de pipí en el estrecho tapón del depósito de agua.

El final de año fue catastrófi­co, con sendos abandonos en las citas catalanas, las dos con Eladio Doncel y el 911 Bonomelli: en el 2000 Virajes, exclusión por pérdida de gasolina, y en el Barcelona-Andorra, rotura de un palier. La traca final fue el Rallye Shalymar, que corrí con Van Dulken y su R8 Gordini. Nos íbamos quedando sin batería y al llegar al tramo de la Silla de Felipe II, al lado de El Escorial, le dije a Gerardo: “Déjame conducir a mí, que este tramo lo conozco muy bien”. Se había roto el alternador y apagué todas las luces para tratar de terminar. Tras un rasante donde estaban apostados nuestros amigos de la discoteca Keeper, en una curva a izquierdas, no vi que había hielo y me empotré de frente contra una piedra.

Así terminó el año en el cual mis padres me acompañaro­n al cuartel de Atocha, desde donde me dirigiría al CIR de Colmenar, a prestar mis servicios a la patria durante 14 larguísimo­s meses. mc

«En 1969 debuté como piloto, cuajé buenos resultados, pero también protagonic­é sobresalto­s»

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