Por empaque y refinamiento poco o nada tenía que envidiar este LaSalle de sus hermanos mayores, los imponentes Cadillac.
Fabricado en el penúltimo año de producción de LaSalle, en este espacioso sedán sobresalen su marcha silenciosa y un acabado exquisito. Igualmente, las formas aerodinámicas se dejan sentir en el diseño de una carrocería refinada y de tamaño considerable.
Aun cuando sólo estuvo activa durante catorce años, la marca LaSalle destacó desde su salida al mercado en 1927, gracias sobre todo al estilo refinado de sus carrocerías. Lanzada para competir en la categoría alta dentro del grupo General Motors, los primeros LaSalle tenían una estética bastante parecida a la de los Hispano-Suiza, cuyos magníficos H6 recibían elegantes carrocerías y eran adquiridos por famosas personalidades internacionales de la época. Y ante tanto esplendor de la compañía fundada en Barcelona, no era de extrañar que el diseñador Harley Earl dirigiese proyectos con marcada inspiración en una de nuestras firmas más prestigiosas.
Posicionada entre la suprema Cadillac y una Buick puntera en diseño, los LaSalle estaban dirigidos a una clientela de economía desahogada, pero que prefería una estética de resonancias europeas. Sin embargo, la Crisis de 1929 y los años de la Depresión obligaron a que los LaSalle incorporasen un motor de ocho cilindros en línea de origen Oldsmobile, que si bien era potente les privaba de tener una categoría mecánica próxima a Cadillac. Por suerte, desde 1937 volvieron a disponer de motores V8 similares a los de Cadillac, una ventaja aparente que en 1940 trajo como consecuencia el cierre de la división LaSalle.
Y al igual que el apelativo Cadillac hace referencia al oficial francés que fundó Detroit en 1701, la marca LaSalle debe su nombre a René-Robert Cavalieur de La Salle, un noble normando que en 1669 exploró los Grandes Lagos y el río Misisipi a bordo del primer velero que surcaba la región y conquistó para Francia tierras de los actuales Estados Unidos y Canadá. Obviamente, en General Motors eligieron dicho apellido de origen galo por un doble motivo: porque ambas personas formaban parte de la historia de los Estados Unidos y porque ambas denominaciones francesas aportaban exclusividad.
El ejemplar que mostramos en estas páginas pertenece a Fermín, un entusiasta de los coches americanos de entreguerras. “Se lo compré hace siete años a uno de Zaragoza que viaja mucho a Estados Unidos. La carrocería estaba muy bien y sólo tuve que pintar las aletas delanteras”, nos dice mientras Unai empieza a
fotografiar los detalles exteriores. Al observar su frontal, sorprende la rejilla tan alta y estrecha, en punta de un capó de forma triangular y coronada por una mascota de estilo vanguardista. También llaman la atención las lamas verticales cromadas de ambas aletas, así como los faros centrados e independientes, dotados de carcasas carenadas en forma de obús.
Cuando contemplamos el lateral izquierdo, impresionan la altura de la carrocería pintada en color gris Kingston y el contraste entre la longitud del capó delantero y la brevedad de la zona reservada al tercer volumen. Destacan asimismo los contornos cromados de las ventanillas, las dos tiras del mismo revestimiento que recorren la línea de cintura y el estribo y unas aletas que rodean a los neumáticos de banda blanca, cuyas llantas alojan unos tapacubos brillantes que incluyen las iniciales de la marca. Y aunque Lasalle denominase “Touring Sedán” a esta carrocería, la longitud sumada de la puerta suicida trasera y la tercera ventanilla la asemeja a una limusina, si bien es una berlina de cinco plazas… con un espacio excepcional en el asiento posterior.
Por mucho que la zaga tiene menor longitud, su altura y anchura son más que sobradas para que al levantar la tapa nos topemos con un maletero capaz, que debajo lleva alojadas la rueda de repuesto y las herramientas. Y cuando subimos el capó y sujetamos la barra, queda a la vista la uve en cuya zona delantera está el radiador, cuya forma estrecha había sido ideada por Harley Earl para poder diseñar una calandra tan singular. Y a medida que se ensancha la uve, el motor V8 tiene espacio holgado y en el centro hay hueco para el carburador Carter, la enorme carcasa del filtro de aire, los colectores de admisión e incluso la dinamo.
Tras abrir la puerta del conductor y subir al estribo, nos espera dentro un asiento corrido de gran solidez,
DENTRO DE GENERAL MOTORS, LASALLE ESTUVO SITUADA POR ENCIMA DE BUICK Y DEBAJO DE LA SUPREMA CADILLAC
LA MOQUETA GRUESA Y UNOS TAPIZADOS DE GRAN CALIDAD GENERAN UN AMBIENTE DISTINGUIDO
tapizado en paño de calidad. Un vistazo hacia atrás sir ve para constatar que en el asiento posterior hay distancia generosa para las piernas, un descansabrazos central escamoteable y sendos ceniceros; y para ventilar mejor esa zona noble, una tercera ventanilla lateral que se abre a compás. Todo el piso está cubierto con una moqueta gruesa y ante los ojos del conductor queda en primer plano un volante de tres brazos y estilo banjo, acompañado del característ ico cla xon concént rico semicircular y del mando del cambio, fijado al lado derecho de la columna de la dirección.
El salpicadero pintado en imitación a madera acoge una novedosa instrumentación, formada por una fina línea horizontal que incluye un velocímetro graduado hasta 110 millas por hora (177 km/h), termómetro de líquido refrigerante, amperímetro, nivel de gasolina en el depósito y manómetro de aceite. Dicha línea, cuyos contornos están cromados, sig ue en la zona central con el dial del autorradio Motorola de la época y termina en el lado derecho con un reloj horario, justo encima de una guantera con llave. Es de señalar además la presencia de calefacción, algo poco habitual por entonces, y dos tomas laterales que envían un caudal de aire fresco si así se desea.
Ya con el motor en funcionamiento, la dirección a coche parado es demasiado dura e invita a maniobrar cuando hemos engranado primera y comenzado a rodar. La caja de cambios está sincronizada y apenas a 50 km/h se puede pasar a tercera, gracias a la gran elasticidad del motor V8. El sonido mecánico es nulo, hasta el extremo de tener dudas de que realmente esté en marcha. En cambio, bastará con que Fermín presione enérgicamente el pedal y acelere hasta 90 km/h para que se note con claridad que el propulsor está bien despierto, pese a que la trasferencia de potencia no se traduce ni mucho menos en un estruendo y llega con una mezcla apacible de murmullos de la rodadura y la transmisión.
Continuamos el recorrido en una carretera ancha y despejada, un ambiente en el que este sedán Lasalle avanza relajadamente y transporta a los ocupantes con una comodidad notable. Tanto por la escasa sonoridad mecánica como por la amplitud interior y el confort de los asientos, se viaja a bordo en unas condiciones inesperadas en un automóvil fabricado hace más de
ocho decenios, si bien es preciso acostumbrarse a la ausencia de cinturones de seguridad. Por su parte, el conductor apenas tiene más esfuerzo que controlar el volante y dar gas, pues el generoso par motor va sobrado incluso para mantener la directa hasta en pendientes acusadas.
Nos adent ra mos después a u na ca r retera loca l, estrecha, sinuosa y de f irme a veces irreg ular, para comproba r sus reacc iones en c i rc u nst a nc ias más adversas. Entre monte bajo y cultivos variados, nuestro protagonista se inclina ligeramente en las cur vas y mantiene con fidelidad la trayectoria indicada desde el volante, tanto si se va descendiendo y en retención como si se toma el viraje en fase de aceleración, lo cual es digno de admiración en un auto que pesa en vacío 1.675 kg y tiene un eje rígido de ballestas en la suspensión trasera. En cambio, la anchura de la carrocería sí que nos obligaba a hilar f ino, sobre todo cuando aparecían de frente un tractor o una furgoneta y había que detenerse casi por completo para evitar roces. De paso, hubo ocasión de frenar con más emergencia de lo común y los cuatro tambores de 305 mm respondieron con tacto progresivo y la necesaria eficacia.
De regreso y en ambiente urbano, las dimensiones de este sedán y una visibilidad lateral trasera un tanto comprometida requieren un control frecuente a través de los tres retrovisores. También hay que acostumbrarse a calcular los 25 cm que hay entre la mascota y el paragolpes delantero, así como el metro largo invisible desde el retrovisor que se prolonga la zaga por detrás de la luneta.
En definitiva, una berlina de lujo que trata a los ocupantes del asiento trasero con una cortesía infrecuente, unida a un excelente confort cuando se rueda en carretera. Además, la potencia silenciosa de su motor V8 permite realizar viajes a una velocidad de crucero similar a la de los automóviles de la época actual.. mc
Nuestro agradecimiento al Hotel San Camilo, de Navarrete (La Rioja) por las facilidades dispensadas.