COMO CAÍDO DEL CIELO
Cualquier aficionado sabe que un coche clásico puede aparecer escondido en el lugar más inesperado, pero lo que le ocurrió a un trabajador de la construcción durante el pasado verano queda fuera de las más bizarras suposiciones. Mientras estaba realizando la demolición de un edificio relativamente viejo por la zona norte de Madrid, en uno de los pisos superiores, y escondido dentro de una habitación… ¡estaba este Peugeot de los años veinte!. La idea inicial fue dejar el coche defenestrarse junto al edifico, pero por fortuna una voz con algo de sensibilidad planteó bajarlo con una grúa y salvarlo de la destrucción total. La operación no fue sencilla, pero con un poco de maña se consiguió sacar el Peugeot de su escondrijo y volver a ponerlo a ras de suelo después de años en las alturas.
En una primera inspección se pudo ver que el coche estaba bastante completo y original, siendo las únicas piezas sustituidas dos de sus cuatro llantas, concretamente las que tienen seis pequeños agujeros. El color rosa plantea algunas hipótesis, como que fuera utilizado como vehículo publicitario alrededor de la década de los sesenta, pero lo cierto es que nada se sabe con certeza sobre su pasado.
Esta unidad se matriculó originalmente en Valladolid, y corresponde al modelo 172 M fabricado entre 1925 y 1929 como última evolución de los Peugeot “Quadrilette”. Eran los más sencillos y baratos de la gama Peugeot de aquella época, y montaban un diminuto motor de cuatro cilindros en línea de unos 750 cc. Tenía un diseño algo obsoleto, pues entre otras cosas aún montaba un bloque ciego (sin culata desmontable). El desmesurado chasis lo formaban dos enormes largueros que por su anchura casi suponían una plataforma, y el cambio de marchas estaba curiosamente alojado sobre el eje trasero. Eran vehículos muy robustos pero de escasa potencia, aunque en su día se llegaron a utilizar en eventos deportivos para ciclecares.
Se fabricaron en grandes cantidades y fueron la competencia más directa de los Citroën 5 CV, con los que compartían tamaño, potencia y precio. En España se vendieron bien, y no es raro encontrarse con alguno en oscuros garajes a lo largo y ancho de la península, aunque actualmente muy pocos aficionados los restauran o utilizan con frecuencia.