Motor Clásico

Nada era imposible

Adrián Campos se nos ha ido tras un 2020 complicado a todos los niveles, y ante la incertidum­bre de otro año que el valenciano había comenzado con su entusiasmo habitual, creando un equipo de F4 para el campeonato español.

- JOSÉ MARÍA RUBIO (TEXTO). J.Mª RUBIO (FOTOS)

Campos Racing ha sido la culminació­n de un sueño que fue cambiando de objetivo según pasaba el tiempo. Del primer Fór mu la 3 pat roc i nado por Avidesa, al último F4 del equipo de la Campos Drivers Academy, han pasado 37 años. Adrián sorteó a lo largo de toda su vida cualquier dificultad que se le ponía por delante. No había nada imposible para él. El salto a la F1, después de la F3000, parecía una locura, pero Adrián, que siempre se caracteriz­ó por aglutinar en torno a él a entusiasta­s movidos por la pasión, más que por el sentido común, consiguió su objetivo: ser el primer español que pilotaría para un equipo de Fórmula 1 de forma oficial y toda la temporada. En esa aventura le acompañaro­n la familia Sáez Merino, como patrocinad­ores con Lois, y Manolo Gómez Blanco, mánager del alcireño.

El valor que tuvo Adrián para subirse a aquel Minardi en las primeras pruebas en Imola en 1987 fue enorme. El Minardi era como un armario dotado de un motor poco fiable, pero explosivo, con aquel turbo que tenía un zapatazo salvaje. Adrián venía de correr nueve carreras en la F3000, de las cuales solo terminó dos, y el Minardi amarillo y negro era un caballo salvaje que tenía que domar el menudo piloto español. Tuvo dos “huevos” para lanzarse a aquella aventura. Bueno, todos los implicados los tuvieron.

Nadie sabía cómo podía salir aquello, pero el reto era demasiado apasionant­e como para ponerse a razonar. Así es que todos miraron hacia adelante. Unos entrenamie­ntos en Jerez y luego bajo un diluvio en Estoril fueron más que suficiente para lanzarse a la aventura que comenzó en el circuito de Jacarepagu­a de Río en abril de 1987.

Cuando se habla de la “aventura de la F1”, nadie puede imaginar lo que fue la odisea de Adrián. Sin perder nunca la sonrisa y bien arropado, sorteaba todas las dificultad­es como si no existieran. Ahora en Río la seguridad es precaria, pero en 1987 también lo era. Los habitantes de la favela que daba a la espalda del hotel donde se alojaban los pilotos jugaban al fútbol contra la propia pared del establecim­iento. Al otro lado, los pilotos se bañaban en la piscina.

No había animadvers­ión contra los huéspedes, todo lo contrario, era admiración. Pero adentrarse sin que

«ADRIÁN ME ENSEÑÓ EL VALOR DE LA AMISTAD» ( LUCA ZAMA, SU JOVENCÍSIM­O MECÁNICO EN MINARDI)

VIVÍA LA FÓRMULA 1 COMO SI SIEMPRE HUBIESE FORMADO PARTE DE ELLA, CON TOTAL NATURALIDA­D

rer con una furgoneta dentro de la favela no era lo más recomendab­le. La gente de Lois había arrancado una agresiva campaña de marketing dirigida por el mejicano Antonio Marrón y había previsto llevar chicas modelos en todas las carreras. Eso en Brasil equivalía a bellezas de color que, tras estar presentes en el circuito, viajaban con los miembros del equipo en una de las furgonetas al hotel. Adrián viajaba en ese vehículo y se adentraron sin querer en la favela, y no se dieron cuenta de lo peligroso de la situación hasta que las modelos abrieron la puerta y salieron corriendo antes de verse en un callejón sin salida.

Así se vivía la F1 entonces. El box era accesible, hasta que Giancarlo Minardi se enfadaba y comenzaba a echar a la gente, modelos incluidas, hacia el pit lane. Los mecánicos se partían de risa y los amigos de Adrián llegaban hasta el coche para estar en el centro de la acción. Uno de esos amigos era Jesús Diez Villaroel, el querido “Panchito” que en Alemania daba los últimos consejos a Adrián, cuando éste estaba ya subido en el coche.

Era una época de la F1 que doy gracias a Dios por haberla podido vivir desde dentro. Antes de la llegada de Adrián tenía que conformarm­e con las esporádica­s aparicione­s de Soler Roig con los BRM o las de Emilio de Villota. Por eso la llegada de Adrián fue como un soplo de aire fresco para el automovili­smo español. Eran nuevos tiempos, algo que nunca había vivido, algo especial, importante.

Y Adrián no parecía inmutarse. Lo vivía con absoluta naturalida­d. Era como si hubiera estado toda su vida en el paddock del “gran circo”. Tenía desparpajo en las ruedas de prensa, se relacionab­a con todos, buscando especialme­nte a los brasileños o italianos por aquello del idioma. El cigarrillo que acompañaba siempre a Adrián le servía para romper el hielo. La trasera de los boxes era su lugar preferido para charlar con cualquiera que quisiera compartir con él unas caladas. Esa costumbre no la había perdido, e incluso en diciembre pasado, los mejores momentos con Adrián y las mejores charlas las tuve detrás del box mientras él fumaba. Eran esos momentos de relax, los que aprovechab­a para analizar lo que pasaba y esa costumbre no la perdió nunca. En diciembre pasado era como si estuviéram­os en 1987, pero analizando lo que podían dar de sí los jóvenes que tenía en pista al volante de los F4 en Cheste.

Adrián siempre me recordaba que fue él quien me presentó a Fernando Alonso y también quien me pidió ayuda para sacar adelante al asturiano. Cada uno en lo suyo, pero yo siempre fue tan confiado como lo era Adrián y si me pedía consejo o ayuda para alguien, es que se lo merecía, así que me entregué a fondo a la causa de Fernando. El esfuerzo de Adrián para estar en la F1 no era nada comparado con todo lo que había hecho Alonso y su familia para intentar llegar a la F1. ¿Ante esas circunstan­cias qué se puede hacer? Ayudar, como decía Adrián.

SIEMPRE SUPO MANIOBRAR A TIEMPO, TANTO DENTRO DEL MONOPLAZA COMO FUERA, EN LOS DESPACHOS

La verdad es que tuve la fortuna de poder compartir la satisfacci­ón de Campos viendo la progresión de Fernando y los logros que iba consiguien­do. Aquella carrera de F3000 en Magny Cours en el año 2000, donde Alonso no podía más y Adrián no lograba imponer su criterio ante los hombres de Astromega. Era imposible que hicieran caso a aquel chico de 18 años que no había sido capaz de puntuar en las cinco carreras disputadas, y eso que pilotaba el coche del ganador del campeonato del año anterior, el malogrado uruguayo Gonzalo Rodríguez.

Era un fin de semana clave. Briatore presionaba de un lado asegurando un volante en F1 para 2001, por otra parte Jean Todt ofrecía a Fernando ser piloto probador de Ferrari y debutar en 2002 junto a Schumacher. A la tensión de esas decisiones se unió el hecho de que Alonso no quería correr con el coche según estaba. Adrián al final optó por pedir ayuda a Joan Viladelpra­t, ex jefe de Benetton y de Astromega, que en 1999 era equipo satélite de Benetton. El catalán hizo que los ingenieros de la F3000 hicieran caso a Fernando, que lloraba de rabia al verse impotente.

Siempre he dicho que aquella carrera fue uno de los momentos más importante­s en la carrera deportiva de Alonso. Fue cuarto en la parrilla y no arrancó, pero Adrián celebró aquel fin de semana como si hubieran logrado el título. Alonso hizo valer su criterio y se decidieron por Briatore, que era el que garantizab­a subirle a la F1 antes. Adrián siempre supo maniobrar, aunque fuera en el último segundo, tanto con el coche como en el “management” y aquel fin de semana marcó el inicio de una nueva historia en la F1.

Adrián siempre se sintió orgulloso de su visión de futuro, disfrutó como nadie el primer año de Fernando en Minardi y especialme­nte el primero como piloto titular de Renault en 2003. Aquella pole en Malasia, que nos dejó sin poder ir a comprar los relojes de imitación al mercadillo de Kuala Lumpur, el podio del domingo, a eso sucedió el susto de la carrera de Brasil con el accidente, seguido de un podio en el que no pudo estar Fernando por hallarse en el hospital. El segundo puesto en Montmeló, que fue como una victoria y ésta, que llegó en Hungría, fue la explosión que desencaden­ó el salto al olimpo de Fernando.

Adrián era impulsivo para todo, hasta para dejar de seguir a Fernando en su carrera deportiva. En el inicio de 2004, Adrián quiso cambiar su vida y volver a buscar otro piloto joven con aspiracion­es. Decidió dejar el “management” de Fernando en manos de Luis García Abad desde el inicio de 2004 y él dedicarse a lo que le gustaba: trastear en el box, sentirse importante, ser el “boss”, algo que en la F1 ya no podía ser. Por eso siguió adelante con su proyecto de equipo. Su última gran carrera. mc

 ??  ?? Algo más piloto para todos. Intercambi­ando opiniones con los ingenieros de Minardi. Con Fernando Alonso, la primera vez que el asturiano se vistió de esmoquín, en Malasia de 2003. Tanto Adrián como José Luís Alonso fueron siempre dos pilares para el Campeón del Mundo.
Algo más piloto para todos. Intercambi­ando opiniones con los ingenieros de Minardi. Con Fernando Alonso, la primera vez que el asturiano se vistió de esmoquín, en Malasia de 2003. Tanto Adrián como José Luís Alonso fueron siempre dos pilares para el Campeón del Mundo.
 ??  ?? Tensión distinta. Arriba, ojeando tranquilam­ente una revista, mientras Edo Bendinelli daba un masaje a Fernando. Abajo, concentrad­o antes de salir a la pista de Estoril bajo un aguacero, en febrero de 1987.
Tensión distinta. Arriba, ojeando tranquilam­ente una revista, mientras Edo Bendinelli daba un masaje a Fernando. Abajo, concentrad­o antes de salir a la pista de Estoril bajo un aguacero, en febrero de 1987.
 ??  ?? Mecánico de Lauda. Ermano Cuoghi trabajó con Adrián en Minardi e incluso luego se lo llevó a Campos Racing, donde fue una institució­n. A sus 85 años lloró la muerte del valenciano.
Mecánico de Lauda. Ermano Cuoghi trabajó con Adrián en Minardi e incluso luego se lo llevó a Campos Racing, donde fue una institució­n. A sus 85 años lloró la muerte del valenciano.
 ??  ?? Amigos para siempre. Como Juan Manuel Fangio (abajo, derecha), su ídolo desde niño. Así trataba Luca Zama de enfriar a Adrián antes de salir a su primer gran premio. Arriba, una "banda" de apasionado­s: Alonso, Gené, Minardi, Campos, García y Rumi.
Amigos para siempre. Como Juan Manuel Fangio (abajo, derecha), su ídolo desde niño. Así trataba Luca Zama de enfriar a Adrián antes de salir a su primer gran premio. Arriba, una "banda" de apasionado­s: Alonso, Gené, Minardi, Campos, García y Rumi.
 ??  ?? Mayor sencillez. El diseño del Minardi de los 80 contrasta con la complejida­d de los alerones y apéndices aerodinámi­cos actuales. Es un aspecto que debiera reducirse a la mínima expresión.
Mayor sencillez. El diseño del Minardi de los 80 contrasta con la complejida­d de los alerones y apéndices aerodinámi­cos actuales. Es un aspecto que debiera reducirse a la mínima expresión.
 ??  ?? Unas gotas de picante. Las modelos arropando a Adrián, mientras "Panchito le da consejos en la distancia. Abajo, en Mónaco, una carrera que se le atragantó.
Unas gotas de picante. Las modelos arropando a Adrián, mientras "Panchito le da consejos en la distancia. Abajo, en Mónaco, una carrera que se le atragantó.

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