Triunfo olvidado
Diseñado por el equipo de Chrysler dirigido por Roy Axle, este modelo de cinco puertas se fabricó en Villaverde, Madrid, desde 1977 y tuvo buenas cifras de venta. Entremos en esta versión GT, la de mayor equipamiento y provista del motor Simca de 1.442 y
Estamos ante un ejemplar del modelo que en 1976 consiguió título de Coche del Año en Europa, si bien en su Francia natal se denominaba Simca 1308 GT, y dos años después se alzó también con el galardón de Coche del Año en España. En sus premios resultó decisiva su concepción avanzada, que en la carrocería de cinco puertas agregaba una estructura de deformación progresiva, paragolpes de material sintético y un afinado coeficiente Cx de 0,39. Además, esta versión GT incorporaba accesorios que hasta entonces estaban vetados en esta categoría, tales como elevalunas eléctricos delanteros, parabrisas laminado y limpia-lavafaros.
Sin embargo, la fabricación del Chrysler 150 español en la planta madrileña de Villaverde se demoró hasta septiembre de 1977, mientras que en Francia los Simca 1307/1308 comenzaron a producirse en abril de 1975. También se ensambló en el Reino Unido, donde se comercializó como Chrysler Alpine, con el mismo apelativo que recibieron las unidades construidas en Nueva Zelanda. Igualmente se montó en Finlandia, y en Colombia a partir de 1979 como Dodge Alpine, en régimen de CKD y con piezas procedentes de España.
Ese mismo año los directivos de Peugeot, a la que la multinacional Chrysler había vendido su división europea por un dólar, decidieron que aquellos Simca franceses y Chrysler españoles se vendiesen bajo la marca Talbot, en el caso de España como Talbot 150 y en Francia con el rebuscado nombre de Talbot 1510. Y por si no fuese suficientemente aprovechada esta carrocería, tras el cese de su producción occidental los moldes fueron comprados por la empresa soviética Moskvitch, que los empleó en su modelo Aleko 141, comercializado hasta el año 2000.
El ejemplar que hemos tenido ocasión de probar lo estrenó un señor que residía en la capital leonesa, quien además de recorrer con él pocos kilómetros lo cuidó con mimo. No
obstante, lo utilizó hasta que cumplió 85 años, momento en que la familia le convenció de que lo sustituyese por un coche más moderno y de uso más práctico en ciudad, equipado con aire acondicionado y dirección asistida.
Se quedó con esta unidad su sobrino Alberto, que ya era dueño de un Dodge Dart y se encargó de que recibiese una limpieza a fondo, así como de que un mecánico profesional se ocupase de pulir la pintura original de color blanco Ibiza, ponerlo a punto y sustituir aquellos componentes que estuviesen desgastados, tales como el disco del embrague y remplazar el sincronizador de una segunda marcha que rascaba. Además, tuvo que encontrar e instalar un tapacubos que se había perdido, el retrovisor exterior dañado y unas escobillas limpiaparabrisas quemadas por el sol. Tan pronto como estuvo listo, superó la ITV preceptiva sin ningún fallo.
Cuando contemplamos su frontal, la vista se nos va hacia el conjunto formado por los faros H4 y su sistema de limpieza, unidos por una parrilla de ocho lamas en cuyo centro luce el escudo pentagonal de Chrysler. También llaman la atención los intermitentes de las esquinas, que se pueden ver desde ambos lados, así como la moldura Chrysler situada en el lateral izquierdo del capó. Por su parte, el parachoques que era en origen de un color cercano al blanco está pintado de negro, una práctica ventajosa que acostumbraban a realizar numerosos usuarios para ocultar los pequeños roces de aparcamiento.
Al levantar el capó, la posición transversal del motor, que está inclinado 41 grados hacia atrás, reduce el espacio que
DISEÑADO EN EL REINO UNIDO, LA MECÁNICA Y EL BASTIDOR SE CONCIBIERON EN FRANCIA
ocupa, dentro de un vano motor en el que queda medio oculto por el filtro y las canalizaciones del aire dirigidas al carburador. Gracias a ello, el gato y la llave van alojados en el lado izquierdo, cerca del vaso de expansión del líquido refrigerante, mientras que la rueda de repuesto va ubicada en el exterior, debajo del maletero. Y además, la presencia de un encendido electrónico transistorizado reduce el mantenimiento.
En el perfil lateral del Chrysler 150 se hace notar la extensa superficie acristalada, favorecida por unos pilares de poco espesor. Le acompaña una zaga que desciende en un ángulo adecuado para que el maletero disponga de un volumen de 475 litros, capacidad que se puede incrementar hasta 1.400 litros cuando se abaten la banqueta y el respaldo del asiento trasero. A su vez, la zona posterior cuenta con una raqueta limpialuneta y su correspondiente sistema de lavado, así como con unos grupos ópticos de dimensiones poco habituales en la época, que incluyen luces antiniebla y de marcha atrás.
Una vez acomodado en el asiento tapizado en terciopelo, es fácil dejarlo en la postura de conducción y no se tarda en familiarizarse con los mandos. La instrumentación es bastante completa, pues incluye un velocímetro graduado hasta 200 km/h, cuentavueltas con zona roja desde 6.500 rpm, manómetro de aceite, termómetro del líquido refrigerante y reloj horario, todo ello dentro de un salpicadero que dispone de una guantera con llave y una consola central, cuyos conmutadores están a mano y se iluminan al activar el contacto. Hay amplitud en las plazas delanteras y sucede lo mismo en el asiento trasero, que posee un descansabrazos central escamoteable y goza de una distancia holgada para las piernas.
Una vez abrochado el cinturón enrollable, el motor se pone en marcha al primer intento y comenzamos a rodar de inmediato. Se nota al instante que la dirección es lenta, con sus más de cuatro vueltas de volante, y más dura de lo deseable cuando el coche está parado. En cambio, en marcha se vuelve más suave y enseguida se aprecia el empuje de un motor bastante silencioso a regímenes bajos y medios. Ya cuando está a temperatura de servicio manifiesta una facilidad notable para acercarse a la zona roja del cuentavueltas y responder con una potencia creciente.
Con una segunda relación que roza los 80 km/h y una tercera que puede llegar a 125 km/h de marcador al tope
AL VOLANTE DESTACA UNA ERGONOMÍA CUIDADA, CON TODOS LOS MANDOS A MANO
SIMCA 1308, CHRYSLER 150, TALBOT 150... DEMASIADAS MARCAS PARA TRATARSE DEL MISMO COCHE
de 6.500 rpm, nos incorporamos a la autovía y estabilizamos la velocidad de crucero en 120 km/h de aguja. A esa cadencia, el Chrysler 150 GT es capaz de avanzar en compañía de una comodidad destacada tanto para los pasajeros como para el conductor, que tiene a su disposición un excelente apoyo para el pie izquierdo y un mando del cambio en el lugar preciso. En ese entorno, toma dócilmente las curvas y se muestra resuelto a recorrer toda la distancia que sea necesaria, ayudado por un depósito con una capacidad de 60 litros.
Nos adentramos a continuación en una carretera más estrecha y de asfalto algo irregular, donde sale a relucir el óptimo compromiso entre el confort de suspensión y un comportamiento tan ágil como noble, por mucho que se muestra ligeramente subvirador y la carrocería se inclina en mayor medida según tomamos el giro de manera más rápida. En esa misma línea, la presión sobre el pedal de freno es fácil de dosificar y la respuesta, potente y equilibrada.
En conjunto, el Chrysler 150 tiene un bastidor eficaz, sólo penalizado por una dirección que obliga a volantear más de la cuenta, unido a un motor potente y silencioso que va instalado sobre una carrocería aerodinámica, amplia y luminosa. Sin duda es un coche cómodo para viajar en su sentido más extenso, ya que se encuentra a gusto en las carreteras despejadas y en los trazados más retorcidos, pero algo perjudicado por un peso algo elevado. De hecho, este modelo invitaba a aumentar la cilindrada, acoplar una dirección asistida y una caja de cambios de cinco velocidades, como sucedió en 1980.
En definitiva, se trata de un automóvil logrado, a pesar de que no le benefició para nada aquel baile de denominaciones según el país en que se comercializase, sumado al cambio de Chrysler a Talbot en 1980. Y aunque parezca algo secundario, la imagen de marca y el mantenimiento de una red de talleres y concesionarios constituyen un apartado importante, que se mueve a favor de la pervivencia de los vehículos de colección. El final de Simca y Talbot, que terminaron engullidos por PSA, significó el olvido de estos automóviles, que formaron parte de nuestra existencia y que afortunadamente cuentan todavía con profesionales y aficionados que los mantienen vivos. mc