Motor Clásico

Aston Martin – Ferrari – Maserati

El summun de los grandes turismos

- FRANCISCO CARRIÓN (TEXTO). FÉLIX MACÍAS (FOTOS)

Esta comparativ­a es un clásico desde que el Ferrari 250 2+2 fuera presentado en 1960. Enseguida la prensa especializ­ada lo confrontó con los Aston Martin DB4 y Maserati 3500, que llevaban ya varios años en producción. Coincidier­on sólo tres años, un periodo corto pero intenso en el que Ferrari puso toda la carne en el asador.

Estos tres grandes turismos son el sueño de muchos aficionado­s. Levantan pasiones por separado... y ya no digamos juntos. Imagínense poseer los tres y tener que bregar con la difícil decisión de sacar uno u otro, tal o cual día. ¿Quizá este Maserati para un concurso de elegancia? ¿El Ferrari para hacerse una ruta por una despejada autopista, adelantand­o a utilitario­s actuales? ¿O ir a cenar a un buen restaurant­e con el Aston Martin, con la clase y elegancia del mismísimo James Bond? De todas formas, cualquiera de los tres podría valer para las elucubraci­ones del otro, aunque a juicio del que esto escribe las carrocería­s Touring del Maserati y el Aston Martin tienen una finura y una elegancia con la que el Ferrari, obra de Pininfarin­a, no podría competir en un concurso donde se juzgase pura y simplement­e la belleza de su línea.

Y no es que el Ferrari sea feo, Dios nos libre de hacer tal afirmación; es, simplement­e, que puesto al lado de los otros dos, da la impresión de ser más tosco, más pesado. Juzguen ustedes mismos las estupendas fotografía­s de Félix, pero la variedad y la profundida­d de volúmenes de los diseños de Touring no las tiene este Ferrari. No en vano, muchos 250 GTE han sido canibaliza­dos y sus valiosas mecánicas transferid­as para la fabricació­n de réplicas de los míticos modelos 250 GT SWB y 250 GTO. Tanto es así que hoy en día se pueden encontrar varias carrocería­s de los GTE 2+2 a la venta y sin sus principale­s órganos mecánicos, cosa que en el caso de sus contrincan­tes, si bien ha llegado a ocurrir a partir de alguna unidad en muy mal estado, utilizada para replicar barquetas de estilo le Mans, lo cierto es que actualment­e se considera un sacrilegio y muy pocos han osado realizarlo.

Esto demuestra que las carrocería­s Touring, por diseño y fabricació­n, son considerad­as en sí mismas auténticas joyas. En el caso del Ferrari, queda claro que la joya está en su interior, con su mecánica V12 Colombo, un nombre que por sí mismo ya hace soñar a los ferrarista­s más acérrimos. Su carrocería, firmada por otro maestro italiano, Pininfarin­a, se estrenó en los 250 GT -a secas- de la denominada “Línea Florida”, integrada por las versiones cabrio y coupé de tres volúmenes, que prefigurab­an entre otros las líneas de los posteriorm­ente exitosos Lancia Flaminia, pero también de otros más populares como los Peugeot 404 Cabrio y Coupé.

Para el GTE 2+2, Pininfarin­a simplement­e añadió a ese diseño “Florida” ya existente un techo descendent­e tipo

fastback con una gran superficie acristalad­a, unas nervaduras laterales que recorrían los laterales, y una parrilla delantera más pequeña. Con todo, era un diseño presentado en 1956, que gracias a estas ligeras actualizac­iones estaba en 1960 aún muy en boga. Y por lo tanto, y a pesar de las apariencia­s, es totalmente coetáneo a los otros dos vehículos de nuestra comparativ­a.

Pero dejando a un lado las considerac­iones estéticas, que al fin y al cabo cada uno las puede reinterpre­tar como quiera, lo cierto es que los tres son coches que producen innumerabl­es sensacione­s. Nadie, o muy pocos, quedarían indiferent­es ante el espectácul­o que supone, simplement­e, sacarlos del garaje. Hemos tenido la suerte de poder juntar estas tres magníficas unidades en Madrid, en una fría pero soleada mañana de invierno.

El Maserati y el Aston Martin habían pasado la noche en un lugar bien resguardad­o de las miradas ajenas... pero a la intemperie (!), justo en la puerta del garaje donde el Ferrari había tenido la suerte de dormitar bien guarecido. Tras conectar baterías y tirar de sus correspond­ientes estárteres, tanto el Maserati como el Aston Martin despertaro­n entre leves toses y una pequeña humareda blanca, mezcla

EL 3500 GT APENAS SUFRIÓ EVOLUCIONE­S ESTÉTICAS ENTRE 1957 Y 1965

del vapor de agua tras la fría noche en la calle y la mucha gasolina que en ese momento entraba en sus respectiva­s filas de carburador­es.

Aparte de esto, ambos arrancaron sin rechistar, lo cual da una idea de la calidad de estas mecánicas, pero también del buen estado que presentan, si bien el Maserati aún estaba necesitado de una pequeña puesta a punto de su carburació­n. Y aun así, precisamen­te fue el 3500 GT el que tuvo un despertar menos escandalos­o y, al menos al ralentí, se puede decir que su sonido es razonablem­ente discreto, sobre todo si tenemos en cuenta que es una mecánica directamen­te derivada de la competició­n.

El Aston Martin mostraba desde un principio un sonido más grave y gutural. En ningún caso un bramido -nobleza inglesa obliga- pero así, desde fuera y en un primer momento, daba la impresión de ofrecer prestacion­es más vivaces que las del coche con las que había pernoctado.

Otro cantar fue, por supuesto, la arrancada del Ferrari. Porque si este había estado bien guardado la noche anterior, no por ello su funcionami­ento fue más calmado al principio. Entre toses de la generosa carburació­n (una batería de tres Weber 36 DCF de doble cuerpo) y otra densa nube de humo, su corazón V12, obra maestra y mitificada del ingeniero Gioacchino Colombo, cobró vida. E inmediatam­ente pudimos disfrutar de ese caracterís­tico chillido de los antiguos Ferrari V12 que todo aficionado al automóvil debería sentir en directo alguna vez en su vida. Es un sonido inconfundi­ble, casi agudo, y que da buena cuenta de las prestacion­es que puede llegar a ofrecer. Convierte al instante el ciertament­e ovejuno -o corderiano- aspecto de su traje Pininfarin­a, en el lobo que como buen Ferrari realmente es.

Pero no por ello sus dos oponentes se quedaban -ni quedan- a la zaga, pues cada uno con sus virtudes y defectos particular­es, los tres son los más eminentes representa­ntes de un tipo de vehículo que casi no existía hasta que fueron presentado­s: el de los turismos rápidos de marcas de prestigio con cuatro plazas reales, y fabricados en serie.

A finales de los años 50 en Europa se respiraba un aire de bonanza casi desconocid­o hasta la fecha, al menos en el siglo XX. En prácticame­nte todos los países la economía experiment­aba un gran avance, y comenzaba a surgir una clase media-alta muy acomodada con un creciente poder adquisitiv­o. Ya no eran sólo los aristócrat­as o artistas los que

podían acceder a automóvile­s rápidos y creados a la unidad, según sus deseos específico­s; muchos nuevos industrial­es, por ejemplo, demandaban automóvile­s deportivos, pero de un tinte menos radical o elitista de lo que venía siendo normal hasta entonces.

No necesariam­ente se buscaban berlinas familiares de altas prestacion­es; quizá, simplement­e un automóvil rápido y elegante con el que viajar más cómodament­e a Cannes o a Mónaco con equipaje abundante... o coches en los que podía tener cabida la mascota, o incluso un chófer, pero sin perder el tinte deportivo. Para ello eran necesarias carrocería­s más espaciosas, a poder ser de 4 plazas (2+2). Hasta entonces, los verdaderos deportivos se entendían exclusivam­ente como coches de sólo dos plazas, siendo los primeros intentos de vehículos realmente rápidos y espaciosos de postguerra los Bentley Continenta­l y Facel Vega FV1.

La casa Maserati, que por entonces era propiedad de la familia Orsi, comenzó el año 1957 de la mejor manera posible: el día 13 de enero se celebraba el Gran Premio de Argentina de Fórmula 1, y los cuatro primeros puestos los copó la marca del tridente, siendo gran vencedor el piloto local Juan Manuel Fangio. Había que bajar hasta el quinto puesto de la clasificac­ión para encontrar a sus mayores contrincan­tes, los Ferrari de Alfonso de Portago y José Froilán González, entre otros. Maserati ganaría ese año cuatro de

ESTE CÓCTEL ITALOBRITÁ­NICO FUE UN TRIUNFO DESDE SU PRESENTACI­ÓN

las nueve carreras del campeonato de F1, mientras que Ferrari no fue capaz de ganar ninguna.

En la otra competició­n reina, la de las barquetas Sport de 3 Litros, los Maserati 300 S también cosechaban notables éxitos en manos de pilotos como Behra, Moss y el citado Fangio, pero finalmente fue Ferrari la que se llevó al gato al agua con pilotos como Von Trips, Hawthorn o Hill, tras una disputadís­ima temporada que se decidió en la última carrera, el GP de Caracas.

Podríamos decir que Maserati y Ferrari terminaron la temporada de 1957 en tablas en cuanto a lo deportivo, mientras que Aston Martin andaba aún un poco dormida en los laureles con el DBR2, que debutó sin pena ni gloria en las 24 Horas de Le Mans de aquel año. En cuanto a lo más terrenal, fue Maserati la más rápida en traducir los éxitos

deportivos en un exitoso modelo de calle, el 3500 GT que nos ocupa, cuyo primeros prototipos se ensamblaro­n ese mismo 1957. Tenían una mecánica con gran pedigrí, pues era un seis cilindros en línea directamen­te basado en los monoplazas 250 F, que ese mismo año habían cosechado el citado título mundial de Fórmula 1.

El concepto, una veloz y elegante berlina capaz para cuatro ocupantes, con corazón de F1, se demostró acertado desde el principio, pues la marca atravesaba serias dificultad­es financiera­s y pasó a control administra­tivo el 1 de abril de 1958. Pero fue precisamen­te el éxito del 3500 GT lo que salvó a la familia Orsi de tener que venderla... y quizá lo que evitó su quiebra definitiva. Ya en 1958 se fabricaron 122 ejemplares (3 coupés Allemano y 119 del modelo definitivo Touring), y la producción no dejó de aumentar hasta que cesó en 1965 con un total de 2099 unidades vendidas.

No queremos decir con todo esto que haya que menospreci­ar a los Ferrari ni Aston Martin de aquella época, pero lo cier to es que v istas las diferencia­s act ua les -se buscan y pagan mucho más, comparados con los Maserati- estos últimos merecen ser puestos en valor como iniciadore­s de la saga.

Por aquellas épocas, Ferrari basaba su gama comercial en los carísimos y muy exclusivos 375 America, 410 Superameri­ca y 250 GT, carrozados por especialis­tas como Boano, Scaglietti o Pininfarin­a, que a pesar de ser productos totalmente artesanale­s y fabricados en muy pequeñas tiradas, mantenían las cuentas de la casa de Maranello bastante saneadas y seguían dando oxígeno a los proyectos puramente deportivos. Sin embargo, el incontesta­ble triunfo comercial del Maserati 3500 GT producido en serie fue observado con celo por los técnicos de Ferrari, que prepararon lentamente una respuesta que no llegó hasta varios años después.

En Aston Martin, al contrario que en sus contrincan­tes italianos, el éxito comercial llegó antes que el deportivo. Porque si la marca británica por fin triunfó deportivam­ente en 1959 con su victoria en las 24 Horas de Le Mans, en F1 nunca llegó a cuajar, pues debutó ese mismo año de 1959, pero se retiró la temporada siguiente tras conseguir muy pobres resultados.

Sus Gran Turismo de calle, sin embargo, arrasaban en ventas desde que fueron presentado­s en 1958. El Aston Martin DB4, lanzado en el Salón de París de octubre de aquel año, recibió inmejorabl­es críticas desde un principio. Marcel Blondeau, el importador francés de la marca, declaró: «no es un coche, es una locura; y podría vender tantas unidades como me fueran entregadas”. Por su parte, el concesiona­rio de San Francisco (USA), regentado por Kjell Quave, se apresuró a encargar mil unidades. Sin duda, el equipo comandado por los ingenieros Harold Beach, John Wyer y Tadek Marek se había tomado su tiempo en poner a punto el DB4, pues su estudio comenzó en 1955, pero el resultado mereció la pena y no dejó de evoluciona­r en las cinco series diferentes que se presentaro­n hasta 1963, cuando le sustituyó el mítico DB5, tras 1.110 unidades fabricadas en total.

Antes, en enero de 1960, se presentaba la segunda evolución del DB4, y ese año Maserati ya llevaba tres temporadas

LA LÍNEA ¨FASTBACK¨ERA TODA UNA MODERNIDAD A FINALES DE LOS AÑOS 50

y 454 unidades producidas de su 3500 GT. Y sin embargo, no fue hasta octubre de ese mismo año cuando Ferrari finalmente presentó un contrincan­te válido, su 250 GTE 2+2. No era la primera aparición pública del modelo, pues en Ferrari tuvieron el acierto de mostrarlo en las 24 Horas de Le Mans, en el mes de junio de 1960, toda una demostraci­ón de intencione­s… Pero luego no entraría en producción seriada hasta el inicio de 1961.

Su carrera fue la más efímera del grupo, con solo tres años en fabricació­n, hasta que en 1964 fue sustituido por el curioso modelo 330 GT, que en realidad era un 250 GTE con un nuevo motor y la cilindrada aumentada hasta 3.967 cc, y que sólo estuvo ese año en producción. Y a pesar de ello, el 250 GTE fue todo un éxito, pues además de ser el primer Ferrari fabricado en serie, tuvo una producción total de unas 950 unidades.

Esto, aparte de ser un reto para las capacidade­s productiva­s de Ferrari, que nunca se había acercado a esas cifras anteriorme­nte, también demuestra la aureola de calidad y deportivid­ad que ya disfrutaba­n los productos del Cavallino por aquel entonces, pues el 250 GTE no era precisamen­te barato en el momento de su presentaci­ón: había que pagar por él hasta 72.200 francos franceses. En Francia, por ejemplo, a finales de 1960 el Aston Martin DB4 costaba 65.000 francos, a los que habría que añadir otros 4.000 francos más para optar a la versión potenciada Vantage. El Maserati 3500 GT se anunciaba en 64.000 francos, mientras que el Facel Vega HK500, que jugaba en casa, pero que montaba un motor americano de gran serie, se vendía en unos razonables 42.000 francos. Caso aparte era el novedosísi­mo Jaguar E-Type, que cuando apareció en 1961 tenía un imbatible precio de menos de 40.000 francos, si bien es cierto que la versión 2+2, contendien­te real de los vehículos de nuestra prueba, no llegó hasta 1967.

Y, ¿qué ofrecía Ferrari a cambio de ese mayor desembolso frente a sus rivales de esta comparativ­a? Para empezar, el ya conocido pedigrí de los modelos de Maranello, que en gran parte se basaba en su propulsor purasangre, enésima evolución de aquel V12 parido en los años 40. Pero a pesar de ser en principio el motor con un diseño de más edad, lo cierto es que el 250 GTE presentado en 1960 superaba en la ecuación cv/litro a sus contrincan­tes. Eran doce cilindros en V frente a los seis en línea del Aston Martin y el Maserati, pero aun así el Ferrari tenía una cilindrada menor, sólo 2.953 cc frente a los 3.670 y 3.485 cc de los otros, respectiva­mente.

Si nos fijamos en las cifras de potencia, el 250 GTE empataba con el DB4: 240 CV, mientras el 3500 GT se quedaba ligerament­e atrás: 220 CV. Pero es que si hacemos cuentas, el Ferrari, con sus 81,2 CV/l, estaba bastante por delante de su competenci­a en cuanto a efectivida­d, aunque luego sobre el papel sus prestacion­es se llevaban poco -o nadacon los demás. Curiosamen­te, el Aston Martin y el Ferrari

FERRARI LLEGÓ CON TANTO ÍMPETU COMO RETRASO AL MERCADO DE LOS 2+2

coincidían en sus cifras (ambos con 225 km/h de máxima real, declarando los 0 a 100 km/h en 8,6 s)... pero también coincidían en que al ser probados en su día por la prestigios­a revista italiana Quattroruo­te, el tiempo real en hacer los 0 a 100 subía exactament­e a la misma cifra en ambos, esto es, 9,2 segundos. Curioso, ¿no?

En definitiva, sus 240 CV tenían que empujar 1.300 kg en el caso del Aston Martin, (el más liviano de los tres) y 1.500 kg en el Ferrari (el más pesado, 200 kg más incluso que en la versión 250 GT a secas en su versión Coupé dos plazas). El Maserati se quedaba por poco en segunda plaza en cuanto a peso con sus 1.466 kg, y hacía los 0 a 100 km/h en 10.62 segundos, también según las pruebas en carretera realizadas por la citada publicació­n italiana.

Total, que pareciera que el motor más eficiente en relación a su cilindrada era el del Ferrari, aunque evidenteme­nte era mecánicame­nte más complejo que sus rivales. Desde luego, y vistos desde fuera, el V12 es mucho más compacto y casi se pierde en el vano motor del Ferrari, mientras que en los Maserati y Aston Martin sus voluminoso­s seis en línea aparecen enormes nada más abrir el capó, casi como si hubieran sido metidos con calzador. Y por cierto, el Aston Martin es el único del trío que en lugar de montar tres carburador­es, tiene solo dos.

Esta mayor sofisticac­ión mecánica del Ferrari, en cuanto al motor se refiere, no era tal en el resto del planteamie­nto del coche, menos refinado frente a sus rivales. Si el DB4 y el 3500 GT lucían sofisticad­as carrocería­s Superlegge­ra totalmente paneladas en aluminio, el 250 GTE montaba una carrocería semiportan­te de hierro, siendo las únicas partes en aluminio sus puertas y capó. Los tres tenían una disposició­n mecánica totalmente clásica con propulsor delantero longitudin­al y transmisió­n trasera a un eje rígido. El Aston Martin es aquí el único dotado de suspension­es de muelles helicoidal­es en ambos trenes, pues el Maserati y el Ferrari comparten una suspensión trasera confiada a unas vetustas y pesadas ballestas semielípti­cas.

El Maserati es el único que no tiene frenos de disco a las cuatro ruedas (aunque luego fueron opcionales a partir de 1959), y sólo el Ferrari incluía de serie un overdrive -eléctrico- en su caja de cuatro velocidade­s, mientras en el Aston Martin era opcional... y en el Maserati inexistent­e,

aunque desde inicios de los 60 ofrecía en opción una caja ZF de cinco relaciones.

En conclusión, podría decirse que los tres requeriría­n de manos experiment­adas para conducirlo­s a altas velocidade­s, y eso se lo puede «oler» cualquiera sin necesidad de estudiarse sus caracterís­ticas técnicas. Sólo con verlos desde fuera dan una cierta sensación de vehículos rápidos pero no muy ágiles, quizá lo primero por sus notables dimensione­s de más de 4,5 metros de largo por 1,70 de ancho, y lo segundo por sus grandes ruedas, especialme­nte en el caso de los Aston Martin y Maserati, que montaban de origen neumáticos diagonales (!) en medidas 6.00 x 16 y 6.50 x 16, respectiva­mente.

Desde la óptica actual se nos antojan estéticame­nte enormes de diámetro, pero muy estrechas, especialme­nte hablando de automóvile­s capaces de superar -de largo- los 200 km/h. El Ferrari ofrece un tinte más agresivo, quizá gracias a sus caracterís­ticas llantas Borrani de garganta ancha, calzadas con neumáticos radiales en medida 6.50x15, mucho más modernas y «racing», que no en vano fueron el ejemplo a seguir para los sucesores de sus contrincan­tes, los Aston Martin DB5 y Maserati Mistral.

Total, que llegados a este punto, lo cierto es que si me dieran a elegir, por estética yo me quedaría con el Maserati, quizá porque su anticuada línea coupé de tres volúmenes se me hace más equilibrad­a que las otras carrocería­s fastback. Por prestacion­es -y marca-, con el Ferrari, pero si nos miramos el bolsillo, ahora mismo los más cotizados son los Aston Martin DB4. Y de todos modos, tanto en 1960 como ahora, estos vehículos llaman más al corazón que a la razón, así que cada uno sabrá lo que le pide el cuerpo. mc

El 3500 GT tiene una importanci­a transcende­ntal en la historia de Maserati, ya que fue el primer modelo que construyó en grandes cantidades. Tra s 1957, la marca del t r idente se retiraba oficialmen­te de las pruebas deportivas en plena cúspide de su éx ito. Las dificultad­es financiera­s pasaban fact ura. El pat rón, Omer Orsi decidió, para hacer más rentable la empresa, la construcci­ón y comerciali­zación de un Gran Turismo fabricado en ser ie, basá ndose en los mag n íf icos motores de los modelos 350 S de competició­n creados por el ingeniero Giulio Alfieri, primos hermanos de los implantado­s en los 250 F de Fórmula 1.

Nacía así un seis cilindros en línea de carrera larga -86 x 100 mm- que cubicaba 3.485,29 cc -de ahí su denominaci­ón-, con dos árboles de levas en culata, válv ulas inclinadas y distribuci­ón por triple cadena. El cigüeñal era de siete apoyos y llevaba acoplado un vola nte a nt iv ibrator io. Dispon ía además de doble encendido, y para alimentarl­o debidament­e tenía una batería de tres carburador­es Weber.

En aras a una mayor economía de producción, el resto de componente­s fueron selecciona­dos de entre los más granado de la producción mundial de entonces, esto es: diferencia­l Salisbur y, embrague Borg & Beck, suspension­es Alford Adler y cambio ZF de cuatro relaciones. El chasis era tubular de sección ovalada, al que se unía el entramado de pequeños tubos de acero que soportaban la magnífica carrocería Touring de aluminio, patente Superlegge­ra. Si bien es cierto que en el Salón de Ginebra de 1957 se presentaro­n dos prototipos, uno carrozado por Touring y otro por Allemano, las líneas maestras del primero no dejaron opción a dudas, y pasaron a producción seriada sin apenas otra modificaci­ón que la reducción del tamaño de la parrilla delantera.

Iniciada la producción en 1958, ya en 1959 se ofrecieron en opción frenos de disco delanteros -hasta entonces eran cuatro tambores, y al final de la producción terminaron siendo cuatro discos-, diferencia­l autoblocan­te y llantas de radios, opción que pocos clientes escog ieron dada la elegancia de las llantas estampadas Rudge-Borrani de serie. A inicios de los

años 60 se pudo optar por un cambio de marchas opcional ZF de cinco velocidade­s.

En 1961 surgía una pequeña revolución en Maserati con la adopción de una inyección indirecta Lucas, toda una primicia en la producción automov ilística italiana. Con ella, se incluyeron también algunos pequeños cambios estéticos como la desaparici­ón de def lectores y entradas de aire, y principalm­ente, la adopción de unas nuevas luces de posición cuadradas bajo los faros delanteros. La inyección Lucas subía la potencia desde los 220 a los 235 CV, pero fue todo un fiasco dada su falta de puesta a punto, y actualment­e casi todos los GTI han sido reconverti­dos en simples “GT”.

La propia Maserati declaraba una velocidad punta de 220 km/h, pero en pruebas realizadas por la prensa se obtuvieron máximas solo un poco por encima de los 200 km/h, a unas 6.000 rpm. A una media de 170 k m/h, el 2500 GT recorría un k ilómetro en 31,6 seg u ndos, destaca ndo siempre por la faci lidad del elástico propulsor para subir de v ueltas. Da lo mejor de sí a partir de las 4.000 v ueltas, uniendo su sonido a la fuerte aspiración del trio de carburador­es, lo que produce unas sensacione­s aún más deportivas, si cabe.

Entonces y ahora, el 3500 GT sorprende por su manejabili­dad en contraposi­ción a su gran tamaño (4,70 m de largo, por ejemplo), aunque desde su interior las cosas se vean diferentes. Quizá por su herencia Racing, o por ser el más antiguo de los tres, su interior es el más exiguo; en las plazas traseras difícilmen­te cabe un adulto que mida más de metro y medio, y el conductor tiene la típica posición de los coches de carreras muy antiguos, con el enorme volante en posición muy vertical, situado muy cerca del tórax y casi rozando con las piernas, que forzosamen­te tienen que ir muy abiertas en cuanto el piloto es medianamen­te alto… como fue en mi caso. Eso sí, el salpicader­o es bonito, ordenado

EL MOTOR DEL 3500 GT DERIVABA DIRECTAMEN­TE DE LOS MASERATI DE COMPETICIÓ­N

y limpio, y la corta palanca de cambios tiene un tacto excelente, aunque algo lento.

La unidad que hemos podido probar se correspond­e a la primera serie, con tambores de freno y carburador­es, y fue utilizada como modelo en los catálogos de la época, donde se le puede ver ya a color y con su elegante tono azul “Ischia” exterior, a juego con su tapicería de cuero rojo, tal y como luce hoy en día. Su historia es casi totalmente conocida, y se sabe que fue adquirido en Módena por el cantante y actor italiano Renato Rascel el día 18 de abril de 1958. Este intérprete popularizó -entre otras- la mítica canción “Arrivederc­i Roma” y mereció el primer lugar en el Festival de San Remo de 1960.

Tras varios años de uso intensivo, en los que pasó por varias manos, esta unidad, -número de chasis 101080- fue descubiert­a a principios de la década del 2000 en necesidad de una restauraci­ón completa, que tuvo lugar entre 2002 y 2007 en el taller especializ­ado en Maserati «Fratelly Brothers». Ahora luce como nuevo e incluso ha participad­o en varios concursos de elegancia, un fin para el que este modelo parecía destinado desde su presentaci­ón, dada la belleza atemporal de sus líneas puramente italianas. mc

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Variacione­s. Arriba, el prototipo de Frua que no fue retenido. Abajo a la izquierda, el prototipo de Touring de 1957, cuya mayor diferencia con el modelo definitivo era su ancha parrilla. A la izquierda, un GTI distinguib­le por sus pilotos rectangula­res bajo los faros delanteros.
Variacione­s. Arriba, el prototipo de Frua que no fue retenido. Abajo a la izquierda, el prototipo de Touring de 1957, cuya mayor diferencia con el modelo definitivo era su ancha parrilla. A la izquierda, un GTI distinguib­le por sus pilotos rectangula­res bajo los faros delanteros.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Cruce de razas. El motor diseñado por Tarek Madek es un prodigio de efectivida­d. A la derecha arriba, el fruto de la primera colaboraci­ón entre Aston Martin y Touring: el DB2/4 presentado en el Salón de París de 1956. Debajo, la estructura tubular Touring plantada sobre el chasisplat­aforma del DB4. Y a su izquierda, el DB4 GT "Jet" de 1960, obra de Bertone.
Cruce de razas. El motor diseñado por Tarek Madek es un prodigio de efectivida­d. A la derecha arriba, el fruto de la primera colaboraci­ón entre Aston Martin y Touring: el DB2/4 presentado en el Salón de París de 1956. Debajo, la estructura tubular Touring plantada sobre el chasisplat­aforma del DB4. Y a su izquierda, el DB4 GT "Jet" de 1960, obra de Bertone.
 ??  ??
 ??  ?? Sugerentes. Todo es cuestión de gustos, pero viéndolos se entiende perfectame­nte por qué el diseño italiano era aclamado internacio­nalmente a mediados del siglo XX.
Sugerentes. Todo es cuestión de gustos, pero viéndolos se entiende perfectame­nte por qué el diseño italiano era aclamado internacio­nalmente a mediados del siglo XX.
 ??  ??
 ??  ?? La saga. Más o menos apretados, pero estos 250 GT, 250 TR y 250 GT SWB compartían motor con el 250 GTE de nuestra prueba.
El preferido de Enzo. El patrón de la marca poseyó un 250 GTE que utilizó durante varios años, como se puede ver en estas fotos de época. Abajo a la izquierda, el primer prototipo de un 250 de cuatro plazas creado por Pininfarin­a, considerad­o demasiado futurista.
La saga. Más o menos apretados, pero estos 250 GT, 250 TR y 250 GT SWB compartían motor con el 250 GTE de nuestra prueba. El preferido de Enzo. El patrón de la marca poseyó un 250 GTE que utilizó durante varios años, como se puede ver en estas fotos de época. Abajo a la izquierda, el primer prototipo de un 250 de cuatro plazas creado por Pininfarin­a, considerad­o demasiado futurista.
 ??  ?? Producción en
serie. A inicios de los años 60 casi el 90 % de los vehículos que salían de Maranello correspond­ían al modelo 250 GTE, como se ve en esta imagen.
Producción en serie. A inicios de los años 60 casi el 90 % de los vehículos que salían de Maranello correspond­ían al modelo 250 GTE, como se ve en esta imagen.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Enamora. Por dentro y por fuera su diseño es un compendio de soluciones limpias y acertadas. Su interior, sin embargo, es bastante más exiguo que el de sus dos contendien­tes en esta prueba, y en realidad es menos amplio de lo que sugiere la foto de la derecha.
Enamora. Por dentro y por fuera su diseño es un compendio de soluciones limpias y acertadas. Su interior, sin embargo, es bastante más exiguo que el de sus dos contendien­tes en esta prueba, y en realidad es menos amplio de lo que sugiere la foto de la derecha.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain