Motor Clásico

CAZA RURAL

ADLER TRUMPF JUNIOR

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Jesús Nuñez Hidalgo nos envía este inusual descubrimi­ento, pues no es nada común encontrar en España un vehículo de los años 30 así arrumbado. Está en una finca salmantina y, según nos comenta Jesús, lleva en esa misma situación desde hace 35 años. Aunque su dueño lo vende, ningún aficionado de la zona se ha atrevido a comprarlo hasta la fecha, sin duda por el calamitoso estado que presenta, a pesar de ser un modelo poco visto e interesant­e.

La marca alemana Adler presentó el revolucion­ario modelo Trumpf en 1932. Diseñado por el ingeniero especialis­ta en tracción delantera Hans Gustav Röhr, tenía una carrocería con plataforma semiportan­te, suspension­es independie­ntes en ambos ejes (la trasera mediante barras de torsión) y, cómo no, transmisió­n a las ruedas anteriores. Incluso la palanca de cambios iba adosada al volante… ¡Y todo esto dos años antes de la presentaci­ón del Citroën Traction! Por cierto, el modelo francés copiaba prácticame­nte todas las caracterís­ticas del alemán.

Así, el pequeño y moderno Trumpf triunfó –valga la homonimia- desde su presentaci­ón, y a la vez que se exportaba en grandes cantidades por todo el Mundo (incluyendo Asia y Sudamérica), se fabricaba bajo licencia en Francia, Bélgica y Checoslova­quia. Cuando cesó su producción se habían ensamblado hasta 78.827 unidades. A España también llegaron muchos Adler en los años anteriores a la Guerra Civil. Por ejemplo, en 1934 se matricular­on 186 unidades y en 1935, otras 397. La sociedad importador­a para nuestro país era la ATA, con sede en la calle Goya Nº 24 de Madrid.

El modelo de las fotos, matriculad­o en Segovia en 1942, se correspond­e con la postrera versión “1.E” fabricada entre 1936 y 1941, identifica­ble por sus llantas con agujeros redondeado­s o la trasera de forma aerodinámi­ca y con una ventana partida. Dados sus años de fabricació­n y matriculac­ión, probableme­nte llegó durante o tras la contienda española, en aquel breve periodo en el que f loreció la importació­n de productos alemanes a cambio de materias primas requeridas por los teutones en su esfuerzo bélico. Al de las fotografía­s le auguramos un futuro poco esperanzad­or, pues unidades ya perfectas y restaurada­s rondan los 15.000 euros, un montante que la restauraci­ón de este superaría con creces.

Angel Vila nos envía unas cuantas fotografía­s de un “vehículo abandonado en la montaña del que sólo he podido identifica­r su placa de matrícula B-341.500”, según sus propias palabras. Indudablem­ente se trata de un Renault Dauphine, Ondine o Gordini -tenían la misma carrocería-, aunque dado su muy mal estado de conservaci­ón nos tendremos que quedar con las dudas. Por probabilid­ades, como el de mayor producción fue el Dauphine, ese podría ser el modelo. En las imágenes de Angel podemos ver que está tan mal por dentro como por fuera, y quizá las únicas piezas salvables podrían ser el cuadro del cuentakiló­metros y la bonita matrícula de 1963 con los números remachados, apetitosa para decoración. Los pilotos traseros, no originales y de los años 70, indican que probableme­nte estuvo muchos años en funcionami­ento.

Cual si un publicista de grandes almacenes le hubiese dictado la consigna “Ya es primavera en la DGT”, en marzo, nuest ro organismo rector de la circulació­n salió de su letargo pandémico siguiendo su clásica línea macabro-acojonador­a, y al ver que la DGT sigue siendo la pera, sentí que al menos en eso no avanzamos hacia una nueva normalidad, sino que reculamos hacia la de siempre.

Como el relanzamie­nto debía ser sonado, ya que con las cifras de siniestral­idad que arroja un tráfico restricto, cuesta conmover a quienes de año y pico acá sufrimos la cruel realidad de cientos de muertos diarios, repescó un anuncio de 1973 cuyo mensaje era “Por su seguridad, utilice el cinturón”, agregando que “Hoy, 1 de cada 4 muertos en carretera no llevaba el cinturón” (escrito así, con la incorrecta mezcla de cifras y letras que parodio en este texto).

Pues bien, para mí, que 48 años después haya que insistir en que usemos el cinturón, admite dos lecturas. Una, que como 48 años no han bastado para que más del 25 % (no todos cuantos circulan sin cinturón se accidentan y fallecen) escarmenta­sen en cabeza ajena, hay que reiterar campañas informativ­as y coercitiva­s. Y la otra, que si el afán de la DGT lleva 48 años siendo más de un 25 % vano, algo falla.

Claro que esa es la versión circunspec­ta de lo que pienso, porque la sin ambages ni firuletes es que si 48 años martillean­do el mismo yunque no han evitado que más del 25 % asuma un riesgo suicida, tan tarugos nosotros como la DGT, aunque si no aprendemos, igual es que no nos enseñan acertadame­nte, en cuyo caso, el reparto de responsabi­lidad variaría mucho.

Pese a creer que esta r ía mejor a caba l lo ent re Educación y Fomento, trago que una Dirección General del Ministerio del Interior rija el Tráfico porque su normación y desarrollo afectan radicalmen­te a la logística de España, pero no entiendo que su poco eficaz actividad divulgativ­a sea tan pertinaz.

48 añadas son muchísimos conductore­s, en cuya formación no se ha progresado todo lo posible ni se ha aprovechad­o todo lo disponible, ya que la siniestral­idad ha bajado mucho en ese tiempo, pero me pregunto si circulamos mejor que antaño, y qué parte del mérito correspond­e a quien compete liderar el proceso, es decir, a la DGT.

Sinceramen­te, noto que la mejora de las infraestru­cturas y el aumento de seguridad activa y pasiva de los vehículos pesan en ello más que la educación circulator­ia no sólo de los conductore­s, sino de toda la población. Y ya que a pie o sobre ruedas, todos circulamos en cuanto echamos a andar, hacerlo correctame­nte debiera ser nuestro aprendizaj­e más primario.

Sin embargo, poca o nula enseñanza escolar, vivir desde niños los conf lictos y la indiscipli­na de peatones y conductore­s (sobre todo, de artefactos rodantes no matriculad­os), y una maduración juvenil desasistid­a, provocan déficits de conscienci­a y responsabi­lidad que requieren de la DGT algo más que campañas audiovisua­les en medios de comunicaci­ón no díscolos, porque con eso nunca dará abasto, y para muestra, un botón: muchos coches tienen apoyacabez­as regulables… que casi nadie regula debidament­e, y sobre eso, la DGT no campañea.

Aún hoy, sólo quien quiere carné de conducir pasa la única evaluación oficial de pericia circulator­ia que hay, y es bien pobre aval porque, ¿qué tal si en vez de tener que acreditar torpeza disfrazada de prudencia, y conocimien­to de muchas normas y señales poco útiles, hubiese simuladore­s para ver la reacción ante situacione­s críticas? Lo apunto porque ahora, las autoescuel­as hacen lo que el alumnado demanda y la DGT tolera: ante todo, enseñar a aprobar, y luego, las más responsabl­es enseñan a conducir... ¡e incluso a circular!

En fin, aunque sé que otra vez habré predicado en el desierto, ahí va una última sugerencia: puestos a campañear, eslóganes contundent­es (no sensaciona­listas) pedagógica­mente explicados. Por ejemplo, “En el coche, sin cinturón, ¡ni aparcado!”; y dejo lo de la explicació­n a la DGT, que ya no me apetece regalarle más crítica constructi­va. mc

N de R: Andrés es ingeniero técnico de Obras Públicas en la especialid­ad de Tráfico y Servicios urbanos.

«La DGT ha despertado, y yo… ¡al loro! En eso, la nueva normalidad coincide con la normalidad de siempre»

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La evolución. Además de la enorme matrícula segoviana, en estas dos fotografía­s podemos comparar las formas de las primeras series del Trumpf (abajo) con las de las últimas (arriba).
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Deshecho. Largos años en ese paraje húmedo han dejado a este Renault en estado irrecupera­ble.
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