Camino de Santiago Al volante de un 1430 Familiar
Cada peregrino diseña su propio camino. Nosotros arrancamos uno particular desde Madrid y con un Seat 1430 Cinco Puertas. Seguimos la senda tradicional y descubrimos sus huellas históricas, pero de una manera más confortable y rápida.
Dice el “Liber Sanct i Iacob” del siglo X II que “el camino de peregrinación es cosa buena, pero es est recho. Pues estrecho es el camino que conduce al hombre a la vida y, en cambio, ancho y espacioso el que conduce a la muerte”. En cualquier caso, y con independencia de si el apóstol Santiago –en hebreo Iacob- llegó, predicó y murió en la antigua Hispania, o no, el Camino es una tradición arraigada a nuestra cultura. Desde el siglo XI, según los escritos, peregrinos de todos los rincones del mundo acuden a Santiago de Compostela a traspasar su fe por el pórtico de la Gloria de la catedral.
También de acuerdo a la tradición, el Camino ha de recorrerse a pie. Con el tiempo también se ha impuesto realizarlo en bicicleta o a caballo. En nuestro caso, lo haremos más rápido y confortable con el 1430 Familiar de 1975 de la colección de Seat Históricos. Y de los múltiples y distintos itinerarios hoy instituidos, el Francés, el del Norte, el Portugués, el Primitivo, el de Invierno, el de la Vía de la Plata…, elegimos el de Madrid.
La plaza de Santiago, en el centro de la Villa y Corte, es el punto de partida establecido. Pero tratar de acceder allí en coche es algo más que un acto de fe. En su lugar, el moderno rascacielos de la Torre de Cristal, en el paseo de la Castellana, donde Seat España tiene su sede madrileña, se nos antojó idóneo y cómodo. Allí arrancamos el 1430 y desde allí echamos a rodar.
La mañana está gris y cae una fina lluvia. Ello acentúa la pesadez del tráfico urbano, ya de por sí denso cualquier día de la semana. La carretera no se empieza a despejar hasta dejar atrás la gran ciudad y ver por el retrovisor el característico “sk yline” dibujado por los altos edificios. El sonido del motor 1.438 es inconfundible. Como también la capilla central del salpicadero con los dos enormes relojes Veglia del velocímetro y el cuentav ueltas. Aunque iba dirigido a un cliente alto burgués, el diseño está supeditado a la funcionalidad. La tira central parece, pero no es madera. En el centro, un solitario reloj horario.
Resulta fácil hacerse a su conducción. Y digo hacerse porque no son muchas las opciones, salvo el ajuste longitudinal del asiento. Para quien ha de acercarse al volante para llegar bien a los pedales, inevitablemente le rozará el muslo con el aro cada vez que levante la pierna derecha para frenar o la izquierda para pisar el embrague. La banqueta propiamente dicha y el respaldo pueden pecar de cortos, pero no dejan de ser vicios adquiridos a cuenta de los anatómicos baquets de los coches actuales. En su momento, estos butacones de paño y escay estaban en sintonía con el carácter de cochazo que tenía el 1430.
Después de pasar Colmenar Viejo, el tráfico de la M-607 se agiliza. A la hora de dar gas, el Cinco Puertas responde bien, incluso mejor que la berlina. La razón se encuentra en el puente trasero. Al tratase de un Familiar (o Ranchera), cabía pensar que iría más cargado, con cinco personas y su equipaje o con pesados bultos. El portón trasero proporciona un acceso excepcional.
DESDE 1999, EL CAMINO DE MADRID HA ADQUIRIDO RELEVANCIA
EL 1430 FAMILIAR SIGUE SIENDO UN COCHAZO POR DINAMISMO Y CAPACIDAD
Por eso Seat decidió acortar los desarrollos del cambio para no perder el nervio del motor y por eso sustituyó el grupo 10/41 de la berlina por un 10/43. De esta manera, en directa, mantiene los 100 km/h con el motor a 4.000 revoluciones. Por idéntica posibilidad de sobrecarga, también lleva una suspensión trasera reforzada, con muelles de mayor recorrido, y por eso la zaga queda ligeramente levantada cuando no transporta peso adicional.
E n seg u ida nos des v ia mos por la M- 6 0 9 hac ia Manzanares el Real. Bordeando el embalse de Santillana, la carretera lleva a los pies del primero de los castillos que encontraremos en este tramo inicial del Camino. Rehabilitada por fuera y por dentro, la fortaleza de los Mendoza es del siglo XV y actúa de puerta de acceso a esta pequeña villa del Alto Manzanares.
Después de pasar El Boalo y Mataelpino, poco a poco la M-601 empieza a picar hacia el alto de Navacerrada, a 1.860 m de altitud. Los 75 caballitos del 1430 “Potenciado” cunden. A partir del 1.438 de 70 CV de la versión original de 1969, los técnicos de Seat afinaron detalles como el reglaje del carburador Solex, el diseño de la cámara de combustión y el alzado de las válvulas para mejorar la respiración. Con qué poco, esos cinco caballos adicionales dan de sí; sobre todo a la hora de aprovechar una tercera que, bien usada, resulta interminable en subidas reviradas de este tipo.
Pero no se trata de ir de carreras en un viaje así. La ruta a pie se desvía en el pueblo de Navacerrada hacia Cercedilla y el puerto de Fuenfría. Sus 1.796 m de altitud lo convierten en uno de los puntos más elevados de todos los caminos (a pie) del interior peninsular.
En nuestro caso, la CL-601 nos adentra en la provincia de Segovia para encarar el tramo de las Siete Revueltas. Es tan breve como intenso. Su nombre indica el número de curvas y horquillas que tiene, con un desnivel en torno al diez por ciento. Como en el sentido que llevamos es en bajada, nos da pie a comprobar la agilidad del “catorcetreinta”. Lógicamente, el tamaño de la carrocería ni esa suspensión pensada para trabajar con sobrepeso actúan
CASTILLOS, PALACIOS, ALCÁZARES Y ACUEDUCTOS JALONAN ESTE TRAMO INICIAL
en su favor, y menos aún, el eje rígido trasero. En los giros más cerrados, saca a relucir una tendencia a dar el morro, y la mínima irregularidad del trazado provoca un ligero rebote de las ruedas traseras. Por contra, gracias a unos amortiguadores con un excelente compromiso entre dureza y confort, balancea menos de lo esperado y mitiga en gran medida el efecto del tren trasero.
Rodando a un ritmo turístico, es difícil poner en apuros los frenos, de disco en las cuatro ruedas; y la dirección, aunque todavía era de tornillo, permite controlar bien la trayectoria y girar limpiamente.
Apenas 15 km más adelante, no hay justificación para no detenerse delante del palacio del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso. Su arquitectura y sus jardines exhiben el esplendor del siglo XVIII, inspirados en las grandilocuentes y regias edificaciones francesas de la época. Es el prólogo a la inexcusable visita a la monumental capital segoviana. Allí se levantan el acueducto romano, la catedral de Santa María y el imponente Alcázar, situado en el alto de un peñón bañado por el río Eresma. Perderse por las intrincadas callejuelas adoquinadas de la ciudad es un grato suplicio que merece la pena experimentar, envuelto todo ello por el olor a asado que sale de los fogones de sus mesones.
A partir de Segovia, la planicie castellano-leonesa relaja el viaje. La CL-605 se alarga delante de nosotros, llana y serena. El 1430 muestra su cara más amable. Su amplia superficie acristalada anima a no perder detalle de este paisaje rural. A estas alturas, caemos en la cuenta de que, aún hoy, los kilómetros no cansan. Disponemos de amplitud, se muestra asentado, es lo cómodo que cabía esperar de un gran coche de su tiempo y el motor lo hace ir como un tiro.
Santa María la Real, Nieva y Nava de la Asunción se cruzan en el camino. La senda a pie continúa transcurriendo paralela a la SG-342. En Coca giramos a la izquierda, justo delante del arco que da acceso al centro de villa. Son los restos de la muralla medieval que Miguel de Cervantes cita en sus “Novelas ejemplares”. El muro ejercía de parapeto defensivo del castillo-palacio del siglo XV que encontramos a escasos metros a pie de carretera. Es el que sirve de apertura a estas páginas. Ahí, en su torre del Homenaje, estuvo preso el duque de Medina-Sidonia en 1645.
El río Eresma sirve de guía a ambas rutas, la de a pie y la de la carretera. Sus márgenes dan vida a fértiles vegas de cultivo. Antes de llegar a Olmedo están las lindes provinciales entre Segovia y Valladolid. Desde ahí, la N-601 nos encamina a la capital pucelana. Antes romperemos a nuestro paso la tranquilidad de Alcazarén, cuna de un arte mudéjar del que, desafortunadamente, apenas se conservan vestigios en las iglesias de Santiago y San Pedro.
Más adelante, nos desviamos por la VP-9110 hacia Puente Duero, hoy día un barrio periférico de Valladolid. Como su nombre indica, un estrecho viaducto medieval atraviesa el río al que cantó Antonio Machado en sus poemas.
La gran ciudad queda ya a tiro de piedra. Después de casi 250 km, el 1430 se funde de nuevo con el ajetreo de la urbe. Para entonces, nos hemos familiarizado con sus muchas virtudes y sus pequeños defectos. La catedral de Santa María de la Asunción (s. XVI) es un buen sitio para terminar el primer tramo de nuestro particular Camino de Santiago y hacer parada y fonda. El siguiente trecho arrancará aquí y nos llevará hasta Ponferrada, tierra de templarios. Será en el próximo número y con otro protagonista, un Toledo 2.0 GT con 30 años a sus espaldas. mc