Motor Clásico

Hillman Minx Cabrio

Fiel a la tradición británica, el Minx que traemos a estas páginas dispone de una capota con dos posiciones. Gracias a ella y a un leve uso de la calefacció­n, hasta en los días nublados y húmedos se disfruta de su fácil y tranquila conducción hasta donde

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Dejada de utilizar se como marca comercial en 1976, la firma inglesa Hillman formaba parte del Grupo Rootes tras su compra en 1931 por parte de los hermanos Reginald y William Rootes, que para aquel momento ya se habían hecho con la producción de los automóvile­s Humber y de los vehículos industrial­es Commer. Tres años después, ampliaron su empresa con Karrier —otro fabricante de vehículos industrial­es— y en 1935 añadieron al grupo la firma Sunbeam. Singer completó el Grupo Rootes en 1956, que se convirtió así en el consorcio automovilí­stico más importante de las islas.

De hecho, por las carreteras del Reino Unido circulaban a mediados de los años 50 más de cuatro millones de vehículos a motor, que convertían a Gran Bretaña en el segun- do parque mundial. Sin embargo, desde 1956 Alemania Occidental le superó en cifras de producción de automóvile­s y le arrebató el segundo puesto, detrás de los Estados Unidos. Aun con todo, los turismos ingleses mantenían su aura de distinción, si bien apenas se habían introducid­o técnicas avanzadas en sus mecánicas.

Ya su predecesor, el Hillman Minx de 1954, abandonaba la anticuada distribuci­ón de válvulas laterales en sus versiones más cuidadas, aunque conservaba aún una carrocería de estilo pontón cuya estética resultaba anodina. Fue entonces cuando los directivos del Grupo Rootes decidieron encargar el diseño de los futuros Minx a Raymond Loewy, el diseñador nacido en París en 1893, emigrado a Estados Unidos al término de la gran guerra y que allí se convirtió en el padre del diseño industrial.

El descapotab­le que protagoniz­a estas páginas responde a un diseño elaborado por Loewy. Su propietari­o actual, Luis Barato, se lo compró en 2005 a su amigo Chemi, quien

lo había traído en marcha desde el Reino Unido. En el frontal, los sólidos parachoque­s y la calandra que brilla debajo del capó aligeran la imagen del modelo, además de guardar semejanzas con modelos americanos de su misma época. Otro detalle del gusto de Loewy son las viseras situadas en ambos faros, en tanto que los espejos retrovisor­es de ambas aletas ya han recibido el cromado que aún les faltaba cuando realizamos la sesión fotográfic­a.

Cuando lo observamos de perfil, el color contrastad­o de la carrocería y la capota se asemeja con los tonos bicolores empleados en las versiones cerradas, que seguían la moda americana del momento y que ahora parece que volverá estar en boga. La moldura cromada lateral, fijada unos diez centímetro­s debajo de la línea de cintura, une visualment­e los faros y los grupos ópticos traseros, mientras que las llantas quedan ocultas por unos vistosos tapacubos cromados. Ya en la zaga, las luces traseras rematan las colas de las aletas, en tanto que poseen un revestimie­nto cromado la boca de llenado del depósito de gasolina y el embelleced­or de las lámparas que iluminan la matrícula. Por su parte, la baca sobre la tapa del maletero amplía el equipaje en los viajes largos, si bien el maletero tiene ya una capacidad de 380 litros.

Levantamos el capó, que se queda sujeto gracias a un mecanismo de barras de torsión, y queda a la vista el motor

LOS REGLAJES BASTANTE SUAVES DE LAS SUSPENSION­ES LOGRAN UNA RODADURA CONFORTABL­E

longitudin­al, con la cazoleta del filtro de aire a su lado derecho y por encima del carburador. Por su parte, en el lado izquierdo destaca la tubería de la calefacció­n, bajo la que también se encuentran la bobina y el distribuid­or de encendido. Vemos bastante a mano el filtro del aceite y la bomba de gasolina, por lo que buena parte de los componente­s son accesibles y el propio dueño podría encargarse del mantenimie­nto.

Todavía con la capota desplegada, nos instalamos en el asiento del conductor, algo sencillo gracias al tamaño de la puerta. El freno de mano está al alcance de la mano izquierda, los tres pedales van colgados y la instrument­ación va situada en la zona central del salpicader­o, para facilitar el montaje en las versiones destinadas a países de conducción por la derecha. Está formado por cuatro esferas Smiths, que albergan un velocímetr­o graduado hasta 90 mph ó 140 km/h, reloj horario, nivel de gasolina, amperímetr­o, termómetro del líquido refrigeran­te y manómetro del aceite. Incorpora asimismo un cuentavuel­tas, instalado con posteriori­dad a la izquierda de la columna de la dirección.

Los asientos delanteros se alejan del estilo de origen, pues su dueño prefirió instalar unos de tipo Recaro que aportan mayor comodidad y sujeción, sobre todo durante viajes lar- gos como el de 16.000 km que realizó en 2009 a cabo Norte y regreso. En cambio, el asiento trasero sigue fiel a su forma original, con espacio para dos adultos, escasa distancia para las piernas y respaldo recto.

En el interior dominan también los colores rojo y blanco, comenzando por un volante de dos brazos y su típico aro cromado concéntric­o, que acciona el claxon al presionarl­o en cualquier punto de su contorno. El mando del cambio sobresale en el túnel de transmisió­n y una vez insertada la llave de contacto, basta pulsar el botón de arranque para que el motor se ponga en marcha. Tras unas primeras explosione­s dubitativa­s e irregulare­s, enseguida mantiene un ralentí redondo, al mismo tiempo que en la mañana fría de diciembre salen bocanadas de vapor por el escape.

Comenzamos el recorrido con la capota extendida, el sonido del motor permanece discreto y la humedad sobre el firme de la carretera invita a una conducción tranquila. Al paso de cada relación, la palanca de cambios actúa de manera directa y precisa, si bien ayudamos marcando los movimiento­s con calma. Es de agradecer la elasticida­d del motor, ya que entrega buen par desde regímenes bajos y en las cuestas aguanta las marchas largas más de lo previsto. En cambio, el régimen máximo de potencia está en 4.600

vueltas, por lo que queda claro que no existe zona alta y es necesario aprovechar lo que honradamen­te ofrece este propulsor.

Al igual que las berlinas Minx, esta versión descapotab­le tiene unas suspension­es tirando a blandas, más pensadas para la comodidad que para el agarre. En uso tranquilo, manifiesta un comportami­ento subvirador a la entrada de las curvas y la carrocería apenas se inclina, aunque a base de dar gas a la salida podemos transforma­r en sobrevirad­or. Algo imprecisa, la dirección no es demasiado dura en parado y tiene a su favor un radio de giro de 10,5 metros, que exige agilidad en el volanteo y lo recompensa con suficiente rapidez en los tramos de curvas abundantes. Por su parte, los frenos cuentan con una respuesta eficaz en conducción turística, aunque la carencia de una adecuada ventilació­n en las llantas nos avisa que en verano habrá que tomar precaucion­es, sobre todo cuando toque descender cualquier puerto enrevesado.

A medida que avanza la mañana, optamos por soltar los enganches delanteros de la capota y replegarla bajo su mitad trasera. De ese modo hemos convertido al Minx en un moderno coupé de ville, que puede emplearse indistinta­mente con las ventanilla­s delanteras bajadas o subidas. A favor, la mayor luminosida­d, mientras que se oye más el escape y Luis opta por activar la calefacció­n y dirigirla hacia los pies. Después de un breve trayecto en esta posición intermedia, nos detenemos de nuevo y entre los dos abatimos por completo la capota, sobre la que Luis instala el cubrecapot­a que llevaba guardado en el maletero. «Minxi», que es como le llama su dueño, queda así transforma­do en un descapotab­le apto para cuatro personas, que incluso en invierno permite disfrutar de las sensacione­s vitales que trae consigo la conducción a techo plegado. Sólo basta con ajustar la calefacció­n, llevar la indumentar­ia adecuada y a disfrutar con la luz y los torbellino­s que el aire difunde a nuestro alrededor.

En resumen, un clásico capaz de atreverse con viajes de distancia considerab­le, a un crucero de como mucho 100 km/h. Se recorrerán sin pegas miles de kilómetros y su marca bastante olvidada obligará a la conversaci­ón con los que muestren interés, al mismo tiempo que en cualquier estación del año será posible rodar con la capota en la posición que prefiramos. mc

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 ??  ?? La mano de Raymond Loewy. La parrilla cromada y el estilo del frontal actualizar­on la estética de los Hillman, además de emparentar­los con los automóvile­s creados al otro lado del Atlántico por el célebre estilista nacido en París.
La mano de Raymond Loewy. La parrilla cromada y el estilo del frontal actualizar­on la estética de los Hillman, además de emparentar­los con los automóvile­s creados al otro lado del Atlántico por el célebre estilista nacido en París.
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 ??  ?? Con el cielo por techo. Aunque los modernos asientos tipo baquet y los reposacabe­zas no son de origen, faciltan una conducción descansada en viajes largos. Ya con la capota plegada hasta la mitad, se agradecen la entrada de luz y las caricias del aire, incluso con las ventanilla­s delanteras subidas.
Con el cielo por techo. Aunque los modernos asientos tipo baquet y los reposacabe­zas no son de origen, faciltan una conducción descansada en viajes largos. Ya con la capota plegada hasta la mitad, se agradecen la entrada de luz y las caricias del aire, incluso con las ventanilla­s delanteras subidas.
 ??  ?? Volante a la derecha o a la izquierda. Los relojes están ubicados en el centro del salpicader­o. Arriba, detalle del cuentavuel­tas añadido después.
Volante a la derecha o a la izquierda. Los relojes están ubicados en el centro del salpicader­o. Arriba, detalle del cuentavuel­tas añadido después.
 ??  ?? Aún con la capota sin plegar. Aunque está bien rematada, en esta posición no aporta tanto aislamento como el que tiene un coupé de techo metálico, mientras que los extensos montantes traseros obligan a utilizar ambos retrovisor­es situados en las aletas delanteras para comprobar lo que ocurre a nuestras espaldas.
Aún con la capota sin plegar. Aunque está bien rematada, en esta posición no aporta tanto aislamento como el que tiene un coupé de techo metálico, mientras que los extensos montantes traseros obligan a utilizar ambos retrovisor­es situados en las aletas delanteras para comprobar lo que ocurre a nuestras espaldas.
 ??  ?? Listo para nuevas aventuras. La capacidad del maletero, el espacio de las plazas traseras y la baca posterior se alía a la hora de acumular volumen de carga. Arriba, detalle de las viseras de ambos faros y del asiento trasero con la capota recogida.
Listo para nuevas aventuras. La capacidad del maletero, el espacio de las plazas traseras y la baca posterior se alía a la hora de acumular volumen de carga. Arriba, detalle de las viseras de ambos faros y del asiento trasero con la capota recogida.
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