Motor Clásico

Sin ambages ni firuletes

- por Andrés Ruiz

La pasada semana de cambio de mes (del 29 de octubre al 4 de noviembre) se me alteró el ánimo, lo confieso: Cual si el f rente a nt icoche hubiese acordado amenizar el puente dando de qué hablar y en qué pensar, de lunes a miércoles lanzaron una ofensiva que si no estaba planificad­a y coordinada, lo parecía, ya que los medios de comunicaci­ón rebosaron de noticias y declaracio­nes en la línea «¡dale, que lo aguanta todo!».

Advenimien­to de «Madrid Central»¼, anuncio de que Barcelona planea no quedarse atrás¼, otros ayuntamien­tos insinuando que «si culo veo, culo quiero»¼, propuestas de movilidad segregador­as, restrictiv­as o excluyente­s según la españolísi­ma manía de que al hacer normas circulator­ias, como al hacer tortillas, hay que tocar los huevos¼, etc. Y como guinda, campañita y consignas prepuente de la DGT, que recuperada «la directriz navarra», vuelven a ser la pera.

Oír al lanzabulos de turno «ref lexionar» sobre reducir la contaminac­ión de las ciudades cobrando entrada a los coches particular­es (como si no pagásemos IVTM y aparcamien­to), y decir que si vemos normal pagar en el metro, ¿por qué no en las autovías? (¿acaso no pagan nuestros impuestos hacerlas y mantenerla­s, incluyendo las corruptela­s?), para que luego los gobiernos (estatal, autonómico­s y municipale­s) puedan aparecer como sesudos moderadore­s que analizan, sopesan y finalmente «no tienen más remedio que hacerlo por el bien común», eso a mí me cabrea.

No niego que los niveles y picos de contaminac­ión en grandes núcleos urbanos requieren tomar medidas, pero que no sólo afecten al coche particular, sino a todos los focos contaminan­tes: calefaccio­nes, industrias, transporte­s de personas y mercancías, etc.

Ahora bien: si como nos mensajean, el coche particular de combustión es el principal agente contaminan­te actual («los nuestros» es mejor ni citarlos, no sea que se acuerden de ellos); la velocidad, la principal causa y agravante de accidentes; y tocar el bolsillo, la única forma de educarnos¼, ¡a fondo cuanto antes!, porque en tal caso, hay medidas «necesarias» de insuperabl­e eficacia; sólo habría que atreverse a implementa­rlas (y de antemano pido perdón por dar ideas).

Por ejemplo: ¿Quieres entrar en el centro de las ciudades con tu coche contaminan­te? Pues entra, pero con el motor parado y empujándol­o; así ni corres ni contaminas. ¿Que la solución son los coches eléctricos? Pues nada de incentivar su compra; se prohíbe la circulació­n de cualquier otro tipo de coches, y asunto resuelto (luego, llegado el momento, ya veremos dónde lo recargas, cómo se genera la electricid­ad¼ y cuánto costará usar los electrodom­ésticos). Y en cuanto a los radares, nada de avisar su ubicación (¡qué cachondeo es ese!) ni de invertir en comprar más: como la creciente conectivid­ad de los coches permite tenerlos geolocaliz­ados y saber los límites de velocidad en todo momento, se graba, ¡y a pasar por caja periódicam­ente!

En fin, recuperand­o la cordura y la seriedad, ¿será que sólo a mí me escandaliz­a ver lo que el sector automovilí­stico traga sin reaccionar? ¿Nunca dejaremos de aceptar que los políticos Ð y quienes ocupan cargos por designació­n, en vez de por méritosÐ «saldan sus errores en las urnas, y listo»? ¿Cuándo desenmasca­raremos sin ambages ni firuletes la demonizaci­ón hipócrita, la demagogia sectaria, la desfachate­z, la dictadura de los ineptos, la sinrazón, etc? ¿Cuando ya no haya marcha atrás? Pues, ojo: aunque incompresi­blemente todavía sobra clientela deseosa de tener coche, hay muchísimos jóvenes para los que ya no es una prioridad, e incluso muchos que no lo quieren ni regalado, y eso debería considerar­se muy preocupant­e para la industria, el empleo, la movilidad, la recaudació­n fiscal y la sociedad en general.

Por eso creo que el sector debería despertar, analizar su porvenir, y decir a quien correspond­a que sustituir «¡dale, que lo aguanta todo!» por «¡dale hasta que casque!», puede originar que en vez de haber coches particular­es históricos, los coches particular­es sean historia. MC

«Es manía españolísi­ma que al hacer normas circulator­ias, como al hacer tortillas, hay que tocar los huevos»

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