Sin ambages ni firuletes
La pasada semana de cambio de mes (del 29 de octubre al 4 de noviembre) se me alteró el ánimo, lo confieso: Cual si el f rente a nt icoche hubiese acordado amenizar el puente dando de qué hablar y en qué pensar, de lunes a miércoles lanzaron una ofensiva que si no estaba planificada y coordinada, lo parecía, ya que los medios de comunicación rebosaron de noticias y declaraciones en la línea «¡dale, que lo aguanta todo!».
Advenimiento de «Madrid Central»¼, anuncio de que Barcelona planea no quedarse atrás¼, otros ayuntamientos insinuando que «si culo veo, culo quiero»¼, propuestas de movilidad segregadoras, restrictivas o excluyentes según la españolísima manía de que al hacer normas circulatorias, como al hacer tortillas, hay que tocar los huevos¼, etc. Y como guinda, campañita y consignas prepuente de la DGT, que recuperada «la directriz navarra», vuelven a ser la pera.
Oír al lanzabulos de turno «ref lexionar» sobre reducir la contaminación de las ciudades cobrando entrada a los coches particulares (como si no pagásemos IVTM y aparcamiento), y decir que si vemos normal pagar en el metro, ¿por qué no en las autovías? (¿acaso no pagan nuestros impuestos hacerlas y mantenerlas, incluyendo las corruptelas?), para que luego los gobiernos (estatal, autonómicos y municipales) puedan aparecer como sesudos moderadores que analizan, sopesan y finalmente «no tienen más remedio que hacerlo por el bien común», eso a mí me cabrea.
No niego que los niveles y picos de contaminación en grandes núcleos urbanos requieren tomar medidas, pero que no sólo afecten al coche particular, sino a todos los focos contaminantes: calefacciones, industrias, transportes de personas y mercancías, etc.
Ahora bien: si como nos mensajean, el coche particular de combustión es el principal agente contaminante actual («los nuestros» es mejor ni citarlos, no sea que se acuerden de ellos); la velocidad, la principal causa y agravante de accidentes; y tocar el bolsillo, la única forma de educarnos¼, ¡a fondo cuanto antes!, porque en tal caso, hay medidas «necesarias» de insuperable eficacia; sólo habría que atreverse a implementarlas (y de antemano pido perdón por dar ideas).
Por ejemplo: ¿Quieres entrar en el centro de las ciudades con tu coche contaminante? Pues entra, pero con el motor parado y empujándolo; así ni corres ni contaminas. ¿Que la solución son los coches eléctricos? Pues nada de incentivar su compra; se prohíbe la circulación de cualquier otro tipo de coches, y asunto resuelto (luego, llegado el momento, ya veremos dónde lo recargas, cómo se genera la electricidad¼ y cuánto costará usar los electrodomésticos). Y en cuanto a los radares, nada de avisar su ubicación (¡qué cachondeo es ese!) ni de invertir en comprar más: como la creciente conectividad de los coches permite tenerlos geolocalizados y saber los límites de velocidad en todo momento, se graba, ¡y a pasar por caja periódicamente!
En fin, recuperando la cordura y la seriedad, ¿será que sólo a mí me escandaliza ver lo que el sector automovilístico traga sin reaccionar? ¿Nunca dejaremos de aceptar que los políticos Ð y quienes ocupan cargos por designación, en vez de por méritosÐ «saldan sus errores en las urnas, y listo»? ¿Cuándo desenmascararemos sin ambages ni firuletes la demonización hipócrita, la demagogia sectaria, la desfachatez, la dictadura de los ineptos, la sinrazón, etc? ¿Cuando ya no haya marcha atrás? Pues, ojo: aunque incompresiblemente todavía sobra clientela deseosa de tener coche, hay muchísimos jóvenes para los que ya no es una prioridad, e incluso muchos que no lo quieren ni regalado, y eso debería considerarse muy preocupante para la industria, el empleo, la movilidad, la recaudación fiscal y la sociedad en general.
Por eso creo que el sector debería despertar, analizar su porvenir, y decir a quien corresponda que sustituir «¡dale, que lo aguanta todo!» por «¡dale hasta que casque!», puede originar que en vez de haber coches particulares históricos, los coches particulares sean historia. MC
«Es manía españolísima que al hacer normas circulatorias, como al hacer tortillas, hay que tocar los huevos»