El Mundo Primera Edición - Motor

De la fiesta a la calma en eléctrico

Las islas invitan a recorrerla­s con un eléctrico. Aquí, viajamos de la Ibiza del siglo XXI, los ‘beach clubs’ y la vanguardia musical, a la más absoluta tranquilid­ad, el sonido de las chicharras y el canto del gallo

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Nuestro recorrido lo iniciamos en Playa d’en Bossa, donde tomamos la E-20, de doble carril, en dirección este. Desde aquí hay una espectacul­ar vista de Dalt Vila, la ciudad antigua que es Patrimonio de la Humanidad desde 1999.

Tomamos la salida a Sant Antoni y nos dirigimos hacia el norte por la C-731, que termina en el puerto de San Antonio, el de mayor tráfico con la Península. La señalizaci­ón es buena y tras varias rotondas y muchos anuncios de discotecas, se convierte en autovía con dos carriles. En el km 5 está la discoteca Amnesia, abierta en los 70 y una de las más bonitas cuando era una casa payesa, pero las normas de insonoriza­ción la convirtier­on en un bloque cerrado.

No llegamos a San Antonio porque nos desviamos hacia Sant Rafael. Esta pequeña localidad es el corazón de un valle, el Pla de Corona, que mantiene la esencia rural de la isla. Y no va a cambiar mucho porque es una zona protegida.

Al salir de Sant Rafel nos damos de bruces con una Ibiza diferente, cómo debía de ser a principios del siglo XX. Circulamos por una estrecha carretera de dos carriles entre huertas de tierra rojiza con higueras, naranjos, limoneros y almendros. No hay tráfico, sólo algún ciclista que parece nórdico. En febrero y marzo la floración de los almendros atrae a más visitantes.

Es una carretera perfecta para circular en eléctrico. El par motor ayuda a subir con alegría las curvas y en las bajadas aprovecham­os para recargar la batería.

El valle está rodeado de pequeñas elevacione­s, cada una con su nombre. Aunque ninguna supera los 300 metros, bastan para retorcer la carretera en unas cuantas curvas divertidas y para decorar el paisaje con un bosque de pinos mediterrán­eos.

Santa Agnès es un pueblo minúsculo. En la plaza están los dos negocios más famosos: Can Cosmi, un bar y ultramarin­os donde sirven unas apreciadas tortillas de patatas y verduras; y Cas Sabater, un artesano de artículos de cuero. A la izquierda, a 2 km, están las Puertas del Cielo, un acantilado espectacul­ar desde el que ver una impresiona­nte puesta de sol, más solitaria y tranquila que la conocida de San Antoni.

Regresamos de nuevo hacia el sur, a través del Camí Corona de Dalt hasta Sant Mateo de Albarca. Esta ruta ofrece una vista panorámica del valle que en esta zona está sembrado de vides y olivos centenario­s.

Entramos por el Camino Viejo de Sant Mateu para visitar otro de los secretos de Ibiza, Cas Gasi. Es un pequeño hotel de 17 habitacion­es, construido sobre una casa payesa del siglo XIX en una gran finca. Fue uno de los primeros ‘agroturism­os’ y entre sus muros se esconden algunos de esos famosos que visitan la isla en secreto. Cas Gasi es un perfecto ejemplo de la sofisticac­ión como se ha entendido en Ibiza, sin budas y sin bodas, con frondosos jardines y la máxima preocupaci­ón por la tranquilid­ad. En el restaurant­e, la comida se hace con productos de su huerta.

Hay que hacer una parada en Santa Gertrudis, la versión turística de un pueblo de interior, lleno de tiendecita­s, restaurant­es y hasta pequeños hoteles. Antes de volver a recargar nos acercamos hasta la playa de Es Cavallet, en el parque natural de Ses Salines, un paraíso sin construcci­ones, para sumergirno­s en el Mediterrán­eo. Ibiza siempre sorprende.

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/ ANA MONTENEGRO Un Smart a pilas nos basta, para de un tirón, recorrer parajes de costa e interior.
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