La travesía atlántica de los tres ríos
Atravesamos los tres grandes ríos atlánticos, el Miño fronterizo, el Duero vinícola y el imperial Tajo, jalonados por puentes históricos. Casi 500 kilómetros que nos lllevan desde Galicia al sur de Lisboa
El agua protagoniza esta ruta que va de norte a sur al lado del Atlántico atravesando tres ríos míticos cruzados por puentes que han definido su paisaje y su historia. La meta es cabo Espichel, la nariz de Portugal, en la desembocadura del Tajo. Arrancamos en el río Miño, entre Tui (España) y Valença (Portugal), una frontera natural (raia húmeda). En la Edad Media, la frontera del Reino de Galicia estaba más al sur, en el Duero.
Lo normal es cruzar el río por el nuevo puente de la AP-9 y a la izquierda vemos el viejo y estrecho de hierro del siglo XIX (1885), que fue el paso fronterizo hasta 1995. Aunque la leyenda lo atribuye a Eiffel, lo hizo un ingeniero riojano, Pelayo Mancebo y Ágreda, y es clave en el Camino de Santiago Portugués. Ahora no hay controles, pero en los meses más duros de la pandemia Portugal cerró el puente de hierro y sólo se podía cruzar por la autopista con autorización.
Tui es una pequeña localidad que mantiene todos los vestigios de un glorioso pasado medieval. Su catedral es la más bonita de Galicia y muestra su primitiva misión de fortaleza. Enfrente, la amurallada Valença dirige sus cañones hacia Tui.
Al entrar en Portugal, la AP9 se convierte en la A3, la autopista que conecta el norte con Oporto y que discurre por el interior siguiendo la suave orografía de unos montes similares a los gallegos. Bordean Braga, Mejor destino europeo 2021. Es tranquila y con poco tráfico, con casi tantas iglesias por metro cuadrado como Roma.
En Oporto cruzamos el Duero (Douro) por el Ponte do Feixo (1995), enlazando con la A1, la autopista que comunica con Lisboa. El río más vinícola de la Península tiene en Oporto seis puentes que la comunican con Vila Nova de Gaia y las principales bodegas de vinho do Porto. Dos son ferroviarios, el María
Pia (1877), que sí construyó Eiffel, y el moderno Sao Joao, que lo sustituyó en 1991. El más famoso es el de Dom Luis I (1886), también de hierro. El nivel superior lo usan el metro y los peatones. En 1963 se abrió el Ponte de Arrabida, más cerca del mar, como inicio de la A1. Todavía en 2003 se hizo otro, el de Infante Don Enrique, como desahogo urbano del de Dom Luis I.
Al abandonar Oporto, el clima cambia, más cálido, y la orografía es mucho más escarpada. La autopista bordea Aveiro, la Venecia portuguesa, la universitaria Coimbra, Leiria, Fátima, Batalha… la salida a cualquier lugar interesante se informa puntualmente.
La entrada en Lisboa la anuncia un tráfico intenso y el río Tajo (Tejo) a la izquierda, mientras atravesamos zonas industriales y comerciales. La autopista, tras pagar el peaje, es sinuosa, con curvas cerradas y puentes que vuelan sobre los barrios periféricos. Casi sin darte cuenta aparece el espectacular puente 25 de Abril (1966). Es el colgante más largo de Europa, 2,27 km de largo y 190 metros de altura. Su silueta recuerda poderosamente la del Golden Gate de San Francisco, no en vano ambos los construyó la misma empresa. Hasta que para la Expo 98 se construyó el Vasco de Gama, más hacia el interior, el 25 de
Abril era el único para salvar el estuario del Tajo y sus atascos, históricos.
El piso del carril central en ambas direcciones es una reja de metal con un ruido de rodadura inquietante. Se recomienda no superar los 70 km/h para evitar derrapadas. Los dos carriles exteriores son de asfalto. Tiene un peaje (1,85 euros) sólo en dirección a Lisboa. Unos 10 km después de haber cruzado tomamos la desviación a Sesimbra y cabo Espichel, el final de la ruta y de la tierra en un balcón al océano Atlántico.