No hay firmas para tantos precandidatos
El desafío electoral, anunciado la primera semana de enero, es decir, casi con seis meses de antelación, puede acabar siendo un sonado fracaso estratégico para los aspirantes a una presidencia que Bartomeu empieza a tener, según parece, consolidada. El precandidato continuista, que no era partidario de interrumpir el mandato, se vio casi obligado por el entorno enemigo y también el amigo, por su propia junta, a anunciar elecciones para cuando terminase la temporada deportiva, fecha imprecisa en aquel momento de plena crisis.
Una iniciativa contra natura de los estatutos que apuestan por lo contrario, por la natural convivencia del periodo electoral con la disputa del final de curso, incluida la recomendación de celebrar el acto de la votación en un día de partido. O sea, al revés de estas elecciones acordadas mediante un pacto no escrito de evitar (todos) cualquier interferencia, o sería mejor hablar de cohabitación, entre electoralismo y competición.
Aquella fue la arriesgada pero oportuna y efectiva respuesta institucional de Bartomeu a una crisis que hoy se contempla, con la perspectiva del tiempo, exclusivamente deportiva. El ruido al que se refería Bartomeu cuando tomó la decisión era el de la tormenta mediática un poco artificialmente provocada en torno a la derrota de Anoeta dibujando el que parecía ser el escenario perfecto para un pronunciamiento de la oposición o quién sabe si para un golpe de estado en toda regla.
Bartomeu regateó bien, evitando probablemente el trueno añadido de un Voto de Censura, acaso catastrófico para todos, pero dando al mismo tiempo seis meses de ventaja a todo aquel que quisiera preparar a conciencia las elecciones.
Hoy, hasta seis candidatos rivales han aparecido en un horizonte electoral impensable, imprevisto y para el cual ninguno parece estar del todo preparado a la vista de cómo ha arrancado esta campaña dominada por la desorientación y el pasmo. La generalidad de los candidatos parecía que lo había fiado todo al Apocalipsis o cuando menos a un derrumbe parcial del equipo y de la institución, esperando que, con el pistoletazo de salida, los socios corrieran a darles las firmas.
Suerte o mérito de Bartomeu, con la promesa de elecciones consiguió además callar a todos… menos a él, que sí ha podido ir explicando al socio sus intenciones y sus planes, pero sobre todo su realidad y estilo de mando, discreto y eficaz en las grandes crisis como la de enero.
Hoy, por tanto, el socio percibe una oferta de transformación, alguna radical, que no parece responder en absoluto, al menos en cantidad y cualidad, a sus necesidades o a su voluntad de cambio. Lo que nuevamente deja en fuera de juego a tanta candidatura generada desde un estadio por completo ajeno al estándar social y al profundo desconocimiento del verdadero pensamiento del socio del FC Barcelona.
Se diría que hasta le suena amenazador este ejército de candidatos proclamando próximo el día del Armagedón frente a un decorado feliz de triplete, solidez económica, un gran sueño patrimonial como el Espai Barça y los avances sociales habidos y por haber. No quiere ello decir que Bartomeu y su junta, caso de seguir, no deban evitar errores como los detectados en todos los segmentos de trabajo del club, algunos más notables que otros pero en cualquier caso veniales y de adaptación todavía a un modelo que ni es el de Rosell ni aún es el del todo el de Bartomeu pues sigue habiendo estructuras y compartimentos estancos del club aún por desmantelar de la época de Laporta. El Barça no es un club tan fácil de dirigir.
Como no lo es encontrar socios dispuestos a avalar con su patrimonio 78 millones de aval, que es el precio por sentarse en el palco no siendo una candidatura continuista. ¿Realmente los precandidatos disponen todos ellos de recursos para avalar en persona esos 78 millones? La respuesta es no. Ni siquiera una parte importante. Juegan a ver qué pasa si ganan, confiados en que bancos y otros poderes financieros se hagan cargo del aval en su momento a cambio no se sabe de qué compensaciones o acuerdos de sometimiento y de control.
Digámoslo claro: van como de farol, lo cual no es tampoco una buena credencial ante el socio y sí una razón más para sospechar de las verdaderas intenciones de tan elevado y anormal número de candidatos. Y sin ideas ni dinero, sin las garantías que exige la ley y por tanto sin la plena responsabilidad de gobernar sosteniblemente a la fuerza, no se extrañen si no hay firmas para todos
Con la situación social, económica y deportiva del club no es normal la cifra de aspirantes Conectar con el socio no es tan sencillo como parece. Y menos si se va de farol