Chiringuitización en Estudio Estadio
La tertulia futbolística de la tele pública y su línea editorial son un despropósito
La chiringuitización de Estudio Estadio llegó el martes a niveles de esperpento cuando el programa que dirige Juan Carlos Rivero preguntó a la audiencia si Neymar debería ser sancionado por su celebración en Mestalla. Cabe recordar que la pregunta es de los mismos autores de ‘¿Se ha ganado Piqué el derecho a que no le piten?’. Este es el nivel. A lo largo de todo el tostón de programa el resultado se mantuvo intacto: 19% sí 81% no.
José Joaquín Brotons fue el tertuliano que más protestó por la pregunta. Lo denunció antes de empezar en Twitter y hasta llegó a decir que era merecedora de irse del programa. Rivero, encantado con el jaleo, llegó a decir que no preguntaban por la denuncia al Valencia por el botellazo porque “no tiene debate”. En cambio, ya se ve por el resultado de la encuesta que lo de Neymar tiene mucho. Y así es como se consigue cambiar el foco de atención: Del botellazo no hace falta hablar y en cambio se debate más de una hora sobre Neymar sin mostrar la imagen sobre la cual se discute. Así se confunde más a la gente. En cambio sí pusieron una celebración de un futbolista en Noruega que recibía la amarilla por una que poco se parecía a la de Neymar. No vimos más celebraciones de gol, lo que evidencia los escasos recursos del programa para sustentar sus hipótesis. Atreverse con tales afirmaciones exige, como mínimo, una documentación en imágenes de antecedentes en la liga más consistente. Más que nada, para que haya algo que la justifique, porque si no se corre el riesgo que la pre- gunta parezca hecha con ganas de provocar, que es lo que sucedió. Rivero no tuvo ni razonamientos, ni antecedentes, ni rigor periodístico para argumentar la pregunta, más allá de decir que la noticia la había publicado otro tertuliano, Ramón Fuentes. Le cargó el muerto a él y luego ya se ha visto la escasa fiabilidad de la información. Queda claro el rigor periodístico sobre el que se sustentaba todo el barullo. Tele de nulo servicio público, con ganas de estigmatizar, desviar el foco de atención, provocar a la audiencia y generar alboroto en redes. Se les ve el truco