Dos segundos son una eternidad
Cuando Luis Enrique dice que detectó infinidad de errores es obvio que no se solucionarán todos en tres días. Tan evidente como que el origen está en la fase de construcción y elaboración
Cuando se escucha al entrenador decir que “hemos cometido infinidad de errores” el técnico en cuestión no puede estar hablando de otra cosa que no sea una derrota. Y Luis Enrique admitió, en otra frase de la misma comparecencia, admitió también que el resultado podría haber sido más holgado para el City. No es de extrañar, por tanto, que los análisis periodísticos reflejaran errores en todas las zonas del campo. Fallos individuales flagrantes y colectivos no menos evidentes.
Mala salida del balón. Mínima elaboración en el centro del campo. Poco presión arriba. Errores, a manta, tanto forzados como no forzados. Distancia entre líneas. Equipo partido. Desplome psicológico tras el primer gol del City. Falta de oficio en el segundo acto. Poca calidad de la posesión. Tuvo mucha pero más en su campo que en terreno ajeno. Cambios diplomáticos más que efectivos... Sí, sí. Efectivamente. Como dijo Luis Enrique, una infinidad de errores que pueden explicar el 3-1 desde cualquier punto de vista.
Fue tan obvio que no puede afrontarse con una solución global. Todo lo a la vez no se arregla - la poca elaboración es más una constante que una excepción - pero mucho de lo sucedido en Manchester sí puede corregirse desde el origen. Y el origen, en eso coincidiría todo el mundo, está en la fase de creación. El Barça no supo contrarrestar las presión del City. Y sí, seguro, la baja de un referente como Piqué es más que trascendente en un partido de estas características. También, aunque en mucha menos medida, la de Alba pero, aún así, los que estaban debieron hacerlo mucho mejor de lo que lo hicieron. Si se repasa el partido, se observará como Ter Stegen, Umtiti y Mascherano - especialmente los dos primeros se plantaron varias veces ante el balón. Como si no supieran que hacer con él. Como si jugar la pelota tuviera más riesgo que retenerla. Clavados, sin ver una opción de pase mientras la línea de presión de Guardiola tomaba posiciones. Como si los posibles receptores, también quietos, no buscaran un espacio en donde recibir. Un absentismo que invitaba al error tanto como la presión loca.
En fútbol, tres o cuatro segundos de quietud son una eternidad tanto en el origen como en la definición. No es lo mismo pausa que abstención, como no es lo mismo apostar al contragolpe que a la elaboración. Todo lo que favorezca el descontrol, perjudica al Barça. Por mucha pegada que tenga, que la tiene con Messi, Suárez y Neymar, el intercambio de golpes nunca ha sido un buen negocio para el Barça ante equipos de nivel. No es su estilo. El suyo, como el de los grandes campeones de boxeo, es pegar y que no le peguen. O que le peguen lo menos posible. Y si le dan, no puede desplomarse, de ninguna manera, a la primera como ocurrió tras el empate de Gündogan. Hay que ser más fuerte anímicamente. En la segunda parte, aún groggy por bajar la guardia, recibió mucho castigo. El City llegó hasta once veces con peligro ante Ter Stegen. Una lección de la que hay que aprender inmediatamente para que Sampaoli no intente en Sevilla lo mismo que Pep en Manchester. Desconectarse de su fútbol y fundirse los plomos es todo uno