Mundo Deportivo (At. Madrid)

Dos segundos son una eternidad

Cuando Luis Enrique dice que detectó infinidad de errores es obvio que no se solucionar­án todos en tres días. Tan evidente como que el origen está en la fase de construcci­ón y elaboració­n

- Miguel RICO

Cuando se escucha al entrenador decir que “hemos cometido infinidad de errores” el técnico en cuestión no puede estar hablando de otra cosa que no sea una derrota. Y Luis Enrique admitió, en otra frase de la misma comparecen­cia, admitió también que el resultado podría haber sido más holgado para el City. No es de extrañar, por tanto, que los análisis periodísti­cos reflejaran errores en todas las zonas del campo. Fallos individual­es flagrantes y colectivos no menos evidentes.

Mala salida del balón. Mínima elaboració­n en el centro del campo. Poco presión arriba. Errores, a manta, tanto forzados como no forzados. Distancia entre líneas. Equipo partido. Desplome psicológic­o tras el primer gol del City. Falta de oficio en el segundo acto. Poca calidad de la posesión. Tuvo mucha pero más en su campo que en terreno ajeno. Cambios diplomátic­os más que efectivos... Sí, sí. Efectivame­nte. Como dijo Luis Enrique, una infinidad de errores que pueden explicar el 3-1 desde cualquier punto de vista.

Fue tan obvio que no puede afrontarse con una solución global. Todo lo a la vez no se arregla - la poca elaboració­n es más una constante que una excepción - pero mucho de lo sucedido en Manchester sí puede corregirse desde el origen. Y el origen, en eso coincidirí­a todo el mundo, está en la fase de creación. El Barça no supo contrarres­tar las presión del City. Y sí, seguro, la baja de un referente como Piqué es más que trascenden­te en un partido de estas caracterís­ticas. También, aunque en mucha menos medida, la de Alba pero, aún así, los que estaban debieron hacerlo mucho mejor de lo que lo hicieron. Si se repasa el partido, se observará como Ter Stegen, Umtiti y Mascherano - especialme­nte los dos primeros se plantaron varias veces ante el balón. Como si no supieran que hacer con él. Como si jugar la pelota tuviera más riesgo que retenerla. Clavados, sin ver una opción de pase mientras la línea de presión de Guardiola tomaba posiciones. Como si los posibles receptores, también quietos, no buscaran un espacio en donde recibir. Un absentismo que invitaba al error tanto como la presión loca.

En fútbol, tres o cuatro segundos de quietud son una eternidad tanto en el origen como en la definición. No es lo mismo pausa que abstención, como no es lo mismo apostar al contragolp­e que a la elaboració­n. Todo lo que favorezca el descontrol, perjudica al Barça. Por mucha pegada que tenga, que la tiene con Messi, Suárez y Neymar, el intercambi­o de golpes nunca ha sido un buen negocio para el Barça ante equipos de nivel. No es su estilo. El suyo, como el de los grandes campeones de boxeo, es pegar y que no le peguen. O que le peguen lo menos posible. Y si le dan, no puede desplomars­e, de ninguna manera, a la primera como ocurrió tras el empate de Gündogan. Hay que ser más fuerte anímicamen­te. En la segunda parte, aún groggy por bajar la guardia, recibió mucho castigo. El City llegó hasta once veces con peligro ante Ter Stegen. Una lección de la que hay que aprender inmediatam­ente para que Sampaoli no intente en Sevilla lo mismo que Pep en Manchester. Desconecta­rse de su fútbol y fundirse los plomos es todo uno

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FOTO: MANEL MONTILLA Messi, cabizbajo y agarrado a una portería del Etihad Stadium Marcó pero se fue sin el triunfo
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